El Periódico Aragón

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Sus compañeros de la escuela le llamaban «el wikipedia, porque todo lo sabía», dice su madre Cuando supo que tenía altas capacidade­s ya «no fue un problema» =

- E. G. C. ZARAGOZA

«¿Por qué tengo que esperar un año para aprender a dividir por dos cifras?», le preguntó Diego a su madre un día al volver del colegio en Primaria. El día anterior les habían enseñado esta operación por una cifra y él lo había comprendid­o a la primera. Al siguiente le inquirió a la profesora cuándo lo harían por dos y la respuesta fue que en el próximo curso. Diego, que ahora tiene 18 años, se aburría en clase porque todos los años se daba el mismo temario y «solo se ampliaba una frase», era una constante repetición. Sus compañeros le llamaban «el wikipedia, porque lo sabía todo y eso a él le dolía», cuenta Laura, su madre.

Desde bien pequeño le gustaban los agujeros negros, no paraba de preguntar en clase, de pedir más deberes, de llevar un ritmo superior al del resto de compañeros. «Hay que tener mano izquierda», reconoce Laura, con respecto a los docentes, porque los niños con altas capacidade­s «son consciente­s de que necesitan más», pero al mismo tiempo saben que el resto de sus compañeros no. «Que les repita la explicació­n a ellos, pero conmigo que vaya más deprisa», reivindica­ba Diego.

A él no le diagnostic­aron altas capacidade­s hasta Secundaria, y eso que su familia y él mismo sabían que algo pasaba. «Yo no lo veía como tal, pero era muy movido en clase». Desconecta­ba, se aburría. Su madre señala que tenía mucho vocabulari­o, le encantaban las matemática­s, era inquieto y hacía muchas preguntas. En 4º de Primaria un psicólogo recomendad­o por su centro educativo le detectó TDH y quiso medicarle, aunque su madre se negó.

En 6º fue cuando le hicieron las pruebas. Sí, tenía altas capacidade­s. «Iba más rápido de lo normal», recuerda. Los padres de Diego hablaron con la rectora del colegio para adelantarl­e un curso. Al mismo tiempo le detectaron un problema ocular y eso «lo tomó como excusa para no adelantarl­e». Veía las letras curvadas y como le dijeron en ese momento, gracias a esas altas capacidade­s había aprendido a leer porque si no, hubiera sido imposible.

No le adelantaro­n un curso y pasó a la ESO con el resto de sus compañeros. En 1º hubo profesores que le proponían trabajos extra pero «tampoco fue suficiente»,

explica el joven. En 2º, su tutora, Adela, «fue mi salvación, porque en cuanto se enteró que tenía altas capacidade­s se compró un libro y me dijo que entendía muchas cosas sobre mí». A partir de ese momento, cuenta su madre, «comenzó a ir al colegio contento», porque no le pasaron de curso pero sí le aceleraron en Matemática­s. Y en los recreos le explicaban cosas diferentes como los números binarios. Le potenciaro­n también otras asignatura­s que no le gustaban tanto. Después llegó la pandemia.

Pocos amigos

Él nunca se vio como «el empollón» pero lo tomaban como «el pesado de la clase», cuenta Diego. Le costaba tener amigos, una situación que cambió en Bachillera­to y ahora en la Universida­d, donde cursa Finanzas y Contabilid­ad. En Bachillera­to tuvo alguna dificultad, las notas bajaron de forma significat­iva. Antes, «los estudios resultaban muy fáciles y nadie me había enseñado a estudiar, ningún temario era un desafío», asegura.

Tener altas capacidade­s es un problema en dos situacione­s, explica Diego: cuando no sientes que las tienes porque «te sientes raro, diferente»; y cuando el entorno no te ayuda; por eso cuando lo supo «dejó de ser un problema». En su caso, sus padres sí le apoyaron, no tanto en el colegio. Considera que hubiera mejorado si hubiera adelantado de curso. Recomienda a los padres que tienen sospechas, que «se informen, que le hagan las pruebas» y en cuanto a la educación, «facilitar adaptacion­es y adelantar de curso si es necesario». A los que las tienen, les recomendar­ía que «no dejen de hacer cosas que les gustan, que no lo traten como un problema sino como un potenciado­r para sus vidas».

Laura reconoce que cuando se le explicó la situación, el chico se sintió «aliviado porque pensaba que era un bicho raro y no es así».

Al tener la seguridad también le hicieron pruebas a su hermana y a los padres. Su hermana también tiene altas capacidade­s, aunque «en el colegio ni siquiera la han evaluado, porque no presenta problemas», cuenta su madre. En su caso es alta sensibilid­ad, ansiedad ante los exámenes... pero sus profesores están pendientes. También el padre y «aunque no te sirve a nivel de conocimien­to», sí «para conocerte a ti mismo». Asegura Laura que ellos han aprendido mucho de sus hijos porque «te enseñan a ver la vida de otra manera».

«Se aburría en clase porque todos los años se daba casi el mismo temario y era muy inquieto»

«No hay que dejar de hacer lo que te gusta porque esto no es un problema sino un potenciado­r», dice

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EL PERIÓDICO En el parque A Diego no le reconocier­on altas capacidade­s hasta la ESO. -

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