El espíritu de Guti y los tambores de remontada
La noche estaba ardiendo de felicidad, encendida por la electricidad y la energía que el equipo había transmitido desde el césped y el alto valor de la goleada ante el Sporting de Gijón, por el fondo y por la forma. De repente, la luz se apagó y el alma del zaragocismo se heló cuando se conoció el alcance de la lesión de Raúl Guti el día de su regreso a casa. El sueño de una noche de febrero terminó como una pesadilla: el canterano se había fracturado la rótula, tendrá que ser operado y se perderá cuatro meses de competición.
En su vuelta a La Romareda, ese momento que tantas veces había imaginado en los últimos meses, Guti encajó como un guante en el planteamiento táctico de Julio Velázquez y, con su fútbol de despliegue, de orden, piernas y toque fácil, ayudó a que la maquinaria engrasara en el centro del campo con Francho haciendo de su alter ego en el otro costado y Moya en el inicio de la jugada. Junto a ellos, hay que subrayar el extraordinario trabajo de desgaste físico y psice del adversario de Mollejo, la chispa que lo prendió todo desde el carril izquierdo y que anuló una de las principales armas del Sporting, a Hassan.
En una acción que comenzó con un robo de balón en campo propio, el Real Zaragoza sacó un contragolpe de manual, con Francho y Zedadka de escalas intermedias. Maikel Mesa puso sus gotas de arte a la jugada ya dentro del área y dejó que el balón pasara suavemente entre sus piernas para la llegada de Guti tras un esprint largo y de fuerza. El canterano golpeó el balón y, al caer después del disparo, Rivera le atropelló y se rompió. Raúl aún intentó seguir, pero la rodilla no le respondió. Su salida del campo entre lágrimas, llorando desconsoladamente, encogió el corazón del estadio en pleno.
El Real Zaragoza había mostrado un espíritu de equipo candidato, una estructura sólida bien armada desde atrás (la línea de tres funciona con Mouriño, Francés y Lluís López, sujetados cuando hacológico
falta por Edgar Badía, un portero que gana puntos) y una intensidad y un amor propio muy superiores a los de su rival. Ganó por merecimientos y lo hubiera hecho también sin tantos regalos. Había encontrado una senda por la que hacer camino. Un plan en el que Guti debía tener un rol principal y estratégico. Para jugar a esas revoluciones, con esa energía y ese carácter todo un partido, el Zaragoza y Julio Velázquez necesitaban al canterano, que había llegado para añadir esos caballos de más, esos kilos y ese vigor que faltaba en el medio.
Ahora ya no estará. Su baja es muy sensible en tanto en cuanto condiciona el modelo y debilita su nervio en el motor del equipo. Es una mala jugada para el futbolista y para su entrenador. En La Romareda retumbaron este lunes tambores de remontada y se sembraron semillas para recoger buenos frutos en el corto y medio plazo. Velázquez tendrá que trabajar para que no se marchiten sin una pieza clave en el engranaje manteniendo vivo este espíritu.