A nosotros lo que pasa en Gaza», se lamenta Farah, una desplazada
En árabe, Farah significa alegría, y esta mujer hace honor a su nombre. Ni ella ni su marido saben cuándo podrán volver. Es una de las 83.000 personas de las localidades fronterizas del Líbano con Israel que han tenido que abandonar sus hogares para salvar la vida. Los enfrentamientos entre la milicia Hizbulá y el Ejército israelí suman más de 200 muertos. La mayoría de los desplazados , que ya son el 75% de la población del sur, se alojan con familiares y otros están gastando sus ahorros para alquilar un lugar. «Primero, alquilamos un apartamento, pero no nos lo podíamos permitir, así que vinimos aquí», cuenta Farah.
Como muchas otras, esta escuela de formación profesional
Campo de refugiados
sigue en funcionamiento. Una sección aún acoge clases, mientras que la otra está dedicada al refugio. En el patio, entre las mochilas llenas de libros, la ropa tendida de los desplazados trata de secarse pese al lluvioso invierno libanés. Pasan sus días sin hacer nada. «No hay trabajo», constata Mortada Mhanna, a cargo de la unidad de gestión de desastres de Tiro. «Lo que necesitan es trabajo para ganar algo de dinero y paz», señala. Atiende a más de 25.000 desplazados, sostenidos por decenas de organizaciones.
En un Líbano en debacle económica, esta emergencia humanitaria llega en el peor momento. Tras cuatro meses de guerra, el plan de emergencia del Gobierno está resultando ineficaz. «Una guerra abierta como la de 2006 [entre Israel y Hizbulá] sería mucho mejor, porque nos facilitaría maneras de ayudar de verdad a estas personas», subraya Mhanna. «Como nuestro Estado no ha declarado la emergencia, todas las oenegés trabajan como si fuera una situación normal y nos dan los mismos recursos que antes de la guerra», aclara. En cuatro me
«Tememos que nos pase