Un gobierno al albur de un prófugo
Parménides de Elea, filósofo griego que vivió entre los siglos VI y V a. C., enseñaba a sus discípulos que «nada cambia ni nace ni perece pues todo permanece estable». Su contemporáneo Heráclito de Éfeso, lejano precursor de Carlos Marx por su concepción del materialismo dialéctico, propuso lo contrario, que «todo cambia y nada permanece». Aunque no lo sepan, pues de estas cosas de la filosofía y de la historia lo ignoran casi todo, muchos políticos actuales son profundamente heraclíteos, incluso los conservadores. Les ha pasado como a los físicos, que todos eran parmenidianos hasta que en 1915 Albert Einsten publicó la teoría de la relatividad general, en la que predijo que «el tiempo y el espacio son magnitudes relativas que conforman un elemento continuo al que afecta la masa de los objetos, lo que provoca una curvatura del espacio-tiempo», y entonces se hicieron heraclíteos; aunque aún quedan algunos irredentos negacionistas, ya saben, esos del terraplanismo y demás bobadas.
Tal y como anda este mundo, que muda a una velocidad vertiginosa, que los políticos cambien permanentemente de opinión no deja de ser un reflejo de lo que ocurre en la sociedad. La política en España es el paradigma de esta nueva forma de entender las cosas. Así, el fugado Puigdemont era racista, supremacista y de extrema derecha hasta fines del pasado mes de julio, y había que capturarlo y traerlo para que rindiera cuentas ante la justicia por sus muchos delitos; pero pasó a ser progresista, demócrata, inocente e incluso honorable, todo en una tarde; sin embargo, esta misma semana se ha convertido en un tipo egoísta y poco de fiar, cuando el pasado martes sus siete diputados votaron en contra de la llamada ley de amnistía; a saber lo que será mañana.
Entre tanto, varios diputados, amparados en la absoluta impunidad que confiere hablar desde la tribuna del Congreso, han señalado a jueces, con nombres y apellidos, por cometer el grave delito de prevaricación. Bien, si tienen pruebas de esta acusación, sus señorías ya tardan en ir al juzgado a presentar denuncia contra los magistrados que consideren corruptos, y si no es verdad, ya tardan esos jueces en denunciar a esos diputados por difamación como poco.
Que nadie se preocupe, que nada de esto ocurrirá porque todo cambia, y se hará lo que beneficie al prófugo, aunque, Heráclito mediante, se pisotee la dignidad de todo un país, se abandone la decencia y se legisle en interés de media docena de tipos, que para eso son heraclíteos, aunque no lo sepan.
Puigdemont, el fugado, era racista y de extrema derecha hasta finales de julio