La edad y las capacidades de Biden vuelven al centro de la campaña
La indignación con el demoledor retrato del fiscal Hur no rebaja su gran debilidad política El 76% cree que le falta la salud mental y física necesaria para un segundo mandato
En privado Joe Biden ha reaccionado con un cabreo monumental e improperios y, en público, con un enfado y hasta rabia indisimulados. Sus aliados no dudan en denunciar un grosero golpe bajo partidista. Lo que ni el presidente de EEUU ni su equipo o sus defensores pueden eludir es la realidad: el demoledor retrato sobre la memoria y las facultades del octogenario presidente que ha plasmado el fiscal especial Robert Hur en el informe sobre el manejo de documentos clasificados hecho público el jueves ha devuelto al centro de la campaña electoral un tema que desde hace tiempo es la mayor debilidad política del demócrata: las preocupaciones que desatan su edad (81 años), sus capacidades y su estado.
El informe presentado por Hur, que debería haber sido un triunfo político para Biden al decidir que no enfrentaría cargos en este caso, habla de un «anciano simpático bienintenciado con mala memoria» que exhibe «facultades mermadas». De hecho, el fiscal republicano cita esos argumentos como uno de los factores que le llevaron a no imputar. Y da numerosos ejemplos para exponer las «limitaciones sig
nificativas», incluyendo el que más ha dolido e indignado a Biden: la idea de que fue incapaz de recordar la fecha de la muerte de su propio hijo. Inicialmente algunos aliados del presidente pensaron que sería una tormenta pasajera, pero se equivocaron. Inmediatamente, quedó claro que Hur había reactivado una bomba de relojería, dando además combustible a Donald Trump y los republicanos para ataques incendiarios contra Biden, o
para relanzar la idea de aplicar la 25ª enmienda, que permitiría sacarlo del cargo por incapacidad (una idea que se barajó también usar contra Trump por motivos diferentes en 2021).
El propio presidente intentó contener los daños con una rueda de prensa en la que realizó su autodefensa con emoción y contundencia pero en la que también se vio crispado y por momentos descontrolado y donde, además, cometió
uno de sus habituales deslices diciendo «presidente de México» cuando quería decir Egipto. Las preocupaciones alrededor de esta cuestión no son inventadas por la prensa. Basta hablar con votantes en EEUU y ver incluso a quienes le apoyan conteniendo la respiración cuando se acerca a un micrófono. Y basta mirar las encuestas. Una de las últimas, de NBC, mostraba que un 76% cree que al presidente le falta la salud mental y física necesaria para un segundo mandato, que de lograr acabaría con 86 años. El porcentaje en el caso de Trump (77 años) se queda en el 48%.
Son numerosos los estrategas demócratas que admiten que este golpe no se puede minimizar. Dan Pfeiffer, que asesoró a Barack Obama, reconoce que es difícil, si no imposible, endulzarlo, por más que se puedan buscar y esgrimir argumentos en defensa de Biden, como su probada capacidad política en sus tres años de mandato. «El informe es muy malo y plantea un peligro político muy real», escribía en su newsletter. «Es tan dañino porque va al núcleo de lo que asedia ahora a Biden políticamente: el miedo de que no está en condiciones, y lo más dañino en política son las cosas que confirman las sospechas de la gente», valora otro antiguo asesor, David Axelrod.
Las tácticas / para intentar esa salida que han usado hasta ahora Biden y su equipo no están dando resultados. Poco hacer chistes propios con la edad o espetar con espíritu desafiante un «mira lo que hago». La estrategia de mantener al presidente en una especie de burbuja protectora alejado de los contactos con la prensa amplifica cada desliz. Y de poco está sirviendo señalar a los patinazos cada vez más frecuentes que también protagoniza Trump. Las críticas y denuncias desde los demócratas a Hur tampoco llegan a los ciudadanos de la misma forma en que llegan los comentarios de su informe.
Muchos ven ecos de lo que sucedió en 2016 con Hillary Clinton. Aquel verano, James Comey, director del FBI, explicó que no presentaría cargos contra la candidata demócrata por el caso del uso del servidor privado pero aseguró que había sido «extremadamente descuidada» y negligente, abriendo un flanco de ataque. El caso se hizo nuclear cuando Comey reabrió la investigación a a 11 días de las elecciones y lo cerró sin cargos dos días antes de los comicios, que Clinton perdió ante Trump.