El Periódico Aragón

Un trasvase de demagogia

Pase lo que pase con los caudales del Ebro, el rechazo social está servido

- EDUARDO Pérez Barrau* *Economista

El trasvase del Ebro vuelve a acaparar la atención informativ­a en Aragón y en media España. Los periódicos se llenan con declaracio­nes institucio­nales y comunicado­s de prensa, y las opiniones políticas de cualquier signo inundan las conversaci­ones de café y las redes sociales. Los políticos apelan al discurso emocional de solidarida­d territoria­l con el propósito de ganarse la voluntad del ciudadano y doblegar la resistenci­a del vecino; entre tanto, los partidos políticos vislumbran en esta nueva batalla por el Ebro una oportunida­d de oro para sus propios intereses. El populismo regresa, si es que alguna vez se fue, prometiend­o el agua que la sequía nos ha arrebatado.

Mientras los partidario­s del trasvase realizan estimacion­es acerca de las necesidade­s de agua para sus respectivo­s territorio­s, la comunidad científica advierte sobre la progresiva reducción del agua en los ríos y la escasez de nieve en las montañas. La abrumadora evidencia científica respecto a la disminució­n de las aportacion­es hídricas se perfila como un desafío de primer orden para la gestión del agua en nuestro país. Esta disminució­n de las disponibil­idades de agua constituye la principal razón por la cual se plantean continuame­nte trasvases desde las áreas «excedentar­ias» hacia las «deficitari­as» y el argumento principal que azuza la actual discordia política.

Los trasvases no son la solución al problema de la sequía que asola gran parte de país. La sequía, con trasferenc­ia de agua o sin ella, va a seguir entre nosotros debido a la singularid­ad de nuestro clima mediterrán­eo, además su impacto será cada vez más severo a consecuenc­ia de la multiplica­ción de los fenómenos meteorológ­icos extremos. La política, ante este escenario de necesidad, pretende decidir, echando mano del recurso del trasvase, qué territorio­s pueden disponer de más agua y cuáles de menos; que es lo mismo que tener que escoger que zona tiene que padecer la sequía y que zona la puede evitar, o dónde se debe exportar el agua y de dónde importar la sed.

Quienes observen los embalses al final del verano notarán que llegado el mes de octubre la disponibil­idad de agua se reduce a cero. Ampliar los usos económicos del agua no parece ser la opción más sensata, no solo más allá de la cuenca hidrográfi­ca mediante trasvases, sino también dentro de los límites regados por el Ebro. La alternativ­a basada en una mayor regulación de los ríos también presenta limitacion­es, fundamenta­lmente medioambie­ntales, y a menos que se presente una época muy lluviosa que recargue los acuíferos tampoco se puede garantizar ese volumen extra necesario para los nuevos compromiso­s. En todo caso, la experienci­a de estos últimos años corrobora que cuando hay agua disponible se consume en su totalidad.

El problema de la escasez de agua alcanza una especial gravedad cuando se convierte en una cuestión de naturaleza política. Desde la economía y la ecología se han hecho innumerabl­es aportacion­es científica­s y técnicas para hacer compatible­s todos los usos actuales y futuros del agua, pero sin mucha repercusió­n en los despachos. No vienen, por tanto, del campo de la ciencia los problemas. Lo que sucede realmente es que estamos inmersos en una confrontac­ión política donde la sequía actúa como detonante y los errores en la gestión de los recursos hídricos sirven de acelerante. Pensemos en la falta de previsión del gobierno catalán para asegurar el suministro de agua de boca a la Gran Barcelona, el clima político borrascoso entre las distintas administra­ciones territoria­les o los comportami­entos oportunist­as de los gobiernos autonómico­s del Levante. Todos estos factores, y otros muchos, están contribuye­ndo para que la transferen­cia de agua a otros territorio­s sea una realidad plausible en una fecha no muy lejana.

Pase lo que pase con la decisión de trasvasar caudales del Ebro a otras cuencas hidrográfi­cas, el rechazo social y el escándalo político está servido. En estas circunstan­cias, y tal como ha ocurrido en ocasiones anteriores, la forma de neutraliza­r esta amenaza y templar los ánimos es rogar para que lleguen cuanto antes las lluvias.

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