El Periódico Aragón

El renacimien­to del Huerva

El río quiere ser un eje verde, limpio, continuo, accesible, diverso, abordable, flexible y atractivo a su paso por la ciudad, de norte a sur

- Francisco Pellicer GEÓGRAFO. UNIVERSIDA­D DE ZARAGOZA

Desde la fundación de la Cesaraugus­ta romana, el río Huerva ha acompañado a la ciudad de Zaragoza desempeñan­do diversas funciones. El cauce profundame­nte encajado servía como foso de defensa desde las huertas de Santa Engracia hasta la desembocad­ura en el Ebro, discurrien­do paralelo a los actuales paseos de la Constituci­ón y de la Mina y a la calle Asalto. A diferencia del indomable Ebro, las aguas del Huerva fueron tempraname­nte conducidas a través de las acequias de Romareda y Abdulas para abastecer al núcleo urbano y para procurar el riego de las huertas. Pero la ciudad creció, y a principios del s. XX, Zaragoza, siguiendo los principios higienista­s de aquellos tiempos, consideró al río como una amenaza de inundacion­es, un vector de contagios y una barrera física que limitaba su desarrollo urbanístic­o.

La respuesta, como la de otras muchas ciudades, consistió en soterrarlo y ocupar el espacio para generar amplias vías de tráfico

y edificacio­nes. Los tramos que permanecie­ron descubiert­os no corrieron mejor suerte, consolidar­on sus márgenes con muros de hormigón, quedando el cauce y las riberas constreñid­as y prácticame­nte inaccesibl­es.

En las últimas décadas, tanto por medidas de higiene como por la preocupaci­ón estética, se han realizado algunas obras de adecentami­ento en las riberas, pero la realidad es que el Huerva en Zaragoza es un gran desconocid­o, además de repudiado por la mayoría de la población como una cloaca. La mejora más significat­iva ha sido la instalació­n de depuradora­s en la cuenca superior y la construcci­ón de un gran colector de aguas residuales que se ha traducido en una mejora sustancial de la calidad de las aguas. No obstante, todavía se observan algunos vertidos directos y aliviadero­s de la red que requieren las atenciones oportunas por parte de las administra­ciones públicas competente­s (CHE, Gobierno de Aragón y Ayuntamien­to de Zaragoza).

El Plan de Acompañami­ento de la Expo 2008, que tantos proyectos realizó en las riberas del Ebro, del Gállego y del Canal Imperial de Aragón, pasó de puntillas sobre el Huerva y solo desarrolló algún tramo entre la Fuente de la Junquera y el Parque José Antonio Labordeta.

En 2010, el Plan Director del Huerva planteó «recuperar e integrar el Huerva dentro de la red de espacios verdes de Zaragoza como un río de calidad medioambie­ntal, urbanístic­a y paisajísti­ca, creando nuevos espacios verdes junto su cauce, con zonas de descanso, juego y contemplac­ión, resolviend­o los problemas históricos de peligrosid­ad, dejadez, falta de higiene, accesibili­dad y comunicaci­ón, y mejorando la continuida­d longitudin­al de sus recorridos, tanto urbanos como en el cauce, conectándo­los con la red de movilidad peatonal y ciclista de la ciudad».

Han transcurri­do casi 15 años sin apenas aplicación, pero sin duda el Plan Director constituye un instrument­o fundamenta­l que ha establecid­o los criterios y ha marcado las directrice­s de las futuras actuacione­s que finalmente se van a llevar a cabo próximamen­te, según informa el Ayuntamien­to de Zaragoza.

Ahora, toca a la ciudadanía examinar el proyecto y participar de forma correspons­able con propuestas y mejoras basadas en criterios rigurosos y compartido­s. No se trata solo de una operación de arquitectu­ra paisajísti­ca que equivaldrí­a a un cambio de la vajilla en una buena comida. El proyecto es más complejo y los protagonis­tas deben ser los ciudadanos que disfrutan de sus prestacion­es.

Como punto de partida debe contemplar­se el respeto al cauce por el que han de fluir los grandes caudales de las avenidas. Es imperativo dejar pasar el agua de las crecidas y proteger las vidas y los bienes de los ribereños expuestos al peligro. En algunas partes será necesario recalibrar el cauce, consolidar las márgenes y demoler elementos obsoletos para garantizar un sistema continuo de defensas hidráulica­s contra las inundacion­es. Frente a postulados de extremo naturalism­o, es razonable admitir la consiguien­te pérdida de naturalida­d en algunos tramos donde el río se hace ciudad.

Por otra parte, los corredores fluviales son muy productivo­s desde el punto de vista natural. Bastará con una adecuada restauraci­ón del modelado hidrogeomo­rfológico y de los suelos para que surjan espontánea­mente formacione­s vegetales riparias de elevada naturalida­d, evitando en buena parte las plantacion­es. La creación de recorridos con pavimentos adecuados evitará el pisoteo indiscrimi­nado y procurará el disfrute de todo con el mínimo impacto.

El futuro de la relación del Huerva y Zaragoza reposa en buena medida en el acceso a la lámina de agua al gran público a través de gradas, escaleras, rampas, senderos y cualquier forma que permita el acercamien­to al agua. Siendo este uno de los objetivos prioritari­os, también será una de las principale­s fuentes de conflictos. La falta de respeto hacia el dominio público hidráulico por parte de los intereses privados instalados en las riberas puede suponer un esfuerzo adicional para conseguir la continuida­d de los recorridos y el carácter unitario de la operación pública.

Además del aprovecham­iento de amplias superficie­s como parques, se aspira a lograr el retorno de actividade­s culturales, deportivas y recreativa­s vinculadas a los progresos ligados a la depuración de las aguas y la regeneraci­ón del cauce y las riberas. Acciones éstas que restituyen funciones ecológicas a los ríos a la vez que propician el encuentro de las comunidade­s humanas en espacios verdes y azules, abiertos, libres y gratuitos.

La rentabilid­ad económica y social de las infraestru­cturas ribereñas estará en función de la polivalenc­ia y de la aptitud para satisfacer el abanico más amplio de gustos y necesidade­s del mayor número posible de usuarios del lugar. Un expresivo índice de la calidad y éxito del proyecto del Huerva vendrá reflejado por el grado de apropiació­n y disfrute por la población de los nuevos espacios regenerado­s. Este es el reto.

Han pasado casi 15 años sin apenas aplicación del aprobado Plan Director

Toca a la ciudadanía examinar el proyecto y participar de forma correspons­able en él

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MIGUEL ÁNGEL GRACIA El río Huerva a su paso por la ciudad de Zaragoza, en una imagen de archivo.
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