Los agricultores inician el «asedio» de la región de París
Los sindicatos cortaron las ocho principales vías en torno a la capital Las autopistas que llevan a Lyon y Marsella también se ven afectadas
La rabia del campo francés se concentra en París. Los sindicatos agrícolas iniciaron ayer cortes de circulación en las ocho principales autopistas y carreteras de la región parisina. Como habían anunciado el fin de semana, la FNSEA y los Jóvenes Agricultores instalaron barricadas con tractores y bloques de paja alrededor de la Île-de-France desde las dos del mediodía y con «una duración indeterminada». Empezaron el «asedio» –según la fórmula tremendista utilizada por los campesinos– de la capital francesa en aras de obtener una respuesta más ambiciosa por parte del Gobierno de Emmanuel Macron a la crisis del sector primario.
«Confiamos en que lograremos nuestros objetivos sin tener que entrar en París», explicaba a este diario Pascal Petitpas, de 58 años, un productor de cereales presente en el corte de la A-4 cerca de la localidad de Jossigny, a unos 30 kilómetros al este de la capital francesa. «Queremos que los políticos entiendan de una vez nuestras reivindicaciones», añadía Guillaume Deneufbourg, de 53 años, un agricultor de trigo y frutas ecológicas y miembro de la FNSEA, el principal sindicato agrícola en Francia. «Queremos que los parisinos pasen hambre», afirmaba Benoît Durand.
Pocos minutos antes de las dos los manifestantes abrieron una barrera en un lateral y ocuparon la autopista A-4 con tractores, máquinas agrícolas y bloques de paja. También instalaron una carpa blanca y baños móviles para pasar los próximos días en medio de la carretera. Y en el puente que pasa por encima colgaron un muñeco que simbolizaba a un campesino sacrificado, además de una pancarta que exhibía el mensaje: «Orgullosos de alimentaros».
/ COORDINACIÓN CON LA POLICÍA Como en el resto de las carreteras bloqueadas, la policía interrumpió la circulación en ese tramo para evitar accidentes como el de la semana pasada en el sur del país, donde murieron una campesina y su hija, de 12 años. Se dieron imágenes peculiares: los cortes de autopistas se hicieron de forma coordinada con las fuerzas de seguridad. Más de 15.000 policías –una cifra poco espectacular en comparación con otras movilizaciones
en Francia– se han desplegado para evitar que las tractoradas entren en grandes ciudades y afecten el funcionamiento de grandes infraestructuras, como los aeropuertos o el mercado de Rungis.
La Coordinación Rural, tercer sindicato agrícola, inició ayer una tractorada desde Agen (suroeste) con el objetivo de alterar el funcionamiento a mediados de semana del mayor mercado de mayoristas de Europa, situado en el sur de la región parisina. Rungis, donde hay un importante dispositivo de las fuerzas de seguridad, funcionaba
ayer con normalidad. Además de la zona de París, centenares de campesinos participaron ayer en bloqueos de carreteras en el resto de Francia. Las autopistas que llevan a Lyon y Marsella se vieron especialmente afectadas.
A pesar de una movilización inferior a la del pasado viernes, hubo ayer más de 80 cortes de circulación, según un recuento del diario conservador Le Figaro. Lo que refleja que los anuncios del viernes del primer ministro, Gabriel Attal, no han calmado la contestación del campo francés, respaldada por todos los sindicatos agrícolas, tanto aquellos que defienden la agricultura industrial como los que apuestan por cultivos ecológicos.
«La renuncia al impuesto sobre el GNR (diésel rural) es una broma», defiende Deneufbourg, quien considera insuficiente el principal anuncio de Attal. Tampoco gustó a los dirigentes sindicales que el joven primer ministro pronunciara ese discurso junto con los campesinos, no afiliados, que arrancaron el pasado 18 de enero los primeros cortes de carretera cerca de Toulouse.
Los motivos de la rabia campesina resultan complejos. Desde la baja remuneración hasta los tratados de libre comercio, pasando por el exceso de papeleo, las nuevas normas medioambientales o políticas de la UE, como el Green Deal (Pacto Verde), los beneficios comerciales para los productos ucranianos o la desigual y tardía (en el caso de Francia) distribución de las ayudas de la PAC.
«Queremos poder vivir de nuestro trabajo. En 2020, el precio de una tonelada de trigo ecológico era de 400 euros, ahora lo vendo por 210», lamenta Deneufbourg sobre el problema de remuneración en un sector tan desigual como precarizado. El ingreso neto medio de los campesinos resulta inferior al salario mínimo. Muchos temen que les quede una mísera pensión, inferior a 1.000 euros. «Queremos que contabilicen nuestra pensión en función de los 25 mejores años. Aún no nos han dado garantías sobre ello», sostiene Annick Carron, de 66 años y productora de trigo ecológico. El primer ministro se reunió de nuevo ayer con los dirigentes de los principales sindicatos agrícolas.
«Queremos que los políticos entiendan de una vez nuestras reivindicaciones, dice Guillaume