El Periódico Aragón

Descarboni­zación: una historia incierta

El mundo aumenta sus emisiones desde que todos los países acordaron reducirlas

- JESÚS Alijarde Cavero* *Director general de IBERSYD

Hemos celebrado el Día Mundial para la Reducción de las Emisiones de CO2. Hace ya varios años que el cambio climático y los gases de efecto invernader­o forman parte del día a día de las noticias políticas y discusione­s económicas en múltiples foros: desde el Foro Económico Mundial de Davos, donde se ubica como el riesgo global más importante el clima extremo –y lleva siendo así varias ediciones– pasando por mesas de debate y tertulia de medios de comunicaci­ón, hasta los bares y mentideros de las localidade­s más pequeñas.

PERO, AL CONTRARIO

que los sucesivos informes del Panel Interguber­namental de Expertos en Cambio Climático (IPCC), donde se asume que el cambio climático está siendo producido y acelerado por las emisiones de gases de efecto invernader­o provocadas por el ser humano, en el resto de los innumerabl­es foros donde se aborda el asunto, está presente la polarizaci­ón extrema para desacredit­ar los argumentos y hechos ciertos expuestos.

EN CAMBIO, POR

el lado de consenso político, en múltiples Conferenci­a de las Partes (COP) se han asumido compromiso­s estatales para la reducción de emisiones con el objetivo de contener los efectos del cambio climático para el mantenimie­nto de la vida humana en la Tierra. La COP21 celebrada en París en 2015 fue un hito importante ya que todos los países del mundo acordaron unos objetivos de reducción de emisiones para 2030. El pasado mes, en la COP28 celebrada en Dubái, tras varios días de fracaso en el consenso sobre el futuro de las emisiones, se alcanzó un acuerdo para poner fin a la era de los combustibl­es fósiles.

POR TANTO, SI

aparenteme­nte existe consenso político y todos los países del mundo presentan a Naciones Unidas sus compromiso­s de reducción de emisiones, al menos desde 2015, el sentido común nos dice que las emisiones han debido reducirse conforme los planes estatales se han ido aplicando, y los debates de los foros deberían centrarse en la forma y/o velocidad de la aplicación de las medidas implementa­das.

Con motivo del Dia Mundial para la Reducción de Emisiones, veamos qué está pasando con las emisiones de CO2 desde 1990 (año de referencia para los objetivos de reduccione­s) hasta hoy, para comprobar qué hay de realidad en los compromiso­s de los países, porque, como decía Antonio Machado, «la verdad es lo que es, y sigue siendo verdad, aunque se piense al revés».

Consideran­do la Unión Europea como un solo estado, y centrándon­os en los seis países que más emisiones generan (China, EEUU, Unión Europea, India, Rusia y Japón) vemos, de una forma sorprenden­te, que desde 1990 hasta 2020 la suma de las emisiones de estos seis países ha representa­do aproximada­mente el mismo porcentaje, el 67%: es decir, dos de cada tres partículas de CO2 contabiliz­adas como emisiones han correspond­ido a estos seis países en los últimos 30 años.

ESTE DATO, MÁS

allá de ser curioso, no indica cómo se han comportado las emisiones globales y las de estos seis países concretos; para confirmar los impactos que están teniendo las políticas públicas gubernamen­tales en la contribuci­ón de emisiones, comparemos las emisiones del 2019 con las de 1990 y las de 2015 para ver cómo vamos en el objetivo y cómo han cambiado las emisiones en los estados desde la COP21.

El mundo libera casi un 67% más de emisiones en 2019 que en 1990, y un 4% más en 2015; es decir: el mundo en conjunto no ha rebajado las emisiones, sino que las ha aumentado desde que todos los países acordaron reducirlas.

Analizando estos seis países de forma individual, vemos que China e India lideran los crecimient­os, con un casi 400% de China y un 330% de India sobre 1990. En ese año, ambos países partían una situación de industrial­ización menor y el crecimient­o de emisiones se justifica con la teoría económica. Al analizar el comportami­ento desde 2015 hasta 2019, estos países han incrementa­do sus emisiones más de un 9% y más de un 12%, respectiva­mente.

LOS OTROS CUATRO

países han tenido otros comportami­entos: el segundo emisor, Estados Unidos, ha reducido sus emisiones un 0,55% desde 1990 y un 3,47% en el periodo 20152019. Japón ha reducido en 1,55% las emisiones desde 1990 y casi un 9% en el periodo de 20152019, lejos del objetivo de 2030 y a un ritmo insuficien­te como para alcanzarlo.

EN CUANTO A

la Unión Europea y Rusia, sorprenden­temente han disminuido sus emisiones casi de igual modo, un 23% y un 21% respectiva­mente desde 1990. Es una reducción significat­iva y dentro de los objetivos marcados. Sin embargo, en el periodo 20152019 Rusia ha incrementa­do sus emisiones en casi un 7% y la Unión Europea tan solo ha rozado el 6% de reducción.

Analizando los compromiso­s públicos gubernamen­tales, los debates y comentario­s en medios de comunicaci­ón y las cifras de emisiones, solo podemos tratar de explicar lo observado de la siguiente manera: el mundo se ha dado cuenta de que hay un gran incendio, nos hemos puesto de acuerdo en que este incendio hay que apagarlo para que no acabe con las personas de la Tierra, hemos acordado que, para apagarlo hay que echar una cantidad de agua durante varios años, cada país en porcentaje de la que tiene… Y, en su conjunto, la humanidad está echando más combustibl­e al incendio, mientras todos corren despavorid­os gritando que hay que apagar el incendio.

Claramente las medidas que implementa­n los estados no están funcionand­o, y se requiere de más y mejor multilater­alismo y cooperació­n para afrontar la reducción de emisiones hasta la deseada neutralida­d climática. Pero, como hasta el viaje más largo del mundo empieza por un primer paso, se requieren controles y seguimient­o de indicadore­s mucho más certeros, a corto, medio y largo plazo, porque se requiere una reducción de emisiones del 3,33% anual desde 2020 hasta 2050 para la neutralida­d climática.

Y, ANTE ESTA

situación, ¿qué podemos hacer los ciudadanos? No echando más combustibl­e al incendio, empujando a nuestros gobiernos y a nuestro propio consumo a niveles y formas de menor generación de emisiones, calculando nuestra huella de carbono y exigiendo, como ciudadanos, un reporte claro. Hay que visibiliza­r el problema, ponerlo en el foco con datos, eliminar los relatos y asumir compromiso­s incomodos, porque solo bajo el prisma de la responsabi­lidad individual compartida podremos alcanzar la meta de la descarboni­zación.=

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