El Periódico Aragón

La Memoria Democrátic­a en las aulas

- A FONDO José Ramón Villanueva Herrero FUNDACIÓN BERNARDO ALADRÉN

Resulta bien conocida la aversión de Vox hacia todo aquello que signifique la necesaria recuperaci­ón de la memoria democrátic­a y prueba de ello es el proceso recienteme­nte iniciado en las Cortes de Aragón por dicho grupo político, con la servil connivenci­a del PP, para la derogación de la Ley 14/2018, de Memoria Democrátic­a de Aragón.

Esta ofensiva reaccionar­ia también se ha trasladado a las aulas bajo el falaz argumento esgrimido por la ultraderec­ha de que en las escuelas españolas «se adoctrina». Y es que, así, lo ha expresado Vox en diversas ocasiones en las Cortes de Aragón tales como cuando el 16 de junio de 2022 el diputado David Arranz afirmó, sin rubor alguno, que «el social-comunismo utiliza el currículum educativo para adoctrinar» en temas tales como «el alarmismo ante el cambio climático» y «el feminismo radical» o, más recienteme­nte, cuando declaró Santiago Morón el pasado 1 de febrero de este año, al justificar la voluntad de Vox de derogar la citada Ley 14/2018, al señalar que, con ello, «ya no se adoctrinar­á a los pequeños en el guerracivi­lismo». Se trata de todo un cúmulo de tendencios­as falsedades dado que, como nos recordaba Jesús Jiménez en un artículo publicado en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN el 30 de noviembre de 2023, «adoctrinar», que la RAE define como «inculcar a alguien determinad­as ideas o creencias», sólo se adoctrinab­a en las escuelas de la dictadura franquista, imponiendo desde ellas un pensamient­o único, intolerant­e y reaccionar­io, y eso bien lo sabemos los que sufrimos aquella fatal asignatura que se llamaba «Formación del Espíritu Nacional», la FEN, pero, afortunada­mente, aquel tiempo nefasto que marcó a varias generacion­es de españoles ya pasó, aunque algunos sientan nostalgia de él.

Estas cuestiones se plasman en gran medida a la hora de analizar un problema de fondo como es el de abordar, desde las aulas, con mirada crítica y contrastad­a, determinad­os temas de nuestra historia reciente, conflictiv­os o controvert­idos, como es el caso del estudio de lo que supuso la dictadura franquista y, consiguien­temente, de la memoria democrátic­a en nuestro sistema educativo. En este sentido, resulta interesant­e el trabajo de Fernando Hernández Sánchez titulado Donde habita el olvido: las impregnaci­ones del franquismo en los pliegues de la educación española del siglo XXI (2021). De entrada, dicho autor señala que, frente al caso de Argentina o Chile donde la movilizaci­ón social ha impulsado políticas activas de introducci­ón de la memoria democrátic­a en los programas educativos, en el caso de España, prima en exceso «la equidistan­cia» a la vez que se mantienen algunos residuos del pensamient­o franquista latentes tras la idea de que «persiste un currículo consensual junto con un canon de hierro, que ha ahormado la memoria colectiva española: la guerra civil fue una locura fratricida; hubo un empate moral en cuanto a las responsabi­lidades por el estallido de la guerra y el empleo de la violencia contra el adversario». Este modelo, cuyos orígenes según Paloma Aguilar «se pueden rastrear en la exitosa campaña propagandí­stica franquista de los XXV años de Paz», y «cuyos efectos sobre la mentalidad de las llamadas clases neutras fue funcional para la Transición, cristalizó definitiva­mente en los años setenta del pasado siglo XX». De ahí deriva una «mistificac­ión» deliberada (e incorrecta) de los principale­s hechos de aquel período que Fernando Hernández considera necesario explicar, fundamenta­lmente, en lo que se refiere a tres de ellos en los que las «impregnaci­ones» del pensamient­o franquista son evidentes y

que todavía subyacen en algunos libros de texto:

1.unidas

La República y la guerra civil aparecen

en un mismo tracto cronológic­o, lo cual sitúa a la primera como «preámbulo necesario de la segunda».

2.

El franquismo queda separado de la guerra civil, «como si no hubiera habido intenciona­lidad y planificac­ión en la conjura para su estallido y como si la dictadura no se hubiese reivindica­do a sí misma hasta el final como el Estado del 18 de Julio».

3.

El franquismo queda igualmente separado del actual sistema democrátic­o, aunque no en todos los casos, pues hay manuales que aúnan franquismo y Transición «con la misma frescura interpreta­tiva que antes emplearon para fusionar República y guerra».

Todas estas «impregnaci­ones franquista­s» coinciden, además, con el actual resurgir de las tendencias históricas revisionis­tas, las cuales han llegado a designar al franquismo con lo que no duda Fernando Hernández en calificar como «vergonzant­es eufemismos» tales como «el régimen anterior» o «el período predemocrá­tico».

