Tractores y votos
Cualquiera que conozca el campo –la agricultura en general y, más concretamente, el campo español–, sabe que la mentalidad del agricultor no es especialmente colectiva. Desde luego, nada gregaria. Quizá sea por eso que los sindicatos convencionales, como UGT o CCOO, nunca hayan entrado a saco en ese granero de votos trabajadores, pero poco trabajados por su parte, limitándose a coger grano a grano mientras la cosecha salía por la puerta de la derecha.
Esa tendencia, ampliable a Estados Unidos y buena parte de Europa, según la cual el agricultor, el granjero, el ganadero, se siente más identificado con los partidos conservadores, explica el apoyo a las actuales tractoradas por siglas como Vox o por gobiernos autónomos como la Junta de Moreno Bonilla.
Abascal y Feijóo, por este orden, no solamente entienden que los tractores salgan a las carreteras y calles, sino que los alientan y animan a concretar sus protestas contra el gobierno de Pedro Sánchez y el ministro Planas. Esa afinidad explica también que Vox haya exigido las consejerías de Agricultura allá donde ha logrado gobernar en alianza con el PP, y desvela el misterio de algunas de las convocatorias a las manifestaciones de estos días, animadas por líderes o grupos empresariales simpatizantes del ultranacionalismo español.
Al margen del rédito político de las tractoradas y de la manipulación de argumentos y eslóganes, a los damnificados no les falta razón. La sequía ha venido a agravar una situación económica insostenible. El propietario agrario, grande o pequeño, debe enfrentarse a la más seca pero perfecta tormenta. Una diabólica combinación de elementos se ha conjurado en su contra: la subida de combustibles, disparada hace ya dos años, se ha establecido en un 20%; la inflación ha encarecido abonos, piensos, recambios, toda obra, reforma o producto necesario para las explotaciones agrícolas, amén de incrementar el gasto corriente, doméstico, de las familias; y las progresivas prohibiciones y limitaciones de Bruselas contra el uso de pesticidas sitúan a los productores españoles en inferioridad de condiciones respecto a otros países donde se permiten esos productos.
Con este panorama, además del rocío, el calor y los mosquitos de aquella jota… ¿Quién quiere ser labrador?
El propietario agrario debe enfrentarse a la más seca pero perfecta tormenta