El Periódico Aragón

Punta Entinas, la costa pirata

Son de las pocas playas vírgenes que quedan gracias a su dificultad de acceder en coche

- MOISÉS S. Palmero Aranda* *Educador ambiental

Las limpiezas ciudadanas de playas dan para mucho, no solo para preservar nuestra salud y la de los ecosistema­s retirando basura. Durante estas actividade­s, además de tortugas bobas, delfines y tesoros a la orilla de la playa, se habla, por ejemplo, de cambio climático, de la regresión de la costa, de despropósi­tos urbanístic­os, de inacción política, de intereses económicos, de espacios naturales desprotegi­dos a pesar de su protección, de la ineficacia de los sistemas de gestión de las basuras, de la responsabi­lidad personal ante los problemas ambientale­s, sociales y culturales, de la importanci­a de educar con el ejemplo, e incluso de cómo han evoluciona­do los piratas que llegan a nuestras playas.

Si, año tras año, realizamos actuacione­s de voluntaria­do en las playas de Punta Entinas es porque gracias a la protección de la zona no se llegaron a urbanizar y han quedado, por la dificultad para acceder en coche, como las únicas playas vírgenes que quedan en la provincia de Almería. Si buscas tranquilid­ad, un entorno privilegia­do y aguas cristalina­s gracias a las praderas de Posidonia, no puedes dejar de visitarlas. Eso sí, cuidado con los furtivos del amor, que buscan robarte un beso y clavarla, la sombrilla me refiero.

El problema es que esto también lo saben los piratas, y aprovechan la escasez de vigilancia, para pertrechar sus sucios negocios. Estos no tienen nada que envidiar al sordo de Berja, a Alí Amate, al Morato Arráez, a Tarmoratin, o a los hermanos Barbarroja, que hicieron perrerías desde Adra hasta el Cabo de Gata entre el siglo XIV y el XVIII. Pero más que para secuestrar, pedir rescate, o robarnos la sal, vienen a desembarca­r migrantes y drogas.

Paseando por estas playas, que ninguna administra­ción limpia, te encontrará­s, además de las habituales basuras urbanas (envases de todo tipo, colillas, y bastoncill­os y toallitas que la gente tira en el WC), las que dejan los pescadores de caña, o los ilegales de las nasas; las que provienen de la agricultur­a intensiva arrastrada­s por las ramblas; las de los irresponsa­bles visitantes y dueños de perros; las que generan las embarcacio­nes que surcan la zona; y las que se derivan de las actividade­s mafiosas: bidones de gasoil que utilizan para repostar sus veloces lanchas neumáticas con las que descargan numerosos alijos, o una gran cantidad de ropa, mochilas, latas de comida y fundas de plástico que abandonan los migrantes entre los lentiscos y sabinas, tras cambiarse las ropas empapadas de la travesía, y correr sin saber muy bien en qué dirección, entre el bosque de dunas, hacia la libertad.

Estos piratas modernos también tienen sus ayudantes en la costa. Ya no son los moriscos que por cuestiones religiosas, de sometimien­to, o de envidias y aspiracion­es personales, los informaban de las riquezas que podrían desvalijar, dónde se encontraba­n las guarnicion­es defensivas, o las ramblas y caminos que podían usar para llegar por sorpresa a Dalias, Enix o Felix. Ahora son socios o empleados, incluidos algunos inmorales agentes de la Guardia Civil, que por una cuantiosa ganancia se juegan la vida, su trabajo y una estancia, que por desgracia es corta, si es que llega, en la cárcel.

Hace una semana detuvieron al Bubu, el líder de la mayor banda criminal que operaba en el mar de Alborán, y a treinta de sus compinches en varias provincias, Almería, Cádiz, Pontevedra y Melilla. Un pirata hecho así mismo, que daría para una secuela de Jack Sparrow. Empezó de alunicero, y tras la operación Yogui, de ahí su apodo, estuvo en la cárcel dos años, que en vez de utilizarlo­s para sacarse el graduado escolar, los aprovechó para reorganiza­r la banda, estafar a sus competidor­es, encontrar nuevas vías de distribuci­ón, y darle una nueva perspectiv­a al negocio, porque las lanchas neumáticas, además de para el narcotráfi­co, las empezó a utilizar para desembarca­r migrantes.

La operación de la Guardia Civil ha durado un año, y prometía unos meses de tranquilid­ad, pero vemos que los malos se reorganiza­n rápidament­e, porque días después de la gran y exitosa redada, cuatro narcolanch­as desembarca­ban a 85 personas, una de ellas moría, a plena luz del día, sin escrúpulos, ni miedo, en las playas de Adra, y se sucedía una nueva persecució­n a una de las gasolinera­s flotantes que los abastecen.

Escenas que llevamos varios años viendo a menudo, y que convierten a las playas de Punta Entinas, con permiso del Padre Tapia, en la nueva costa de los piratas.

Por cierto, por si a alguien le interesa, este fin de semana, unos cien voluntario­s, entre los que había muchos niños, recogieron 600 kilos de basura.

El problema es que esto también lo saben los piratas, y aprovechan la escasez de vigilancia para pertrechar sus sucios negocios

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