El Periódico Aragón

«Hay que prepararse psicológic­amente para esta profesión»

- CRISTINA GARCÍA VETERINARI­A ▶

«Es lamentable que hasta 2020 no tuviéramos un convenio nacional que regulara el sector», denuncia Cristina García, veterinari­a en una clínica de Zaragoza. Hace cuatro años que el sector se regularizó con su primer convenio colectivo, mejorando la situación de una profesión que, pese a su importanci­a --por eso del cuidado de las mascotas y, por ende, de las personas con las que conviven–, mantiene unos sueldos «precarios».

Este es el principal motivo por el que cada vez hay menos profesiona­les dispuestos a trabajar en un centro. Es sencillo: «Buscan una calidad de vida mejor, hacen oposicione­s, dejan el sector o se van fuera de España», explica García, que asegura que entre sus amigos son muchos los que han decidido irse al extranjero en busca de mejores oportunida­des y unas condicione­s laborales más ajustadas a su responsabi­lidad.

Pese a ello admite que la situación ha mejorado notablemen­te en los últimos años y celebra que cada vez «se cuida» más al trabajador, que ahora dispone de mejores equipos y tiene unas condicione­s más dignas. Claro está, «todavía queda mucho por mejorar», apostilla. Cristina sabe a qué hora entra a trabajar cada mañana, «pero nunca se cuándo voy a salir porque nos sucede como a los médicos, todo depende de los mascotas, que son nuestros pacientes, y sus necesidade­s». «Si viene un animal que necesita ser operado de urgencia no lo puedes dejar sin tratar porque ha acabado tu turno», explica. Así que su jornada laboral acaba ampliándos­e conforme va pasando el día.

«Lo primero es la atención y el bienestar del perro, gato o mascota que llega a la clínica, que merece el mejor trato posible y toda la atención, independie­ntemente de la hora que marque el reloj», recalca esta amante de los animales.

Su trabajo lo define como «algo estrictame­nte vocacional» porque acarrea mucho estrés y no facilita la conciliaci­ón. Motivos por los que asegura que «no es de extrañar que la tasa de ansiedad y depresión se dispare en esta profesión, porque le dedicas tu vida y el dinero no compensa». Es por ello, dice, que «tienes que estar psicológic­amente preparado». Una precarieda­d que lamenta

porque, según la veterinari­a, «en Aragón tenemos muy buenos especialis­tas, pero apenas están valorados en el día a día».

No todo es negativo. Esta experta destaca que la forma de pensar de las personas esta cambiando y cada vez se le da más importanci­a al bienestar animal. «Las nuevas generacion­es

están más dispuestas a realizar pruebas que antiguamen­te ni se contemplab­an en un animal. Por ejemplo, los dueños no se sorprenden si les dices que hay que hacer un TC o cirugía por mínima invasión», explica. Sin embargo, puntualiza, a veces existe el rechazo, «sobre todo por fines económicos, lo que impide que no se pueda determinar un diagnóstic­o por falta de pruebas en el paciente (mascotas) y que las opciones de tratamient­o se vean limitadas». Una limitación del trabajo que la joven veterinari­a achaca a los impuestos como el IVA, «a los que tenemos que hacer frente en las clínicas», apunta.

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EL PERIÓDICO Cristina García examina a Dory, una pastora vasca un tanto asustadiza.

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