El futuro cuando ya no sea futuro
Hay veces que el futuro es el presente, otras muchas en las que el pasado se convierte en presente y quizá también sea el futuro pese a los intentos que se hagan, pero también hay otras en las que el futuro no es una incógnita en el sentido de que la sorpresa juega parte de él. La sorpresa y el trabajo diario. Y de eso, y, sobre todo, de curiosidad y juego, sabe mucho el Centro de Arte y Tecnología Etopia de Zaragoza, ese edificio que está ubicado junto a la estación Delicias pero que es mucho más que esa representación física.
Etopia cumplió el año pasado diez años de vida, al menos desde que se inauguró el edificio, y en torno a este efeméride se ha construido (no hecho) El laboratorio de las preguntas futuras, un libro impecablemente editado y diseñado que es una obra de arte ya en cuanto a forma, pero que encierra una llave para el saber estar mejor en esta sociedad. ¿Les suena ambicioso? Lo será. Pero lo que en él se abre es una sinfín de debates sobre lo que ha de venir desde la certeza de que el camino hasta él está plagado de pruebas y errores, de aciertos y errores, de jugar con las cosas y de preguntarse mucho. Sobre todo eso, preguntarse.
Así, la publicación, coordinada editorialmente por Isabel Cebrián, multiplica la esencia de Etopia dándole voz a los expertos y participantes del proyecto que lejos de sentar cátedra siempre van más allá planteándose, ¿y ahora qué? Y lo que es más interesante aún, ¿esto cómo podemos hacerlo? Desde ese prisma se aborda abordan las grandes cuestiones a las que la ciencia, la tecnología, la economía y la cultura tendrán que hacer frente no dentro de mucho tiempo. A las que, por supuesto, no hay una respuesta exacta.
Etopia ha construido en estos diez años un mundo de innovación, realidad y apertura a proyectos de difícil clasificación en una sociedad en la que todo tiene que estar marcado siempre marcando el ritmo de una ciu
dad a la que le ha costado enterarse de que tenemos un centro donde cualquier cosa puede pasar.
La valoración sobre si se han cumplido los objetivos previstos durante esta década le corresponde hacerlo a otros, pero sí creo que se ha conseguido abrir un semillero en un lugar estratégico (ubicado entre los barrios de Delicias y la Almozara) desde el que se ha introducido en la ciudad conceptos que otras ciudades más grandes han tardado en asimilar mucho más tiempo.
En torno al centro trabajan actualmente un buen número de profesionales que no solo han entendido el concepto sino que consiguen eso con lo que sueña cualquiera, que trabajen para sumar, no para poner piedras en el camino.
Lo mejor de todo es que a Etopia todavía le queda mucho camino de crecimiento y lo único que habría que pedir es que le dejen hacer, que las cosas cuando fluyen guiadas por profesionales que han hecho el concepto como algo suyo, solo pueden traer cosas positivas. A partir de ahí, el centro debe abordar también, en mi opinión, no el abrirse más a la sociedad (no es un proyecto cerrado o estanco, ni mucho menos) sino el ser capaz de que sus actividades lleguen más a los zaragozanos, al público objetivo y al que quizá puede llegar a serlo. No es una tarea sencilla ni hay una llave secreta para conseguirlo pero si algo tiene la sociedad es curiosidad. Y yo muchas ganas de que Etopia sobreviva, por lo menos, cien años más. El juego solo acaba de comenzar.
Etopia ha celebrado diez años con una publicación que duda más que afirma