Había una vez...
José Ramón García
Zaragoza
Había una vez, un paisano que vivía en un pequeño núcleo de habitantes cercano a la gran ciudad que tenía que cambiar al regidor. Hasta aquí todo normal, pero no era así, dicho paisano era el representante de uno de los tres partidos que se presentaban para regidor del pequeño núcleo. El actual regidor había prometido a sus vecinos que no se presentaba más, mentira, no se presentaba porque las normas del partido al que pertenecía obligan a estar solo dos legislaturas, y él ya las llevaba.
Por lo tanto no se podía presentar por ese partido. Pero según decía dicho regidor había un 5% de posibilidades de poder volver a presentarse, pero no le interesaba explicarlo. Aquí comenzaba la película para el paisano del principio. Su partido le invitó a una comida con tres de sus dirigentes. Él creía en estas personas. La reunión era para decirle que él no era el adecuado para representar al partido porque querían tener un regidor ganador que representara al partido y no era otro que el que no se podía presentar por su partido, pero sí por el del paisano. Por lo tanto, la comida fue la hipocresía más despreciable que se le puede hacer a un compañero. Prometieron muchas cosas, no cumplieron ninguna. Después de esta reunión la responsable del partido hizo otra visita, pero esta vez olvidó a los afiliados del partido y le acompañaron los amigos del candidato que son de otro partido .
Por ello el paisano comentaba después de la elección del regidor tal y como se comprometió que para el partido es lo primero, pero su desprecio era para algunas personas, no todos son igual. Pero también dijo que el Ayuntamiento de la ciudad había muerto para él. Mientras no cambien las personas jamás recibirán ni su apoyo ni el de los suyos.