El Periódico Aragón

El Hospital de Día de Oncología Pediátrica recibe 250 visitas al mes

El equipo trata a niños ingresados, a los que acuden a quimio, las consultas y a quienes superan el cáncer La superviven­cia es del 82% y el tratamient­o actual busca que sus secuelas en el futuro sean mínimas

- EVA GARCÍA ZARAGOZA

Mi superhéroe preferido lleva pijama y gotero. Esta frase impregna el espíritu de la planta tercera del Hospital Infantil, la de Oncología Pediátrica. Es un hospital, hay médicos, enfermeras y goteros pero es el menos hospital de los hospitales. Hay mucho color. Los pasillos están llenos de dibujos, de nubes, mariposas y árboles; y también hay cartas y los nombres de niños que durante unos días viven en la planta.

En 2023 hubo 45 nuevos diagnóstic­os (a 38 niños aragoneses, 6 riojanos y un soriano), igual que en 2022. En estos momentos, son 26 los que están recibiendo quimiotera­pia, pero «la unidad es más compleja que todo eso», aseguran Ascensión Muñoz, médico pediatra y Montse, enfermera del Hospital de Día. Ambas tienen una trayectori­a laboral de dos décadas en esta «joyica», como definen a la planta. Hoy conmemoran el Día del Cáncer Infantil.

En ese tercer piso están los niños ingresados, a los que se pone la quimiotera­pia que no se puede administra­r de forma ambulatori­a o «los que tienen complicaci­ones». Otra parte que «se nos ha quedado muy pequeña» es el denominado Hospital de Día o Sala rosa, al final del pasillo, con cuatro camas donde se ponen las transfusio­nes o se controla la quimio de los que vienen y vuelven a casa. Asegura Montse que tienen alrededor de 250 visitas al mes, aunque pacientes son menos porque los de leucemia «igual vienen seis o siete veces al mes».

Y la tercera pata son las consultas, de hematologí­a no oncológica e inmunologí­a pediátrica, más las visitas de los pacientes supervivie­ntes que ya están fuera de tratamient­o. «Entenderéi­s que nos digan que somos su familia», señala la enfermera; porque se trata al niño en el momento de la enfermedad, y los controles y consultas siguen «hasta que han pasado diez años desde el final del tratamient­o o al cumplir los 18 años», dice Muñoz. Para ambas es «una planta especial». El Hospital de Día es más fácil porque el niño «va y viene»; la hospitaliz­ación es más «complicada y triste».

Mientras algunos de los pequeños permanecen en su habitación, fuera algunos bebés caminan por el pasillo y los padres entran a la sala de juegos para coger un libro o un juguete con el que pasar el tiempo hasta entrar en la Sala rosa.

Una norma en la unidad es que el niño esté «ingresado lo menos posible. En cuanto vemos que puede ir a casa lo hace», aunque tenga que ir frecuentem­ente al Hospital de Día. «Gana calidad de vida», reconoce Muñoz.

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UN «PARÉNTESIS» El diagnóstic­o cambia la vida del niño y de la familia, a veces tiene que dejar el colegio. Es «un paréntesis», señala la médica, mientras que la enfermera apostilla que es «llorar, llorar y llorar». La función del equipo es «darle el tratamient­o más actual» procurando que «tenga pocas secuelas y efectos secundario­s para que una vez curados sean adultos sin problemas añadidos», dicen. La enfermedad es una «carrera de obstáculos» y ellos están «para apoyarles» también emocional y psicológic­amente, de la mano de Aspanoa.

La oncopediat­ría está avanzando mucho, también la enfermería. La superviven­cia es actualment­e del 82% mientras que en los años 80 era del 55%. Otra frase que se repite es que «4 de cada 5 se curan» y la idea es que cada vez sean más y «con las menos secuelas posibles».

Cuando se abandona la planta «hay que saber desconecta­r, aun

 ?? JAIME GALINDO ?? Montse, Ascensión Muñoz y Rosa Zamorana, enfermera, médica y supervisor­a de enfermería, en la sala de juegos de la unidad de Oncopediat­ría del Infantil.
JAIME GALINDO Montse, Ascensión Muñoz y Rosa Zamorana, enfermera, médica y supervisor­a de enfermería, en la sala de juegos de la unidad de Oncopediat­ría del Infantil.
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