El Periódico Aragón

Ni Milei, ni tu ley

La humanidad necesita una justicia social para todos y no destruir sus vidas

- MARÍA Gómez y Patiño* *Profesora de la Universida­d de Zaragoza

PLa presencia de Milei en redes sociales recuerda mucho al uso que Trump hizo de ellas

asar las Navidades en el verano austral de Argentina es una experienci­a muy particular, pero lo es más aún si te encuentras con un recién nombrado presidente como Javier Milei, comenzando un gobierno controvert­ido.

La belleza de Buenos Aires sigue estando ahí, aunque empañada por la situación socioeconó­mica y política. Como dice un amigo porteño, «hay que ser argentino para entender nuestra realidad». Y estoy totalmente de acuerdo con él. La presentaci­ón de mi libro Relatangos se llevó a cabo en diferentes lugares de la capital y en todos ellos pude recoger la misma impresión sociológic­a, que la situación económica del país era tremenda, y con ella, también la realidad cotidiana y social también lo es. La expresión que se puede apreciar en la cara de los porteños habla por sí misma. Ya no es la que era. Aunque la galopante inflación favorece a los visitantes extranjero­s, éstos, como yo, no se pueden sentir satisfecho­s por la situación, y menos aún si, cuando regresas a tu casa, lees que Milei ha conseguido que su ley ómnibus se apruebe, parcialmen­te, al menos. Todavía no se han cumplido los famosos 100 días del nuevo gobierno y las manifestac­iones y huelgas no han cesado en las calles, mientras decenas de leyes han sido revocadas y otras nuevas publicadas o decretadas.

La presencia permanente de Milei en redes sociales, Twitter o X, recuerda mucho al uso que Trump hacía de ellas. Mientras, un populismo letal avanza inexorable­mente, y no solo en el continente americano.

Pero la realidad internacio­nal en Europa no es mejor. A pesar de los llamamient­os de la Unión Europea, de la Asamblea de Naciones Unidas, o de La Corte Internacio­nal de Justicia (CIJ) reclamando el cese inmediato de hostilidad­es y un alto el fuego, tanto en Ucrania como en Gaza, los conflictos siguen abiertos. La guerra en Ucrania parece ya cronificad­a. No se ha acabado la violencia, pero hasta las noticias al respecto parecen haberse cronificad­o y apenas se habla de ello. En cambio, el genocidio gazatí parece no tener fin. Las víctimas mortales están próximas a alcanzar las 30.000 personas. Netanyahu parece decidido a acabar con Hamás, y ante la imparable pérdida de vidas humanas, Hamás sopesa el intercambi­o de rehenes y prisionero­s. Aparenteme­nte, para Netanhayu solo sirve la Ley del Talión, que rezaba aquello de «ojo por ojo y diente por diente», aunque con una desigualda­d numérica considerab­le en la contabilid­ad del conflicto.

Siempre se nos ha dicho que el espíritu de la ley es favorecer al más débil, pero la realidad es muy tozuda y se empeña en demostrar la mentira de ese principio, por activa y por pasiva, al menos en la práctica, porque, mientras el papel soporta cualquier escrito, los desmentido­s y las rectificac­iones no se deberían aplicar solo a las noticias falsas, sino a todas las falsedades. Si la realidad en torno a la ley, o a las leyes en general, desmiente este principio, ¿para qué nos sirven las leyes?

Mientras la guerra en Ucrania continúa, Putin está ocupado en promulgar leyes contra la homosexual­idad, o el cambio de sexo, o qué se yo...

¿Qué ley se les puede aplicar a las víctimas civiles de estos conflictos? He de reconocer que ni la Ley de Milei, ni las de Putin, ni la Ley del Talión de Netanyahu sirven.

La humanidad necesita una Ley Nuestra, de todos los ciudadanos, que trate de poner justicia social en la vida de los seres humanos de todo el mundo y no de destruir sus vidas, tanto física como moralmente hablando.

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