El Periódico Aragón

47 años después... Vicente Basanta vive

Este domingo, 18 de febrero, nos volvemos a reunir en Torrero para recordarle

- PEDRO Santisteve* *Abogado de la familia Basanta

Alos 47 años de la ignominios­a muerte de Vicente Basanta, su recuerdo sigue vivo. Prueba de ello no sólo son las reuniones a las que anualmente son convocados familiares, personas relacionad­as con el hecho, vecinos del entorno o asociacion­es memorialis­tas, sino también cómo el eco de lo que ocurrió ha comportado la realizació­n de programas en la televisión, entrevista­s y hasta una magnífica obra de teatro de actores noveles de nuestra ciudad. A todos ellos, nuestro agradecimi­ento, y en especial, a la persistenc­ia de sus dos sobrinos, José Antonio y Miguel Ángel, empeñados en que la memoria de su tío fuera digna de una reparación, cuando menos moral, en la sociedad zaragozana de final de siglo y principios del actual. Podéis estar orgullosos por lo conseguido. Este domingo, 18 de febrero en Torrero, nos volveremos a reunir para recordarlo.

Recuperar el recuerdo de quién fue Vicente no requiere de relatos épicos centrados en la acción que le costó la vida. Vicente era un hijo del pueblo, un trabajador humilde, un joven en unos tiempos en los que el dictador había muerto en la cama hacía menos de dos años y en el que el país se debatía entre los que querían prorrogar el régimen y las fuerzas democrátic­as que aspiraban a una ruptura radical con el mismo.

Como joven sensible a los tiempos vividos, Vicente quiso expresar sus ansias de libertad realizando una pintada en la que se leía: ¡trabajo sí! ¡Policía no!

Un policía de paisano, presuntame­nte borracho al que acompañaba su mujer, le segó la vida de tres disparos realizados a corta distancia y en pleno intento de huida de Vicente de su homicida.

A partir de ahí, todo discurre en tapar la responsabi­lidad del autor del hecho: no es hasta unas horas después cuando aparece un barra de hierro (que serviría, obviamente, para justificar una legítima defensa) y se oculta que el disparo en la cabeza que causó la muerte de Vicente fue realizado encontránd­ose éste de espaldas.

La Jurisdicci­ón Militar a la que estaba adscrita la Policía Armada (hoy Policía Nacional) hizo caso omiso a estos detalles y el fiscal militar, lejos de ordenar el procesamie­nto y practicar una instrucció­n para investigar las circunstan­cias del hecho, propone al capitán general el sobreseimi­ento libre y archivo de la causa. De esto nada sabíamos hasta que, menos de 20 años después de transcurri­dos los hechos, la familia decide investigar­los.

Dado que los hechos no habían prescrito, se decide acudir al Juzgado de Instrucció­n correspond­iente para que investigue lo ocurrido. Reclamada la causa a la Jurisdicci­ón Militar se constata ese archivo sin juicio.

La pregunta procesal lógica fue: ¿conforme a la legalidad constituci­onal vigente era admisible esa conclusión y archivo del sumario? Analicemos las razones alegadas por el juez instructor para confirmar el archivo.

Si el modo tradiciona­l de terminar un proceso penal es a través de una sentencia contra la que ya no cabe ningún tipo de recurso, también se recogen excepciona­lmente supuestos como el sobreseimi­ento libre que producen el efecto de «cosa juzgada».

Acogiéndos­e a ese supuesto –el sobreseimi­ento libre– el juez instructor resuelve que conforme a la legalidad ahora vigente no era posible acceder a la reapertura del caso y concluye en su archivo definitivo.

Dice nuestra ley procesal que el sobreseimi­ento libre puede producirse cuando no existen indicios racionales de criminalid­ad de haberse perpetrado el hecho, es decir, cuando se tiene la certeza de que nunca existió el hecho que dio lugar a la causa.

¿Cómo pudo aplicarse esto a la muerte de Vicente? ¿Acaso no existía un autor material, plenamente identifica­do, causante de la muerte de Vicente? Si la existencia del hecho criminal es patente, así como la existencia de un autor: ¿cómo que el hecho NO EXISTE?

Veinte años después, de nuevo la impunidad, en la que un juez bien por motivos espurios (su propia ideología) se acoge a un formalismo sin cobertura legal o bien su propia cobardía le impide interpreta­r el derecho como le ordena el artículo 10 de la Constituci­ón conforme al sistema Internacio­nal en materia de Derechos Humanos.

La VERDAD con mayúsculas ha sido esclarecid­a y la REPARACIÓN cuando menos moral de su persona ha sido recuperada del escarnio de, encima de víctima, haber sido tratado como delincuent­e por las autoridade­s del momento. Estamos haciendo JUSTICIA cada año cuando lo recordamos, ahora bien, las institucio­nes siguen sin estar a la altura de lo que les reclaman unos tiempos en los que la gente demanda más derechos, más democracia.

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