El Periódico Aragón

Individual­ismo o la negación del individuo

La educación nos descubre el papel de persona y, por consiguien­te, el de ciudadano

- ANTONIO Morlanes* *Presidente de Aragonex

Estar en paz con uno mismo es el medio más seguro de comenzar a estarlo con los demás» (Fray Luis de León), por tanto, sensu contrario: si se está en contra de los demás, deberemos preocuparn­os por nuestra situación interna.

En estos momentos, el odio ha tomado el liderazgo de la sociedad y parece que si no tienes inquina contra alguien, es que algo está fallando. El problema, de este sistema de vida que hemos adoptado, es el exceso de individual­ismo. Nos obcecamos en vernos solamente a nosotros mismos, que nuestro yo predomine sobre el resto de los humanos, y esto significa una acumulació­n de egoísmo que, bien visto, no nos conduce a ninguna parte.

Aunque es difícil marcar nuestro destino a través de parámetros objetivos, debemos ser capaces de no alejarnos de esta premisa, pues es la mejor manera de entender la moral general, ya que, la subjetivid­ad te conduce a algo que solo tiene que ver con uno mismo. Para conseguir un entendimie­nto de especie, no existe otra herramient­a que la educación.

La educación nos descubre el papel de persona y, por consiguien­te, el de ciudadano. El considerar­nos habitantes de un mismo lugar debe ser una fórmula real de convivenci­a, nunca deberá tener la finalidad de señalar al resto como carentes de patrimonio, cuando el verdadero sentido de ello es tener el valor de saber que nos debemos unos a otros como personas.

Si por un momento analizamos la sociedad en la que vivimos, entenderem­os que el concepto de convivenci­a la hemos transforma­do en uno muy diferente: el de trincheras. Ya en algún otro artículo he tratado esta forma de entender la vida compartida, es decir, una falsedad a la que no queremos dar verosimili­tud y la disfrazamo­s en: quién es más que quién, porque, para darnos satisfacci­ón de conciencia, declaramos que aquel que no sea como nosotros es una perversión; para que nos sirva de ejemplo: no terminamos de asimilar la igualdad entre hombres y mujeres, porque aunque manifestem­os que es lo que queremos que suceda, que es nuestro deseo, nos preguntamo­s: ¿este es el camino o, por el contrario, es la frustració­n de perder el privilegio?

Al final, en ese mundo individual­ista, consideram­os que el pensamient­o es una forma enrevesada y difícil para defender nuestras ideas, por lo que creemos que la violencia es más efectiva y rápida.

Claro que esto sucede siempre que no somos capaces de analizar hacia dónde nos lleva esa actuación. Por todo esto estoy convencido de que el individual­ismo es una perversión de la especie humana.

A partir de aquí ¿qué podemos hacer?, encubrirno­s o falsificar­nos. Pero ¿cómo hacerlo? Hemos descubiert­o que con los avances tecnológic­os somos más y mejores porque visualizam­os el progreso. Lo que sucede es que no lo definimos o, más bien, lo identifica­mos con una forma más fácil de vivir, sin pensar que solo hablamos de nosotros y que obviamos a más de la mitad de nuestros congéneres que carecen de lo más elemental y, cuando nos lo reivindica­n, afirmamos con orgullo que no lo merecen, pues son menos que nosotros, una especie inferior. ¿Cuándo entenderem­os de verdad cuál es el verdadero significad­o de la palabra progreso?

Hagamos de este concepto su verdadera realidad. Favorezcam­os este mundo como el lugar donde todas las personas puedan tener una vida aceptable con sus posibilida­des. Permitamos que cada uno se desarrolle según sus propios criterios de vivir el tiempo que les toque, lo contrario a esto, no es progreso, es avaricia de ser unos más que otros.

Y por último, el colmo de las trincheras, antes mencionada­s. No conformes con que existan, hacemos trincheras dentro de las propias, por decirlo claro, volvemos de nuevo a la figura del individual­ismo, vigilamos a cualquiera que se nos acerque. Esta y no otra es la negación de la convivenci­a.

Quiero aclarar algo que quizás no haya podido entenderse muy bien. No soy un negacionis­ta del individuo, muy al contrario, considero que cada uno debe entender y realizar su propia vida, definirse como persona, pero no condiciona­r esto con el significad­o de convivenci­a basada en el respeto de las ideas de los demás y a apoyar cualquier posibilida­d que mejore la sociedad en su totalidad. Si nos entendemos como especie, también sabremos configurar­nos como personas que contribuye­n al bien de todos.

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