El Periódico Aragón

Secuelas de la globalizac­ión neoliberal

Los efectos que ha producido a nivel mundial este proceso han sido inmensos

- CÁNDIDO Marquesán* *Profesor de instituto

La caída del régimen soviético y la ausencia de rival permitiero­n a EEUU, junto con algunos países europeos, iniciar una expansión mundial denominada, globalizac­ión. No obstante, desde la Edad Moderna (siglos XVI-XVIII) comenzó un proceso de interacció­n entre diversas y lejanas partes del mundo. Por ello, hubo una primera globalizac­ión o globalizac­ión temprana. Las acciones portuguesa­s y españolas fueron el punto de arranque (descubrimi­ento de América, primera vuelta al mundo de Magallanes y Elcano), para alcanzar una auténtica intercomun­icación a nivel planetario en aspectos económicos, políticos, culturales, científico­s, religiosos…

Hoy hablaré de globalizac­ión neoliberal de las últimas décadas. Los efectos que ha producido a nivel mundial han sido inmensos: la creación hasta extremos impensable­s de la cantidad de riquezas y el número de millonario­s, la salida de la pobreza de los países asiáticos, junto con el declive de la clase media, el incremento de la desigualda­d y el deterioro institucio­nal en el mundo occidental. En un contexto de aceptación global de la hegemonía estadounid­ense se produjo la difusión de los valores liberales y democrátic­os, y la creación de una arquitectu­ra económica e institucio­nal mundial.

El motor de la globalizac­ión fue una nueva mentalidad, que lo cambió todo. Nuestro sistema, después que Thatcher y Reagan cambiaran las funciones de los Estados, dirigió su mirada y sus objetivos hacia el futuro y el exterior. El futuro se observaba con gran optimismo: se podrían realizar las opciones personales, desarrollo­s tecnológic­os y estabilida­d política. Las sociedades se gobernaría­n más democrátic­amente con Internet, los trabajos alienantes desaparece­rían, la prosperida­d se guiaría por la creativida­d. La tecnología, la ecología, la inteligenc­ia artificial entre otras abrían grandes posibilida­des. En el ámlos bito económico hacia el futuro se instaba a los sistemas políticos y económicos occidental­es a reformarse para ser más flexibles y eficientes. Como también los individuos, demasiado anclados en un empleo fijo y en la falta de iniciativa. Había que asegurar también las expectativ­as, sobre todo en el ámbito financiero con las adecuadas reformas para asegurar la rentabilid­ad.

La globalizac­ión supuso una necesidad permanente de posicionar­se hacia el exterior. Como las guerras desaparecí­an, salvo en zonas marginales, los Estados debían romper sus fronteras y abrirse creando unos contextos internos sanos y sólidos para atraer las inversione­s exteriores, que era la opción mejor para crecer. Igualmente empujaban a sus empresas a expandirse a otras zonas del globo, en busca de mano de obra más barata.

Pero no todo ha sido positivo de la globalizac­ión. Para los países occidental­es han surgido problemas muy serios.

El primero es el territoria­l

Ha habido países que han salido beneficiad­os y otros perjudicad­os. Ciudades globales que han incrementa­do su vitalidad, mientras las ciudades medias y pequeñas, junto con el mundo rural (La España vacía) han caído en una espiral decrecient­e. Se ha producido una desarticul­ación territoria­l a pequeña y gran escala. La Unión Europea no ha sido inmune a este proceso: las países del Sur han perdido potencia y recursos (Grecia, Italia, España…) mientras que Alemania y Holanda se han beneficiad­o. Países y regiones muy desiguales y con tendencia a una separación mayor. Lo mismo en EEUU, que se ha roto entre estados del interior y los de las costas.

El segundo problema, el económico

Un reforzado sector financiero que acumuló grandes cantidades de capital empujó a una reorganiza­ción productiva en Occidente. La búsqueda de oportunida­des globales deterioró determinad­os sectores productivo­s, que se deslocaliz­aron por los costes más bajos. Trajo consigo la desindustr­alización de Occidente y la construcci­ón de complejas cadenas de suministro globales, de las que los países occidental­es solo conservaba­n los ámbitos de gestión y la promoción, y algunos sectores de alta cualificac­ión. En Occidente el trabajo se dirigió hacia le sector servicios. Las secuelas están ahí. En Europa, la pandemia nos mostró el desabastec­imiento de material sanitario, y la guerra de Ucrania nuestra dependenci­a de energía y de alimentos.

El tercer gran problema, una restructur­ación de las clases sociales

La crisis del 2008 mostró, aunque ya venía fraguándos­e con anteriorid­ad, un desplazami­ento de recursos hacia el vértice de la pirámide social. La relación entre capital y trabajo, que había dominado Occidente, se quebró y con ella los equilibrio­s de corrección que daban estabilida­d y seguridad. Ha surgido una sociedad fracturada, ya que la gran mayoría de la población occidental ha visto reducirse su nivel adquisitiv­o (primero mitigado por el crédito, después empobrecid­o por las deudas), se debilitaro­n enormement­e las pequeñas y medianas empresas tradiciona­les, con el consiguien­te deterioro de la clase trabajador­a. En contrapart­ida una pequeña parte de la sociedad, vinculada al sector financiero y tecnológic­o ha aumentado su riqueza. Este movimiento muy semejante en todo Occidente, que creó una nueva clase global a la que las clases medias altas aspiraron a pertenecer, a menudo sin suerte, provocó el declive del resto de las clases medias y la disminució­n de recursos para las capas más inferiores. Aquí tenemos el origen de la extrema derecha.

La gran mayoría de la población occidental ha visto reducirse su nivel adquisitiv­o, con el consiguien­te deterioro de la clase trabajador­a

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