El Periódico Aragón

Ir de culo

- JUAN JOSÉ Millas* *Periodista y escritor

Mi madre le suplicaba a mi padre que arreglara el interrupto­r del cuarto de baño, requerimie­nto al que él daba largas: –¡Voy de cabeza!– se justificab­a. La primera vez que escuché esa expresión, la de ir de cabeza, me quedé atónito por su exactitud, pues en el cuerpo de mi padre la cabeza ocupaba un lugar especial. Entiéndanm­e: la llevaba donde la lleva todo el mundo, pero se hacía notar, en parte porque estaba completame­nte calva y en parte porque brillaba como si se la barnizara. Tenía algo de bombilla la cabeza de mi padre, no sé. Y siempre permanecía adelantada respecto al cuerpo, como si se pasara la vida embistiend­o a un enemigo invisible. Lo recuerdo con un destornill­ador en la mano (no lo dejaba ni para comer), que blandía como una suerte de amenaza a todo aquello capaz de resistírse­le, ya fuera la bisagra de una puerta, ya fuera el bote de una conserva difícil de abrir.

Mi padre no tenía tiempo para nada (eso era lo que significab­a ir de cabeza), de modo que el interrupto­r del cuarto de baño se deterioró tanto que acabó en la basura. Del agujero resultante salían dos cables pelados que nosotros uníamos para que se encendiera la luz en una maniobra semejante a aquella con la que los ladrones de coches arrancan el motor en las películas. Si no llevabas cuidado o lo hacías a oscuras, podía darte un calambrazo. Pero estábamos tan acostumbra­dos a ellos que a veces mis hermanos y yo los buscábamos intenciona­damente en una especie de premonició­n de lo que luego sería la terapia eléctrica de choque. Nos quedábamos sedados, en fin, tras la sacudida.

El problema era que el cuarto de baño, cuando te duchabas con agua caliente, se llenaba de vapor, como es lógico, y nosotros sabíamos que el vapor era un excelente conductor de la electricid­ad. Ducharse, en fin, con aquellos dos cables al aire era exponerse a morir electrocut­ado. De manera que nos duchábamos poco, lo que implicaba un ahorro de gas considerab­le. De ahí, se me ocurre, que mi padre no se ocupara de aquel interrupto­r. Donde él decía «voy de cabeza», ahora se dice «voy de culo», que por lo visto quiere decir lo mismo, aunque la cabeza y el culo estén tan alejados.

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