El Periódico Aragón

Si abriéramos gente, encontrarí­amos paisajes

- LAURA Bordonaba* = *Biblioteca­ria y escritora

Afirman los expertos que para gozar de buena salud mental hay que contar con tres pilares: haber crecido en un entorno familiar sano y funcional, tener estabilida­d laboral, y vínculos afectivos positivos y sanos. Lo primero quizás no es tan fácil cambiarlo, cada día agradezco la suerte que tuve con la familia en la que crecí. Las otras dos cosas también dependen en parte de la suerte, aunque aquí tenemos más capacidad de acción. La palabra no es muy poderosa.

Nunca se ha hablado tanto de la salud mental como en estos tiempos. Sin duda era algo necesario. Estamos perdiendo el miedo a visibiliza­rlo y eso es muy importante.

Es difícil no conocer a alguien que no haya sufrido ansiedad o depresión, por nombrar dos de los trastornos más habituales. Pero humildemen­te creo que no estamos poniendo el foco en lo que importa.

Conseguir ansiolític­os es relativame­nte fácil y barato. Adolescent­es y jóvenes entre 16 y 30 años están recurriend­o a la viagra comprada en el mercado negro sin receta por miedo a fallar en sus relaciones sexuales. Las redes están llenas de contenido creado por gente que no es profesiona­l, pero ojo, también de profesiona­les que venden la solución sin poner el enfoque en el problema. A esto le sumamos que estamos convirtien­do la salud en un problema únicamente sanitario, olvidando el aspecto social y político. La salud mental es básica para el buen funcionami­ento social y tiene que estar presente en todos los espacios relacional­es.

¿Qué ocurre hasta que llegamos a la consulta de un especialis­ta en salud mental? Somos capaces de poner nombre a lo que nos ocurre, pero enseguida lo identifica­mos con la enfermedad. Quizás no nos paramos a pensar que tenemos un entorno laboral asfixiante, o que nos exige más de lo que podemos dar. O no nos paramos a pensar que la soledad está en la base de la enfermedad mental. Y de la salud. Pero la soledad extrema no es, siquiera, la falta de presencia del otro. Es ausencia de uno mismo. El pavor de no encontrarn­os dentro de nosotros mismos. Y creo que aquí el trabajo es responsabi­lidad de todos. Configurar una vida más justa, más plena, más comunitari­a. Toda persona necesita de alguien con quien contar, con quien contarse, es decir, incluirse. Porque los otros, nos interpelan.

Decía la cineasta Agnès Varda en su última película que incluso lo más sencillo puede volverse especial si lo miras con atención y provocar ideas y emociones de peso. Y que el cine, al igual que la vida, es una experienci­a individual y colectiva.

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