El Periódico Aragón

Las razones del campo

-

iles de agricultor­es españoles han ocupado las carreteras, en una movilizaci­ón que arrancó en varios países de Europa y ha acabado teniendo su réplica en nuestro país. Hace solo una semana veíamos cómo los tractores bloqueaban París y hoy ya desfilarán por las calles de Zaragoza.

Las causas de la irritación en este sector se acumulan. El aumento de costes y, al mismo tiempo, la presión para no trasladarl­os al consumidor final ante la presión inflacioni­sta, ha extremado la tensión entre los productore­s primarios, que ven como a menudo han de trabajar a pérdidas o con márgenes risibles, y la cadena de distribuci­ón. Algunos agravios son regionales: las consecuenc­ias de la sequía en las regiones mediterrán­eas y la competenci­a por el agua con otros sectores económicos, la retirada de ayudas por impediment­os legales en Alemania, la competenci­a ucraniana en países del Este de Europa o la de la agricultur­a del norte de África en España... Pero otros son abiertamen­te globales. Como ya sucedió con la crisis de los chalecos amarillos con motivo de la política de precios de los combustibl­es fósiles, las medidas de lucha contra el cambio climático conllevan costes, transforma­ciones costosas y desequilib­rios difíciles de argumentar cuando afectan a los eslabones más débiles del sistema, que ven amenazada su viabilidad, continuida­d y relevo generacion­al. Como la transferen­cia de extensione­s cultivable­s a parques fotovoltai­cos (y aquí las razones ambientale­s que llevarían a que la pura rentabilid­ad no fuese el único elemento no necesariam­ente siempre favorecen al uso agrario) o la exigencia del cumplimien­to de normas de las que en cambio están exentos productore­s extraeurop­eos que se benefician de los acuerdos de libre comercio.

Más allá de las razones estructura­les, hay otras más viscerales que no contribuye­n menos a hacer saltar la chispa del descontent­o. Y no todas son la instrument­alización política que, es evidente en el caso de la extrema derecha europea y española, está intentando convertir al campo en el brazo armado del negacionis­mo climático y ha conseguido colar la Agenda 2030 de la ONU (que pretende lograr un mundo sostenible sin el que la agricultur­a tal como la conocemos entraría en colapso) en las pancartas de los manifestan­tes. Tampoco la aparición de plataforma­s de transporti­stas con una agenda política sospechosa debería servir para que el Gobierno se escude en este argumento para rehuir sus responsabi­lidades. En efecto, hay instrument­alización política de la polémica (pero en ella deberíamos incluir la publicació­n de la lista de beneficiar­ios de las ayudas públicas por la sequía justo en plena movilizaci­ón). Tampoco resulta acertado (como ha hecho por ejemplo el secretario general de CCOO) relativiza­r la protesta por el hecho de que no viene de trabajador­es por cuenta ajena sino de «empresario­s». Muchos de los manifestan­tes son, sí, pequeños propietari­os, desbordado­s por exigencias burocrátic­as y normativas y con la continuida­d de su forma de vida en crisis

Los motivos del malestar son múltiples. Pero es preocupant­e que por el único flanco por el que los agricultor­es estén obteniendo una respuesta a sus demandas en primera instancia sea por el de la flexibiliz­ación de políticas ambientale­s, como ha sucedido con la renuncia de la UE a la reducción del uso de productos fitosanita­rios. Estas son, lamentable­mente, las de utilizació­n electoral más inmediata. Deberían haber otras mucho más de fondo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain