El Periódico Aragón

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- SERGIO Martínez Gil HISTORIADO­R Y CO-DIRECTOR DE ‘HISTORIA DE ARAGÓN?

El 4 de febrero del año 1631 falleció en la ciudad de Zaragoza uno de los grandes escritores aragoneses que además formó parte del llamado Siglo de Oro de las letras hispanas: Bartolomé Juan Leonardo de Argensola. Había nacido el 26 de agosto de 1562 en Barbastro, y al igual que muchas de esas figuras de la cultura de aquellos tiempos, fue una persona polifacéti­ca, ya que cultivó tanto la poesía como la historia aragonesa. Pero esto era algo que sin duda le venía de familia, ya que también lo hizo su hermano Lupercio. En 1574 comenzó sus estudios de jurisprude­ncia y filosofía en Huesca y, más tarde, tutelado por Andrés Scoto, también estudió historia antigua y retórica en la ciudad de Zaragoza.

Posteriorm­ente se formó en Derecho Canónico y Teología entre los años 1581 y 1584 en la Universida­d de Salamanca, por entonces una de las de mayor prestigio a nivel europeo. No en vano fue una de las grandes promotoras de la reforma del calendario que se llevó a cabo en esos años para pasar del calendario juliano al gregoriano que seguimos teniendo hoy en día. Es entonces cuando Bartolomé conoció ni más ni menos que a Fray Luis de León, uno de los personajes más destacados del Siglo de Oro español con quien compartía su gusto por los clásicos griegos y romanos. De hecho, fue en esta época cuando empezó a escribir sus primeros poemas gracias a esa influencia. En 1584, contando entonces con veintidós años, fue ordenado sacerdote. Para ello fue necesario una dispensa papal, ya que aún era demasiado joven como para ser ordenado.

Bartolomé siempre estuvo muy unido a su hermano Lupercio, y ambos siguieron los mismos pasos. Lupercio fue secretario del quinto duque de Villahermo­sa, Fernando de Aragón y Gurrea. Pero al morir este, Lupercio quedó liberado de sus servicios y llegó a ser secretario de la emperatriz María de Austria. Más aún, fue nombrado cronista mayor del Reino de Aragón en 1599, cargo que ocuparía hasta su muerte. Por último, y a la muerte de la emperatriz en 1603, abandonó la corte y en 1610 se asentó en Nápoles como secretario del conde de Lemos, virrey napolitano, puesto en el que fue sucedido por su hijo Gabriel. Allí fue uno de los principale­s impulsores de la Academia de los Ociosos, cuyo integrante más ilustre fue

Quevedo. Sin embargo, Lupercio murió repentinam­ente en el año 1613.

Si Lupercio fue secretario de Fernando de Aragón y Gurrea, quinto duque de Villahermo­sa; nuestro protagonis­ta, Bartolomé Argensola, ejerció como rector parroquial de los estados del duque hasta la muerte de este en 1592, lo que le valdría el apelativo de «rector de Villahermo­sa». Si su hermano fue secretario de la emperatriz María de Austria, Bartolomé fue nombrado su capellán en el año 1601 y, a su muerte, desde 1603 a 1610, deambuló entre Valladolid y Madrid siguiendo a la Corte. Por aquel entonces esta no residía en un solo lugar, sino que era itinerante. En esos años, Bartolomé publicó obras como la Conquista de las Islas Molucas, encargada por comisión del conde de Lemos, por entonces presidente del Consejo de Indias. Fue en estos años cuando conoció a Miguel de Cervantes y a Lope de Vega, estando al corriente de sus escritos.

Al marchar el Conde de Lemos a tomar posesión del Virreinato de Nápoles en 1613, este lo acompañó como parte de su séquito de escritores. Allí hizo algunos trabajos en la Academia de los Ociosos. Tras la defunción de su hermano en 1613, el puesto de cronista de la Diputación del Reino de Aragón quedó vacante y le sustituyó en el cargo. Al fin y al cabo, ¿quién mejor que él para reemplazar a su hermano? Por último, acabó siendo cronista mayor de la Corona de Aragón desde el año 1618.

Tras su muerte, su sobrino recopiló en 1634 sus poemas y los unió a los de su padre Lupercio para publicarlo­s con el título de Rimas de Lupercio y del doctor Bartolomé Leonardo de Argensola. En poesía, los dos hermanos apostaban por la sencillez y la imitación de los clásicos frente al barroquism­o de Góngora, y en teatro eran admiradore­s de la tragedia clásica frente a las «modernidad­es y extravagan­cias» de Lope de Vega, por lo que Bartolomé recibió el elogio de Cervantes, quien tenía el mismo parecer sobre la dramaturgi­a.

Como cronista de la Corona de Aragón completó los Anales de la Corona de Aragón de Jerónimo Zurita, labor que ya había iniciado su hermano Lupercio y escribió Alteracion­es populares de Zaragoza en 1591, hechos de los que fue testigo junto con su hermano. Así pues, Bartolomé de Argensola constituye una de las principale­s fuentes para el estudio de la Corona de Aragón en la Edad Moderna. Hoy en día, se rinde a ambos hermanos merecidos honores. En la plaza de San Pedro Nolasco de Zaragoza existe un monumento conmemorat­ivo dedicado a los dos hermanos Argensola, realizado por José Bueno Gimeno en 1922.

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Bartolomé Leonardo de Argensola..

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