Jóvenes campeones
Las finales masculina y femenina del reciente Open de Australia de tenis han encumbrado a las figuras de dos jóvenes campeones: la china Zheng Qinwen (que perdió contra Sabalenka) y el italiano Jannik Sinner (que ganó contra Medvéded).
Con poco más de veinte años, ambos demostraron una extraordinaria capacidad para imponerse durante dos largas semanas a partidos disputados al mejor de cinco sets, que les exigieron enorme esfuerzo, férrea voluntad y gran capacidad de concentración, pues el juego del tenis, con su diabólico sistema de puntuación, sigue siendo uno de los deportes más psicológicos e ingratos que existen.
Además de la lucha y del sufrimiento en pista, Jannik y Zheng mostraron en todo momento una exquisita deportividad, quizá el rasgo más meritorio de cuantos atesoran. En ese fair play se resumen todos los valores del deporte en general, entendido como noble lucha o competición de mutuo enriquecimiento. Su ejercicio comprende la tolerancia, la constancia, el dominio de las emociones, el control de las reacciones, la cordialidad con el público (al que debe respetarse en todo momento) y la felicitación al rival (merecedor del mismo o mayor respeto).
Jovencísimos y geniales jugadores como, también, Carlos Alcaraz o Coco Gauff representan lo mejor de su generación en cuanto a valores humanos. El deporte del tenis, así entendido —incluyendo su duro circuito internacional—, los transmite sin duda. Esa manera de jugar, de competir, de sonreír, de reflexionar sobre sus propios partidos, analizar sus fallos y defectos, y reconocer la valía de los rivales habla mucho y bien de esta nueva generación de tenistas que empuñaban su primera raqueta cuando Nadal, Djokovic o Federer habían levantado varios trofeos de Roland Garros, Melbourne o Wimbledon.
Las legendarias rivalidades de estos tres maestros por el trono del tenis mundial, batallas que antaño libraron Santana y Laver, Nastasse y Smith, Mc Enroe y Lendl,o Agassi y Sampras, van a tener segura continuidad en los futuros duelos Alcaraz— Sinner y Zheng—Gauff.
Ojalá que sus emocionantes partidos transmitan, además de la pasión del juego, un gran cariño, respeto y amor por el deporte más importante de cuantos podemos practicar: el de la vida.
El tenis sigue siendo uno de los deportes más psicológicos e ingratos que existen