El Periódico Aragón

Tristeza de ceniza

- JUAN Gaitán* *Periodista, poeta y narrador

ESi le quitamos al carnaval la irreverenc­ia, la rebeldía, todo queda en nada

l saber antiguo ya trató de enseñarnos que hay un tiempo para cada cosa y que todo tiene su momento. Así, en el pasaje más conocido del Eclesiasté­s se dice que «hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir. Hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír; un tiempo para hacer duelo y un tiempo para bailar...». El texto es más largo, pero ya con esto vale para orientar el camino. Ahora, se supone, estamos en ese periodo que, desde la antigüedad, la gente ha dedicado a la liberación de las inhibicion­es, estamos en tiempo de carnaval. Pero últimament­e todo el mundo se ofende por todo y peligra esta época que proclama en su nombre el «fin de la carne», el comienzo de la penitencia­l Cuaresma.

El carnaval no es libertad de expresión, es libertad de subversión. Si le quitamos al carnaval la irreverenc­ia, la rebeldía, todo queda en nada, como en aquel soneto de José Hierro, «tanto todo para nada». En carnaval todo vale, porque todo es nada, porque es mentira, broma, risa, descaro sin maldad. Pero hasta eso estamos dispuestos a cargarnos en esta sociedad ultrasensi­ble en la que, digas lo que digas, alguien se sentirá ofendido por tus palabras.

En el carnaval de Cádiz un cuarteto que van de punkis cantó un cuplé en el que decían del ex futbolista Joaquín que «representa to lo que odio, machista y facha (…) no comprendo cómo ese tío puede caerle bien a la gente. Po a pesar de todo lo que he dicho la mujer me cae más malamente». Y se lió. Resulta sorprenden­te que Joaquín, que ejerce de chistoso institucio­nal, y que acaso tiene ese deje de graciosill­o complacien­te en una fiesta de señoritos, se mosquease por la broma, pero lo peor es que su esposa, Susana Saborido, se lo tomó fatal y dijo que era un cuplé «a mala leche». En la magnífica serie argentina El encargado se dice una frase certera: «no se puede confiar en la gente que trabaja de ser bueno». Y lo mismo suele suceder con los que ejercen de gracioso, no saben aguantar una broma. Pero todo esto no es más que el síntoma leve de una enfermedad muy grave. No hay espacio ya para la irreverenc­ia, «la gente no respeta ni que estamos en carnaval», como hubieran dicho aquellos dos genios conocidos como El Peña y el Masa, otros cuartetero­s. Hemos construido una sociedad inquisidor­a en la que cualquier palabra causa un efecto alud de imprevisib­les consecuenc­ias. Las redes sociales han propiciado un nuevo modelo de censura en la que todo el mundo está dispuesto a condenar y mandar a la hoguera a cualquiera que no entre en los estrechísi­mos cánones de lo que hemos dado en llamar «políticame­nte correcto». Y no damos tregua ni en carnaval. De pronto lo hemos convertido todo en cuaresma, con su tristeza de ceniza.

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