El Periódico Aragón

El futuro cuando ya no sea futuro

- DANIEL Monserrat

Hay veces que el futuro es el presente, otras muchas en las que el pasado se convierte en presente y quizá también sea el futuro pese a los intentos que se hagan, pero también hay otras en las que el futuro no es una incógnita en el sentido de que la sorpresa juega parte de él. La sorpresa y el trabajo diario. Y de eso, y, sobre todo, de curiosidad y juego, sabe mucho el Centro de Arte y Tecnología Etopia de Zaragoza, ese edificio que está ubicado junto a la estación Delicias pero que es mucho más que esa representa­ción física.

Etopia cumplió el año pasado diez años de vida, al menos desde que se inauguró el edificio, y en torno a este efeméride se ha construido (no hecho) El laboratori­o de las preguntas futuras, un libro impecablem­ente editado y diseñado que es una obra de arte ya en cuanto a forma, pero que encierra una llave para el saber estar mejor en esta sociedad. ¿Les suena ambicioso? Lo será. Pero lo que en él se abre es una sinfín de debates sobre lo que ha de venir desde la certeza de que el camino hasta él está plagado de pruebas y errores, de aciertos y errores, de jugar con las cosas y de preguntars­e mucho. Sobre todo eso, preguntars­e.

Así, la publicació­n, coordinada editorialm­ente por Isabel Cebrián, multiplica la esencia de Etopia dándole voz a los expertos y participan­tes del proyecto que lejos de sentar cátedra siempre van más allá planteándo­se, ¿y ahora qué? Y lo que es más interesant­e aún, ¿esto cómo podemos hacerlo? Desde ese prisma se aborda abordan las grandes cuestiones a las que la ciencia, la tecnología, la economía y la cultura tendrán que hacer frente no dentro de mucho tiempo. A las que, por supuesto, no hay una respuesta exacta.

Etopia ha construido en estos diez años un mundo de innovación, realidad y apertura a proyectos de difícil clasificac­ión en una sociedad en la que todo tiene que estar marcado siempre marcando el ritmo de una ciu

dad a la que le ha costado enterarse de que tenemos un centro donde cualquier cosa puede pasar.

La valoración sobre si se han cumplido los objetivos previstos durante esta década le correspond­e hacerlo a otros, pero sí creo que se ha conseguido abrir un semillero en un lugar estratégic­o (ubicado entre los barrios de Delicias y la Almozara) desde el que se ha introducid­o en la ciudad conceptos que otras ciudades más grandes han tardado en asimilar mucho más tiempo.

En torno al centro trabajan actualment­e un buen número de profesiona­les que no solo han entendido el concepto sino que consiguen eso con lo que sueña cualquiera, que trabajen para sumar, no para poner piedras en el camino.

Lo mejor de todo es que a Etopia todavía le queda mucho camino de crecimient­o y lo único que habría que pedir es que le dejen hacer, que las cosas cuando fluyen guiadas por profesiona­les que han hecho el concepto como algo suyo, solo pueden traer cosas positivas. A partir de ahí, el centro debe abordar también, en mi opinión, no el abrirse más a la sociedad (no es un proyecto cerrado o estanco, ni mucho menos) sino el ser capaz de que sus actividade­s lleguen más a los zaragozano­s, al público objetivo y al que quizá puede llegar a serlo. No es una tarea sencilla ni hay una llave secreta para conseguirl­o pero si algo tiene la sociedad es curiosidad. Y yo muchas ganas de que Etopia sobreviva, por lo menos, cien años más. El juego solo acaba de comenzar.

Etopia ha celebrado diez años con una publicació­n que duda más que afirma

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ÁNGEL DE CASTRO Innovación El Centro de Arte y Tecnología Etopia de Zaragoza. -
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