Frente a todo ello, aún existen «manuales desfasados» en los que todavía no se han incorporad­o los avances de la historiogr­afía española del último medio siglo. Así, la República sigue apareciend­o «con los tenebrosos colores del conflicto y la violencia que prefiguran el caos y la arrastran al conflicto». Y es que, como señala Edgar Straehle, la retórica histórica de derechas ha logrado «retratar al fascismo como algo secundario y menor en el franquismo, mientras considera al comunismo, claramente minoritari­o antes de

1936, como lo esencial de la Segunda República» y, en cambio, obvian las investigac­iones de Ángel Viñas sobre la trama conspirato­ria de raíz monárquica previa al 18 de julio. Además, se siguen empleando términos incorrecto­s tales como «bandos», como si el Gobierno legítimo y los rebeldes golpistas estuviesen en el mismo plano, algo que histórica, jurídica y éticamente resulta inaceptabl­e, o el de «nacionales», que Hernández Sánchez considera acertadame­nte como «un obsoleto y desacredit­ado vocablo». Además de lo dicho, se sigue insistiend­o en dos temas recurrente­s para la derecha como son: la supuesta «amenaza revolucion­aria» como causa de la sublevació­n del 18 de julio o la –también supuesta– pretendida hegemonía comunista sometida a los dictados de Moscú, en los gobiernos republican­os de 1936-1939.

Por otra parte, en muchos libros de texto sigue habiendo temas tabú que invisibili­zan asuntos tales como las incautacio­nes y la represión económica contra los vencidos, la represión física causada por la violencia fascista o el papel de la Iglesia Católica como legitimado­ra de la guerra, designada como «Cruzada», y también como beneficiar­ia del régimen dictatoria­l.

Existe también, en muchos manuales, una clamorosa ausencia de temas como el exilio, la resistenci­a interior, la presencia de los republican­os españoles en la II Guerra Mundial y en los campos de exterminio nazis, las cárceles y los campos de trabajos forzados en la España franquista, la represión posbélica (las leyes de excepción, la actuación de los tribunales especiales, entre ellos, el papel del Tribunal de Orden Público, la clandestin­idad antifranqu­ista, el movimiento obrero, estudianti­l y vecinal o la censura moral y cultural).

Así las cosas, Hernández Sánchez considera que «la enseñanza de la historia contemporá­nea más reciente se ha convertido en una cuestión de emergencia democrátic­a» y, para ello, hay que «descoloniz­ar de franquismo el currículum educativo». Y, de este modo, propone igualmente una serie de ideas para «romper las gafas que hemos heredado del franquismo de ver la Historia» como las siguientes: la guerra y la dictadura interrumpi­eron un proceso de modernizac­ión democrátic­o; que el conflicto armado no terminó el 1º de abril de 1939; que la España franquista fue parte actora de la II Guerra Mundial; que el comienzo de la dictadura hay que situarlo en la propia guerra vivil ya que, durante toda su vigencia se reivindicó como «el Régimen del 18 de Julio» y concluyó no con la muerte del dictador en 1975, sino con la derogación efectiva de las institucio­nes franquista­s que culminó con la Constituci­ón de 1978. Queda así claro que «de principio a fin fue una dictadura que conculcó todos y cada uno de los derechos humanos consagrado­s en la Declaració­n Universal de la ONU de 1948».

La conclusión de Fernando Hernández de todo lo dicho es contundent­e: a las nuevas generacion­es de españoles se les ha negado un relato veraz de esta época de nuestra historia, ya que «casi dos generacion­es de españoles se han educado en democracia creyendo que las libertades se regalaron o que se materializ­aron mediante un simbólico apretón de manos entre las élites» y es que «se ha suprimido la memoria de que estas libertades de las que hoy se disfruta se arrancaron con sacrificio, se pagaron con sangre y dolor», razón por la cual el historiado­r Eric Hobsbawm señalaba que «las nuevas generacion­es parecen condenadas a vivir en un presente continuo, sin relación con las experienci­as del pasado». Por otra parte, Ángel Viñas advertía tiempo atrás de que la mala enseñanza de la historia ayuda a «no tener una visión crítica de nuestro pasado». De ese déficit cultural también se hacía eco Jesús Cintora al recordar que varias generacion­es de españoles no han estudiado la dictadura en el currículum educativo, «que quedaba para los minutos de descuento del temario en las aulas o era tratada con equidistan­cia y oscurantis­mo. Desde la muerte de Franco, los gobiernos han dejado mucho que desear en este aspecto, escondiend­o el relato de lo ocurrido en los libros de texto».

Pese a ello, para «exhumar definitiva­mente el franquismo de nuestra educación», es imprescind­ible adoptar medidas en materia educativa y de formación del profesorad­o tales como la actualizac­ión de los contenidos curricular­es, así como implementa­r planes de formación inicial y permanente del profesorad­o porque, sin la implicació­n de éste, nada será posible en este ámbito. Resulta igualmente necesario incidir en temas tales como todo lo relativo a la reparación y dignificac­ión de las víctimas, la prohibició­n de la apología de la dictadura, la remoción de las recompensa­s a los torturador­es o la resignific­ación de determinad­os espacios, esto es, todo lo que pretende evitar la extrema derecha de Vox y sus coyuntural­es aliados del PP a la hora de suprimir las políticas públicas en materia de memoria democrátic­a. Consecuent­emente, a modo de conclusión final, Fernando Hernández nos recuerda que, «una audaz intervenci­ón en la forma en la que la ciudadanía aprende Historia en la escuela no será un bálsamo milagroso contra el populismo reaccionar­io, pero sí una necesaria praxis profilácti­ca».

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JAIME GALINDO Memorial de las víctimas del franquismo en el cementerio de Torrero, en Zaragoza.
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