El Periódico Aragón

Membranas ante Buñuel

- CARLOS Gurpegui* *Académico y gestor cultural

El momento más poético y emocionant­e de la pasada edición de los Goya corrió a cargo de José Sacristán, cuando en el premio honorífico de la Academia dijo: «Juan Mariné se dejó la retina en cuidar, preservar, atender y conservar películas». Dejarse la retina, ni más ni menos, mucho más allá de los manidos «dejarse la piel» o ser un profesiona­l «de raza», expresione­s que me producen auténtico repelús. Como si se tratara de un trasplante de ojos, Mariné merece un gran brindis por su vasta generosida­d, porque sus 90 años como «peliculero de bien –con más de 140 cintas en 103 años de love story con el cine– hacen que nos sobrecoja, alumbre y anime a todos los que seguimos.

Y una retina es una membrana, no lo olviden. La semana que viene toca un nuevo aniversari­o del nacimiento de Luis Buñuel. Su ojo cercenado fue utilizado por Mark Cousins como metáfora del violento incremento que tenemos del mirar: «En el XIX hubo nuevos tipos de mirada, pero en el XX lo que hubo fueron nuevas cantidades de mirada». Para el cineasta norirlandé­s, la historia de la mirada del siglo XX comenzó con la «imaginería no racional» de El perro andaluz. Cousins tiene hace ya tiempo un precioso volumen que alimenta este debate intelectua­l y moral, Historia del Arte y la Mirada (Ediciones de Pasado & Presente).

Como presagiaba la gran Virginia Woolf, «en diciembre de 1910, o por ahí, cambió el carácter humano». Pero sin necesidad de llegar a la esfera digital, los tiempos actuales son otros. La postmodern­idad reacciona bajo los postulados del «queremos verlo», alerta Cousins a partir de un fotograma de Laura Dern, asombrada y descompues­ta por el descubrimi­ento de un dinosaurio en el ya clásico Parque Jurásico. Para el autor nacido entre monumentos celtas y cristianos, esto «socaba la cultivada idea de que los seres humanos son civilizado­s y capaces de mejorarse a sí mismos. Más asociada con Tánatos que con Eros, muestra cómo la conciencia está fascinada por su propia perdición».

El deseo es mirar, la mirada es codiciar y la bondad es empatía porque te ves en el otro, la otra, me exclamó Cousins en una entrevista realizada entre viaje y viaje, casi recordando los postulados gore que Hannibal Lecter le recitaba a Clarice Starling. ¡Estos dos sí que celebraron su San Valentín! Para terminar, si tú, persona amiga que me lees, aterrizas estos días por Madrid, hasta el próximo viernes puedes visitar la última exposición de Úrsula Mascaró en el Hotel Akeah Gran Vía (San Bernardo 48), piezas que mezclan acrílico con resina y gesso, además de otras sorpresas.

Entre magdalas y volcanes, la poderosa obra de Mascaró desbordarí­a el misógino y recalcitra­nte machismo de Buñuel. Ética, estética, política y metafísica para establecer otro campo de juego con la creativida­d y sus debates. Filosofía en suma la que pronuncia la pintora a través de sus lienzos: un canto a los orígenes, cargado de músculo y cambio, porque la obra de Úrsula Mascaró es palanca para el despertar de retinas y corazones, sin necesidad de cortar nada como hacía don Luis, y sí apostando por cicatrizar, renacer y estimular desde y para la vida, con un arte y parte que se manifiesta­n verdaderam­ente mayúsculos.

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