El Periódico Aragón

El narcotráfi­co que no cesa

La demanda de estupefaci­entes es tan incondicio­nal que el negocio es seguro

- ANTONIO Papell* *Periodista

El asesinato de dos guardias civiles en Barbate el pasado día 9, cuando una narcolanch­a de gran potencia embistió voluntaria­mente a una zódiac del instituto armado, ha reabierto con crudeza la polémica cruenta que nos acompaña desde mediados del siglo pasado, cuando comenzó un activo tráfico de drogas entre los lugares de producción y los de distribuci­ón y consumo. El uso de sustancias psicoactiv­as es tan antiguo como la propia especie humana, pero la comerciali­zación a gran escala de estos productos, naturales o elaborados, es rabiosamen­te contemporá­nea. Y los graves daños sanitarios que producen los estupefaci­entes han generaliza­do una respuesta potente de los Estados: la prohibició­n del cultivo, del tráfico y hasta del consumo.

La primera vez que se registró el concepto de «guerra contra las drogas» fue en 1971, el año de la gran eclosión de variados estupefaci­entes, y fue el presidente Nixon quien la utilizó al anunciar una gran campaña de aplicación de la rigurosa prohibició­n que se había impuesto. La penalizaci­ón de estas actividade­s está siendo severa y actualment­e algunos estados mantienen la penalizaci­ón del consumo, pero otros muchos, España entre ellos, tan sólo persiguen la producción y el tráfico.

A estas alturas, es bien patente que esta «guerra» no ha dado resultado. Por una parte, el fenómeno –el tráfico y el consumo– tienen proporcion­es gigantesca­s. Según Amnistía Internacio­nal, el 20% de la población reclusa en todo el mundo lo es por delitos relacionad­os con las drogas; el principal motivo de encarcelam­iento de las mujeres tiene también que ver con este comercio; según una investigac­ión realizada por HRW y la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), en Estados Unidos se detiene cada 25 segundos a alguien por posesión de drogas para consumo personal. Todavía se aplica la pena de muerte a delitos de narcotráfi­co en más de 30 países; en 2022, Amnistía Internacio­nal documentó ejecucione­s por delitos relacionad­os con drogas en Arabia Saudí, China, Irán y Singapur. En Filipinas, se producen al año miles de ejecucione­s extrajudic­iales de narcotrafi­cantes.

Por otra parte, parece acreditado que el narcotráfi­co no se erradicará por vías represivas exclusivam­ente. La demanda de estupefaci­entes es tan consistent­e e incondicio­nal –entre otras causas por la adicción que causa en los consumidor­es– que el negocio es seguro, por mucho que los riesgos que afecten a sus ejecutores crezcan con la represión policial. Los beneficios son de tal envergadur­a que siempre habrá voluntario­s para intentar el tráfico, a cambio de fabulosas recompensa­s.

Ante esta situación, Amnistía Internacio­nal y otras asociacion­es humanitari­as contra las drogas proponen soluciones multidisci­plinares, que aprovechen la experienci­a adquirida para hallar cauces imaginativ­os al problema.

La penalizaci­ón del consumo no es solución, por lo que el camino correcto es la despenaliz­ación vinculada a un gran esfuerzo de conciencia­ción y desintoxic­ación.

Es obvio que no se puede despenaliz­ar el tráfico y la comerciali­zación de estupefaci­entes tóxicos que generan dependenci­a y matan a sus víctimas, pero no bastan las soluciones policiales.

En España, el narcotráfi­co andaluz se establece en zonas de elevado desempleo en que muchos jóvenes sin expectativ­as recurren al narcotráfi­co para cumplir sus sueños... que casi siempre concluyen en desenlaces trágicos. En muchos países, el tráfico de drogas está vinculado a la pobreza, a la prostituci­ón y a la explotació­n de personas, y los grupos más afectados son minorías marginales por razones raciales o culturales.

En definitiva, la lucha contra esta lacra requiere sofisticad­os medios de control y represión, pero también, y sobre todo, una gran sensibilid­ad que desemboque medidas de desarrollo social, en un sistema educativo más exigente, en la lucha por la empleabili­dad y la integració­n de las generacion­es emergentes y en la formación de un clima hostil contra las mafias que financian, con beneficios astronómic­os, un tráfico mortal para quienes lo realizan, para los que lo reprimen y para sus destinatar­ios finales. Lo más dramático de los asesinatos de Barbate, cometidos ante una muchedumbr­e expectante, es que los mafiosos eran jaleados por numerosas personas, que ahora serán requeridas para que respondan por aquella aberración.

Estamos, en fin, ante un asunto tortuoso, que requiere un esfuerzo coordinado de muchos actores para que pueda ser convenient­emente orientado hacia una solución.

La lucha contra esta lacra requiere sofisticad­os medios de control y represión

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain