Ir de culo
Mi madre le suplicaba a mi padre que arreglara el interruptor del cuarto de baño, requerimiento al que él daba largas: –¡Voy de cabeza!– se justificaba. La primera vez que escuché esa expresión, la de ir de cabeza, me quedé atónito por su exactitud, pues en el cuerpo de mi padre la cabeza ocupaba un lugar especial. Entiéndanme: la llevaba donde la lleva todo el mundo, pero se hacía notar, en parte porque estaba completamente calva y en parte porque brillaba como si se la barnizara. Tenía algo de bombilla la cabeza de mi padre, no sé. Y siempre permanecía adelantada respecto al cuerpo, como si se pasara la vida embistiendo a un enemigo invisible. Lo recuerdo con un destornillador en la mano (no lo dejaba ni para comer), que blandía como una suerte de amenaza a todo aquello capaz de resistírsele, ya fuera la bisagra de una puerta, ya fuera el bote de una conserva difícil de abrir.
Mi padre no tenía tiempo para nada (eso era lo que significaba ir de cabeza), de modo que el interruptor del cuarto de baño se deterioró tanto que acabó en la basura. Del agujero resultante salían dos cables pelados que nosotros uníamos para que se encendiera la luz en una maniobra semejante a aquella con la que los ladrones de coches arrancan el motor en las películas. Si no llevabas cuidado o lo hacías a oscuras, podía darte un calambrazo. Pero estábamos tan acostumbrados a ellos que a veces mis hermanos y yo los buscábamos intencionadamente en una especie de premonición de lo que luego sería la terapia eléctrica de choque. Nos quedábamos sedados, en fin, tras la sacudida.
El problema era que el cuarto de baño, cuando te duchabas con agua caliente, se llenaba de vapor, como es lógico, y nosotros sabíamos que el vapor era un excelente conductor de la electricidad. Ducharse, en fin, con aquellos dos cables al aire era exponerse a morir electrocutado. De manera que nos duchábamos poco, lo que implicaba un ahorro de gas considerable. De ahí, se me ocurre, que mi padre no se ocupara de aquel interruptor. Donde él decía «voy de cabeza», ahora se dice «voy de culo», que por lo visto quiere decir lo mismo, aunque la cabeza y el culo estén tan alejados.