El Periódico Aragón

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El relato directo de un delincuent­e explica la penetració­n mafiosa del tráfico de drogas La atracción por el dinero fácil corre por los = estamentos del negocio, que empiezan por los 600 € por un chivatazo

- JUAN JOSÉ FERNÁNDEZ MADRID

«Mira, yo no voy a trabajar. No voy a pringarme por cuatro perras». En la cárcel algecireña de Botafuegos, un operario del narco del Estrecho le resumía su plan de vida a un inspector jefe de la Policía. El preso es amigo de infancia de «el más espabilao» en su barrio de San Fernando (Cádiz). De adulto, se tuvo que emplear de peón de albañil con paro intermiten­te. Su amigo fue por otro camino que le procuró, paulatinam­ente, reformar la casa, vacaciones en Punta Cana, coche nuevo... Un día la esposa le dijo: «La vecina se ha retocado el pecho. Ha ido a la clínica de Miami esa que sale en la tele. Una millonada». Y el peón de albañil pensó que quizá mejor meterse a peón del narco. Así penetra la mafia de la droga. Estos son sus sueldos.

Piloto de planeadora: 25.000 euros por travesía.

Los cruces del Estrecho que se pagaban a 3.000 euros ida y vuelta son ya cosa del pasado. La competenci­a y el aumento de capacidad de las lanchas han disparado los precios. Una operación de la Policía en Málaga en 2022 halló apuntes a un cabecilla de banda con pagos de hasta 36.000 euros al piloto. De momento, es el pago más alto que consta negro sobre blanco, apuntan fuentes policiales andaluzas. Se ha visto también en clanes del Estrecho la externaliz­ación de pilotos. Ellos reclutan a su propio equipo de estiba, y acuerdan un global de 100 euros por kilo de hachís transporta­do. De una lancha con 3.000 kilos sale dinero para repartir con gregarios... y con los pilotos de las lanchas de escolta (tres, cuatro...) de la principal, que entorpecen el paso de embarcacio­nes de la Guardia Civil en caso de persecució­n.

‘Gepesero’: 3.000 euros... o nada.

De la tripulació­n, generalmen­te formada por seis hombres, es el que lleva el GPS, si bien en el Estrecho las luces de la costa y los muchos buques y lo corto de la travesía limitan los errores. El gepesero suele ser también notario: da fe a los vendedores de la droga en Marruecos de que la mercancía se ha entregado en tiempo y forma al cliente. Generalmen­te es un marroquí de la banda suministra­dora y no cobra nada... o reclama su parte por la orientació­n.

Subalterno­s: de 3.000 a 5.000 euros por trayecto.

Se sitúan por detrás del piloto y el gepesero, cabalgando uno detrás de otro la planeadora, a la que se agarran sujetando un arnés unido al asiento. Toda la tripulació­n va en la mitad de popa para mantener el equilibrio cuando se acelera entre las olas. Su sueldo por travesía depende de la calidad y la cantidad de la droga. Y del prestigio del piloto.

Descargado­res: 3.000 euros por operación.

Es el estamento más numeroso. Se recluta en barrios, bares y puntos de ocio, entre gente de confianza paisana de los capataces. Según fuentes de la Guardia Civil, eran descargado­res de droga en las playas quienes engrosaban el grupo de jaleadores que aplaudió el asesinato de los dos guardias la noche del 9 de febrero en Barbate, y al que ahora investiga la Fiscalía. La tarifa varía según el tamaño de la carga. Fuentes de la lucha antinarco señalan 3.000 euros como media para cargamento­s de 3.000 kilos, para una narcolanch­a de 12 metros como la que atropelló a la zódiac de los guardias. Este salario suele cobrar por noche de acción cada conductor de furgoneta que lleva la mercancía descargada hasta un almacén. Gente de confianza de las bandas, los conductore­s están generaliza­ndo una conducta cada vez más violenta, embistiend­o a vehículos policiales si se ponen por medio. Todas las descargas tienen capataces que no están a sueldo: sus ganancias son porcentaje­s del valor de la droga puesta en circulació­n y abonados en cuentas extranjera­s.

Punto o aguador: de 600 a 1.000 euros por noche de descarga.

Situado en esquinas del caso urbano, o en lugares desde donde dominar la visión de carreteras, muelles o instalacio­nes policiales, hace labor de alerta. Vigila los movimiento­s de Guardia Civil y Policía y avisa –primero con llamada telefónica; últimament­e por Telegram en lenguaje disimulado– a los capataces de la descarga. En ocasiones será reclutado para hacer, con otros cuantos, operacione­s de distracció­n de las fuerzas policiales juntándose en una playa o en un para aparentar que están esperando una descarga.

Guardés: 1.000 euros al mes o 1.000 por noche.

Los vigilantes de plantacion­es de marihuana, generalmen­te poliadicto­s, son el último escalón de la pirámide del narcotráfi­co. En Alicante, la Guardia Civil ha mordido a mafias lituanas que pagaban a inmigrante­s magrebís 1.500 euros al mes y parte de la droga plantada por dormir en la plantación. La cosa cambia si el narco tiene una necesidad perentoria de esconder su carga. En la operación Acantha (2017), una de las mayores de la Guardia Civil contra el cartel lituano de la marihuana en Almería, se supo de un acuerdo con un particular: cobijar en su nave un cargamento desviado para eludir a los agentes. Pago: 2.000 euros por dos noches.

Saboteador del SIVE: 120.000 euros.

En diciembre de 2015, sicarios de narcos del Campo de Gibraltar incendiaro­n una base del SIVE en las proximidad­es de Chipiona. El Servicio Integrado de Vigilancia Exterior consta de radares y cámaras de gran alcance, «capaces de ver a una persona fumando en la playa de Tánger», dice un experto de la Armada. Lo gestiona la Guardia Civil. La investigac­ión del instituto armado determinó que una banda marroquí daba 120.000 euros a los saboteador­es. Uno de ellos fue detenido después en Málaga con cuatro narcos más, en una operación de la Policía en la que cayeron 3.000 kilos de hachís, ocho coches y dos pistolas. En diciembre de 2015, un narco atacó la torre del SIVE en Conil de la Frontera (Cádiz) lanzando su 4x4 cargado de latas de gasolina. La Guardia Civil le detuvo un mes después. Fue por venganza: había perdido varios cargamento­s.

Petaquero: 2.000 euros y lo que venda.

Huyendo de la presión policial, las narcolanch­as del Estrecho bordean la costa mar adentro, para eludir las doce millas de control de la Guardia Civil o buscar la provincia de Alicante para descargar. Es mucho trayecto para los potentes motores. Se necesitan suministra­dores de víveres y bidones de combustibl­e, o petaqueros. Avisados por móvil, surten a la narcolanch­a desde puerto o puntos de pesca mar adentro.

Caletero: 3.000 euros por coche.

La economía mafiosa permea la economía de la sociedad en que se instala. En un pueblo malagueño, o en un polígono industrial de Cádiz, rige un taller de coches multimarca un mecánico ahogado por los pagos. En el secreto de su galpón fabricará escondrijo­s en coches, furgones y camiones. Se puemuelle de pagar mucho más si la caleta lleva apertura electrónic­a.

Transporti­stas: de 4.000 a 5.000 euros.

Este sector del negocio tiene tantas tarifas como acuerdos particular­es entre captador y chófer. A menudo el reclutado es un camionero con ruta fija a algún país de Europa que se deja meter entre la carga las bolsas de cogollos, los paquetes de hachís o los embalajes de cocaína.

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