Las presiones a Orbán dan resultado
La Hungría de Viktor Orbán lleva ya años bajo la lupa de Bruselas, que le reprocha, entre otras cosas, los ataques del Gobierno a la independencia de los jueces o su negativa a acoger a los refugiados que llegan a Europa.
Y no va a ser uno quien ponga en duda la justicia de las críticas que la Comisión presidida por la cristianodemócrata alemana Ursula von der Leyen hace por todo ello al primer ministro de ese pequeño país en el corazón de Europa.
Pero lo de ahora era otra cosa: según el Financial Times, existía un plan en Bruselas para lanzar un ataque a la línea de flotación de la economía húngara.
Hungría no forma parte de la zona del euro, y se trataría de desestabilizar su moneda: el florín. El diario británico llegó a hablar incluso de «sabotaje».
Sería el castigo comunitario a la persistente negativa del Gobierno de Budapest a aprobar la nueva partida de 50.000 millones de euros que Bruselas quiere enviar a Ucrania para que continúe su lucha contra el invasor ruso.
Orbán intentaba no sólo defender los intereses de su país, que pasan por seguir recibiendo el gas natural ruso pese al bloqueo de Occidente, sino que se oponía a la idea de proseguir una guerra desigual que considera hace tiempo perdida y cuyo único objetivo es desgastar al Ejército ruso y dañar su economía.
Objetivo que hasta ahora no se ha cumplido: mientras la economía rusa creció el año pasado, contra todo pronóstico de Occidente, un 3 por ciento, la de Alemania, motor económico de Europa, se encuentra en recesión.
En Bruselas se reprocha desde hace tiempo a Orbán no sólo su proximidad al presidente ruso, Vladimir Putin, sino también al republicano Donald Trump, cuyo regreso a la Casa Blanca parece inevitable, algo que horroriza a los Gobiernos europeos.
Trump se jacta una y otra vez en sus actos de campaña electoral de no haber comenzado ninguna guerra, a diferencia de otros presidentes de EEUU, y ha prometido a sus compatriotas que acabará inmediatamente con la de Ucrania, en la que tan empeñado está, por el contrario, su rival, Joe Biden.
No está de más recordar que fue EEUU quien ideó el plan de meter a Ucrania en la Alianza Atlántica frente a las dudas expresadas en su día por los países europeos, que lo consideraron entonces una provocación innecesaria al Kremlin.
Y cuando, al otro lado del Atlántico aumentan las dudas sobre la conveniencia de seguir apoyando a la Ucrania de Zelenski, son ahora los aliados europeos los decididos a tomar el relevo de Washington y reforzar la ayuda militar y económica a Kiev. Algo que por fin han conseguido al obligar con sus presiones a Budapest que Orbán levante finalmente su veto a esa partida de 50.000 millones.
Y ello en un momento en que llegan noticias alarmantes sobre tensiones por la marcha de la guerra entre el propio Zelenski y el jefe de las Fuerzas Armadas, el general Valeri Zaluzhni, además de críticas abiertas del alcalde de Kiev al creciente autoritarismo del presidente ucraniano.