La estructura
Marx, como tantas veces, tenía razón; pero, como tantas otras, se quedó corto con las previsiones de un capitalismo hipercamaleónico. Nuestra economía y vida social están determinadas por lo que él llamaba estructura: el tinglado socioeconómico que nos determina; sin embargo, el otro tinglado mediático y digital tiende a ocultarlo y, cuando vienen mal dadas, a desviar la atención hacia lo que don Karl bautizó como superestructura. Lo hemos visto en el estallido agropecuario, cuyas causas son estructurales –PAC que privilegia a los terratenientes, cadenas de suministro que minusvaloran a los productores y a los mercados de proximidad, ausencia de medidas proteccionistas, comercio mal regulado con terceros países, etc.–, pero se advocan cuestiones intangibles (supersestructurales), como la agenda 2030, las políticas ecológicas, las avionetas o la destrucción de presas. La derecha siempre ha intentado esconder los problemas derivados de la estructura, casi siempre injusta, agitando espantajos superestructurales que desvíen la atención: la patria, la moral o el sursum corda. Aunque en este ejercicio de desviacionismo e impostura la ultraderecha internacional se ha graduado con matrícula de honor. Si, por ejemplo, seguimos la actividad del grupo Vox en el Congreso de los Diputados, comprobaremos que siempre defienden el establishment estructural: votan sistemáticamente contra las medidas sociales, a favor de las desregulaciones y otras medidas de neoliberalismo insolidario. Sin embargo, se presentan como defensores de «esa España que madruga» humillada por Puigdemont, la amnistía, la progresía y los «ecologetas»: pura superestructura. El PP también se está dejando llevar por esta deriva que está desajustando su coartada de proclamar la defensa de la clase media para defender de facto al Ibex 35. Analicemos la estructura y obremos en consecuencia, lo demás son interesados cantos de sirena...