Errores políticos
Los dos principales partidos de la democracia española, PSOE y PP —sobre los que, guste o no, descansa el armazón de los poderes legislativo y ejecutivo—, han caído en la misma trampa con respecto a las asechanzas del maligno y ciertamente diabólico Carles Puigdemont. Mutuamente, populares y socialistas se vienen acusando de negociar con el prófugo a escondidas, o bien ocultando a la opinión los términos de dichos acuerdos. Como resultado de esa torpe estrategia, ambos partidos están resultando seriamente dañados, al tiempo que Junts lava su imagen y muestra desde la sombra un poder que nunca tuvo. Estamos viendo esta semana, pero ya desde hace meses, cómo la amnistía, por una parte, y la aritmética de la gobernabilidad, por otra, se confunden en un mismo problema sin solución, cuando son distintos. Un buen matemático iría despejando esas incógnitas una por una, sin mezclarlas, separando sus fórmulas y soluciones, pero socialistas y populares han hecho mal los números y, en lugar de sumar, restan. Mientras PP y PSOE se tiran los trastos a la cabeza, Puigdemont, en su dorado exilio, se frota las manos. Su estrategia está funcionando a la perfección. Consiste, básicamente, en ir limando, rebajando, degradando las estructuras de ese Estado español que tanto odia, hasta debilitarlo y ponerlo a sus pies.
De hecho, lo está consiguiendo. Seguramente, nada puede hacerle más feliz. Junts tiene como primer objetivo la destrucción de España. Desacreditar su monarquía, su Parlamento, sus Gobiernos, sus partidos políticos es necesario, desde su punto de vista, para, en no demasiado tiempo, desgajar de su unidad territorial las cuatro provincias catalanas, secuestrar a sus habitantes, atrapándolos en un limbo territorial sin reconocimiento internacional, sin moneda, sin futuro, y bajo el dominio de un régimen carcelario proclamar la república bajo la presidencia del molt honorable Carles Puigdemont. A este monstruoso plan están contribuyendo, con similar torpeza, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, cuya falta de visión viene deteriorando el clima político interno y la imagen externa de nuestro país, arrodillado ante los cuatro miserables que lo odian profundamente.
Porque la filosofía política de Junts no es la gobernabilidad ni el progreso, ni siquiera la independencia, sino el odio.
Mientras PP y PSOE se tiran los trastos a la cabeza, Puigdemont se frota las manos