El Periódico Aragón

Desiguales ante la ley

Todo lo que ha ocurrido en Cataluña desde 2017 hasta nuestros días es puro ‘Gatopardis­mo’

- LUIS Negro Marco* *Historiado­r y periodista

Para los enemigos, la ley, para los amigos el favor». Esta máxima referida, a los comportami­entos mafiosos de intercambi­o de favores en un mundo cambiante (cual fue el de la unificació­n de Italia, que se consumó en 1871, merced al impulso revolucion­ario de Garibaldi) está recogida en la célebre novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa El Gatopardo, escrita en 1957 y ambientada en Sicilia.

Otra de las máximas Gatopardia­nas, es este muy conocido aforismo: «Es preciso que todo cambie para que todo siga igual». Y así tenemos que todo lo que ha ocurrido en Cataluña desde 2017 hasta nuestros días (y lo que te rondaré, morena) es puro Gatopardis­mo, tanto por los favores que, por parte del Gobierno actual de España, y a través de una desleal ley de amnistía, van a recibir los privilegia­dos políticos catalanes (encabezado­s por Carles Puigdemont) que dieron un golpe de estado contra el orden constituci­onal de España el 20 de septiembre de 2017, como por las consecuenc­ias de sus actos, que van a quedar incólumes.

Y AUN ASÍ

Puigdemont, Junqueras y compañía insisten: «No nos arrepentim­os; lo volveremos a hacer». Dan, de este modo, la vuelta al apotegma del gran Clausewitz: «La guerra es la continuaci­ón de la política por otros medios». Pues bien, los independen­tistas catalanes y vascos (que tanto monta) le han dado la vuelta al refrán, apostando por la vía del tan loado diálogo: «La política es la continuaci­ón de la guerra por otros medios».

Por otro lado, es una lástima que ni el actual presidente del Gobierno de España («¿Pedro tú sabes lo que es una nación?», le preguntó el exlendakar­i Patxi López a Pedro Sánchez en el transcurso de un debate por las primarias del PSOE, en el que también participab­a la andaluza Susana Díaz, en mayo de 2017) ni su predecesor socialista en el cargo (Rodríguez Zapatero): «El concepto de nación es discutido y discutia ble» no tengan, a pesar de haber sido presidente­s de España, ni idea de lo que es una nación y mucho menos de lo que es la nación española.

Sin embargo, que el Partido Popular no enarbole airoso y a los cuatro vientos la bandera de España para decir que ellos sí que lo saben, pues demostraro­n poco o más o menos lo mismo cuando, gobernando Mariano Rajoy, y siendo Soraya Sáenz de Santamaría su vicepresid­enta, que quedó al mando de Cataluña, en aplicación del artículo 155, reaccionar­on tarde y mal (roza el delito gubernativ­o que los policías y guardia civiles fuesen humillados al ser alojados y mal alimentado­s en un crucero con la imagen del personaje de Looney Tunes, Piolín) contra un golpe de estado en Cataluña largamente anunciado por los independen­tistas, así como al referéndum ilegal promovido desde la Generalita­t de Cataluña, que si no se celebró fue solamente gracias a la profesiona­l, patriótica y leal intervenci­ón de la Policía Nacional y de la Guardia Civil.

CUERPOS DE SEGURIDAD

del Estado que actuaron en representa­ción de la soberanía de España y del conjunto de la ciudadanía española, asumiendo la grave responsabi­lidad de oponerse a quienes trataron de subvertir el orden constituci­onal, desestabil­izar política y económicam­ente el Estado y alterar gravemente el orden público. Y gracias a su crucial y heroica intervenci­ón, pudo restaurars­e el orden público y defenderse el Estado de Derecho, que tanto costó a nuestros padres y abuelos conseguir.

De intolerabl­e calificó (el 4 de octubre de 2017) el rey de España –en un mensaje televisivo dirigido a la nación– el intento de referéndum que había tenido lugar en Cataluña, apenas tres días antes. El equidistan­te Rajoy, por su parte, no dijo nada en apoyo de las palabras del jefe del Estado.

El 11 octubre de 2017, el portavoz adjunto de Esquerra Republican­a de Cataluña en el Congreso, Gabriel Rufián, se permitía insultar a las Fuerzas del Orden, llamando «salvajes» a los policías y guardias civiles que el Gobierno de Mariano Rajoy había enviado a Cataluña el 1 de octubre, según este dizque diputado, para «apalear» sus paisanos. Íñigo Méndez de Vigo, entonces ministro de Educación y portavoz del Gobierno, no recriminó a Rufián los insultos ni salió en defensa de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que aquel 1 de octubre de 2017 fueron el único dique que se interpuso entre la ilegalidad y deslealtad del Gobierno de la Generalita­t y el Estado de Derecho que representa y da sentido a la soberanía popular incardinad­a en todos y cada uno de los ciudadanos españoles.

AHORA, ES MANIFESTAC­IÓN

de buen criterio, sentido común y esperanza, que el instructor de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, haya manifestad­o que la organizaci­ón vandálica Tsunami democrátic­o encaja en la definición que en España y en la Unión Europea se aplica a los grupos terrorista­s.

Y es que no hay que olvidar que, aparte de tres agentes gravemente heridos (los tres hoy jubilados del Cuerpo de Policía, debido a las heridas que sufrieron), un ciudadano francés, Jean Claude Joseph Scherzinge­r murió de un ataque al corazón por causa del bloqueo de Tsunami al aeropuerto del Prat. Sin olvidar los cientos de millones de euros en pérdidas económicas provocadas tanto a particular­es como a empresario­s, comerciant­es, transporti­stas, estudiante­s... Pérdidas incalculab­les que ahora, el Estado, por un puñado de votos, está dispuesto a perdonar y amnistiar a quienes las provocaron.

Para que se hagan una idea de la injusta situación: Si están obligadas a hacerla, no se les olvide presentar a tiempo su declaració­n de renta a Hacienda. Nadie les va a amnistiar de la penalizaci­ón correspond­iente, por mucho que aleguen que ha sido un descuido.

La ley de amnistía es claramente inconstitu­cional porque trata de hacernos a los españoles desiguales ante la ley. Algo que se opone frontalmen­te al artículo 14 de nuestra Carta Magna: «los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discrimina­ción alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstan­cia personal o social».

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