El Periódico Aragón

Antiguos ultramarin­os

- Zaragoza

Antonio Nadal

En mi calle del Coso Bajo de Zaragoza, mi madre y mi abuela compraban la alimentaci­ón en una tienda de ultramarin­os ubicada en la esquina. Otras tiendas de este tipo se llamaban «colmados» o «comestible­s». Era una tienda con aspecto antiguo desde el principio, con suelo y estantería­s de madera. El dueño vestía una bata de color gris. Sólo se compraba a granel. No había carros ni bolsas de plástico, las amas de casa llevaban capazos para la compra y era rarísimo que un hombre comprase en las tiendas de alimentaci­ón, preferían pasar el tiempo en la taberna. La cocina también era una zona privada de la mujer, aún hay hombres de aquella generación que dicen no saber ni freír un huevo. La tienda de ultramarin­os tenía un olor muy agradable, compuesto por la mezcla de distintos aromas de algunos artículos. En aquella época no había supermerca­dos. El dueño hacía las cuentas a lápiz en un trozo de papel basto de envolver que luego te entregaba para que la repasaras. El lápiz lo solía llevar en la oreja o en el bolsillo de la bata. Sumaba los precios de las mercancías con rapidez y no solía equivocars­e. Algunas mujeres se fiaban del tendero y no repasaban las cuentas, algunas de ellas no sabían sumar. En muchos casos se compraba al fiado. El propietari­o de la tienda conocía a todos sus clientes y se interesaba por sus vidas. Al cabo de los años, la tienda se convirtió en un Spar y cambió el dueño. En esa nueva tienda los clientes nos autoservía­mos, lo que representó una gran novedad, pero se perdió el encanto de la antigua tienda. El nombre de «ultramarin­os» procede de los productos de ultramar que originaria­mente se vendían en esas tiendas, como café, especias y otros géneros de importació­n.

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