Con dinero, chufletes
«En la actualidad la financiación pública de los partidos políticos representa de media en torno al 80% sobre los ingresos totales». Esta frase publicada por el Tribunal de Cuentas el pasado día 25 de enero refleja cuál es la realidad financiera de las fuerzas políticas. Porque el dinero es el idioma que todas las ideologías entienden. El aumento de la financiación pública se debe a una serie de factores, entre los que se encuentran la reforma de la Ley Orgánica de Financiación de los Partidos Políticos de 2015, que aumentó las subvenciones públicas, y la crisis económica de 2008, que redujo los ingresos privados. Este incremento público podría tener un impacto negativo en la pluralidad de los partidos políticos y en su capacidad para representar a los intereses de la ciudadanía. Este aumento, a través de nuestros impuestos, se podría entender si las fuerzas políticas satisficiesen las demandas ciudadanas. El mal comportamiento de los representantes democráticos, así como el ejecutivo y partidos o políticos concretos, son las causas de este malestar. La sociedad se ha vuelto más diversa y compleja, dificultando la representación de los intereses de todos los ciudadanos, unido a la pérdida por parte de la ciudadanía de confianza en las instituciones. No parece que el aumento de la financiación a las fuerzas políticas esté devolviendo la confianza en nuestros representantes democráticos, los cuales deberán adaptarse a los retos del futuro para seguir siendo un instrumento eficaz para la participación ciudadana en la vida política. La expresión «con dinero, chufletes» no está funcionando en la vida pública. Solo se les pide que «resuelvan los problemas actuales de los ciudadanos» ¿Están capacitados para hacerlo? La inversión que hacemos en nuestros representantes, de momento, no vemos el retorno en una mejoría de la sociedad.