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El director de fotografía Juan Mariné recibe este sábado el Goya de Honor a sus 103 años de edad «Él se lanzaba a la piscina y no le importaba nada» dice Emilio Gutiérrez Caba =
Acaba de cumplir 103 años –nació en Barcelona el 31 de diciembre de 1920– y hace mucho tiempo que cuenta con el reconocimiento del cine español, ya de varias generaciones, que lo consideran su gran referente. «Juan es un hombre de cine, siempre hablamos de hombres y mujeres de teatro, pero a él lo que le gustaba era coger una cámara y desde muy jovencito fue operador jefe», señala a Efe Emilio Gutiérrez Caba, actor que no solo trabajó con él en la mejor época del cine español, sino que pone voz al documental sobre su figura Juan Mariné. Un siglo de cine, dirigido por María Luisa Pujol.
El director de fotografía recibirá este sábado en Valladolid el Goya de Honor. «Es un sabio dedicado al cine, más que operador, a lo largo de los años se dedicó a la investigación cinematográfica y aún hoy aporta conocimientos técnicos a las nuevas generaciones», añade Gutiérrez Caba.
Sus primeros largometrajes como director de fotografía fueron Legión de héroes, de Juan Fortuny y Armando Seville, y Cuatro mujeres, de Antonio del Amo, ambas de 1942, aunque ya iba con la cámara al hombro y ocupándose de la electricidad desde 1937. Tenía apenas 17 años, pero ya le apasionaba investigar efectos especiales y crear ilusiones jugando con la luz.
Se pasó media vida inventando trucos, como él decía, que le permitían milagros como rodar
una escena de 091: Policía al habla, dirigida por José María Forqué, en la que una única bombilla de 40 vatios ilumina toda la escena. «Experimentaba constantemente, él sabía cuándo se podía ‘permitir el lujo’ de rodar con una bombilla, y lo hacía mucho, porque podía ser absurdo lo que quería iluminar, pero lo intentaba, y lo hacía», se admira Gutiérrez Caba.
Mucho antes de que los cineastas de la nouvelle vague rodaran cámara en mano, Mariné ya lo había hecho: véase Día tras día (1951), de Antonio del Amo, y sus escenas del Rastro madrileño. También fue pionero en usar el sistema Eastmancolor y el objetivo Cinemascope en 1956, con La Gata, dirigida por Margarita Alexandre y
Rafael María Tordesilla.
Inventar instrumentos o mecanismos que le permitieran avanzar en su profesión y vivir al momento lo que su imaginación y su cabeza le pedían. Eso hacía Mariné. «Tenía unas ideas sobre fotografía muy ortodoxas pero que en un momento podían cambiar radicalmente a heterodoxas: él se lanzaba a la piscina y no le importaba nada –comenta Gutiérrez Caba–. Era osado, disfrutaba al máximo lo que tuviera entre manos y trataba de llevar al límite lo que pudiera conseguir».
Y se le recordará por haber grabado, en 1936, el impresionante entierro del anarquista Buenaventura Durruti –con tiros de cámara innovadores que logró gracias a
amigos que disponían de aparatos a los que situó estratégicamente en las calles por las que pasaban féretro y gentío– pero también por su actividad de los últimos 35 años; es lo que tiene ser centenario.
En 1989, Mariné dejó definitivamente los platós para dedicarse solo a la restauración de negativos antiguos, tanto en Filmoteca Española, como en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM), donde su laboratorio, situado en el sótano, y apodado cariñosamente el Submariné, contiene un tren de lavado y recuperación higrométrica inventado por él que permite procesar miles de metros de cintas deterioradas.
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