I&TUPT ASBUJDPT TPO MPT RVF WBMFOu
El Ayuntamiento de Zaragoza dispone de una red de ocho comedores para los usuarios de los centros de convivencia de mayores Socializar y evitar sobreesfuerzos son los motivos que mueven a los usuarios =
Son las 13.15 horas. «Llevamos dos años y pico viniendo. Mi marido está enfermo del corazón y yo de los huesos. No podemos coger peso ni ir a hacer la compra. Y esto es muy cómodo, vienes y tienes la mesa puesta», explica María Jesús Villena, que se sienta siempre en la mesa junto a su esposo y otro matrimonio. «Estamos siempre los cuatro», sonríe. Se encuentran cada día en el comedor del centro de convivencia de mayores de La Jota, uno de los ocho que conforman la red del Ayuntamiento de Zaragoza.
«Tenemos plazas para 60 personas cada día, pero suelen ser entre 48 y 50 los usuarios que tenemos. La mayoría están solos en casa. Del total, solo vienen tres matrimonios. El resto han enviudado», explica la directora de este centro de mayores, Isabel Navarro Castro.
En total, los ocho comedores cuentan con 400 plazas al día para los zaragozanos de la tercera edad, que pueden disfrutar de menús a un precio reducido mientras socializan entre igua
les. La previsión del ayuntamiento es seguir extendiendo este modelo y está prevista la apertura de tres cantinas más: una en el centro cívico Salvador Allende, en Las Fuentes; otra en el edificio del Parque Delicias y otra en el antiguo instituto Luis Buñuel, en el barrio de San Pablo.
El último comedor para mayores que abrió es el del distrito Universidad, cuando se ampliaron las instalaciones del centro cívico usando parte del cuartel de la Policía Local. En la actualidad están en funcionamiento este y siete más: el del Delicias; San José; Actur-Rey Fernando; Torrero; el del centro cívico Laín Entralgo; La Jota y La Almozara, que se amplió el año pasado hasta alcanzar las 64 plazas.
El incremento de plazas y comedores en los últimos años ha sido patente. En 2022 el centro de mayores de Torrero comenzó a ofrecer este servicio con 48 plazas, las mismas que ofrece el de Universidad. Así, mientras que en 2019 había 312 plazas, en 2023 eran ya 400. Los días de servicio también han crecido: de 228 a 341 en cuatro años. En el último año, según los datos disponibles, se sirvieron unas 70.000 comidas a cuatro euros cada una.
Pero más allá de la comida, el principal objetivo de los usuarios de este servicio es socializar. Es más, la comida es lo de menos. Y lo que menos gusta. «Hay días que regular. Si hicieran los mismos platos pero con algo más de gracia. Falta sustancia. Más gustico», explica Ascensión Polo, que lleva «muchos años» asistiendo día tras día. «Vengo porque si no estaría en casa y sola. Es una manera de salir. Así camino, me entretengo», cuenta la mujer.
Inocencio le mira atentamente. «Somos como una familia», dice el hombre a continuación. «Yo enviudé hace ya 16 años. Y venir aquí es una forma de hacer amigos. Si no, estaría encerrado en casa. Nos llevamos todos estupendamente, la verdad», afirma mientras se acerca a Ascensión para hacerse una foto.
Les acompaña otra mujer «de la cuadrilla», Esperanza Parrilla. «Venimos por la mañana, tomamos el café, echamos la partida y comemos. Después echamos otro café y ya ha pasado el día. Estos raticos son los que valen, si no qué vamos a hacer. Estaríamos en casa solos», cuenta, insistiendo en la misma idea.
José Ríos tiene 77 años y lleva «como un año y medio» yendo al comedor del centro de mayores de La Jota. «Lo mejor es la gente. Comer... se come de aquellas maneras –ríe–. El pescado es regular tirando a malo. Y el arroz seco como vamos...», protesta el hombre. «Pero la gente es estupenda. Y nos tratan muy bien», dice.
La directora del centro les escucha atentamente. «No tenemos cocina. Tenemos línea fría y viene aquí todo cocinado y envasado y lo calentamos en los hornos. Es comida muy variada y equilibrada, y lo que echan de menos es más potencia», cuenta. «Salsas, que hubiera untico. El pescado solo al vapor no me gusta», dice uno de los comensales.
El servicio de comedor se complementa con un sinfín de actividades que programan en los centros de mayores. «Muchos vienen por la mañana a la gimnasia, a yoga, a cursos de memoria o a estar y ya se quedan hasta la hora de comer», cuenta Navarro.
Este día Ascensión, José, Inocencio, María Jesús, Esperanza y todos los demás que conforman esta peculiar «familia» tuvieron de menú judías verdes rehogadas de primero y albóndigas de segundo. Pero lo que más alimentó fue la compañía.
«Venir es una forma de hacer amigos. Si no, estaría encerrado en casa todo el día», cuenta Inocencio