El Periódico Aragón

La 27ª jornada de Segunda Velázquez y el entrenador que necesita el Zaragoza

- Sergio Pérez REDACTOR JEFE DE DEPORTES DE EL PERIÓDICO DE ARAGÓN

En la jornada 17, qué lejos quedaban ya entonces aquellas cinco primeras de triunfos consecutiv­os, felicidad y euforia colectiva, Julio Velázquez recogió un equipo en muy mal estado. Todo había empezado con el 0-2 del Alcorcón en La Romareda el día que Poussin empezó a enseñar la patita, siguió con la gran metedura de pata del portero francés en El Molinón, cuando esta temporada cambió para siempre y finalizó, después de perder con el Eibar y empatar en Burgos y Oviedo, con una semana terrible: derrotas encadenada­s en Elche, ante el Atzeneta de Tercera RFEF en la Copa del Rey y en casa frente al Huesca. Esa fue la puntilla para Fran Escribá.

En ese punto, a la SAD no le quedó más remedio que pegar el volantazo tradiciona­l del fútbol en este tipo de escenarios de crisis: el cambio de entrenador. El Real Zaragoza siguió sin responder en el debut de Velázquez (1-0 en Albaese cete en un partido nefasto y continuida­d de lo anterior) hasta que el técnico encontró la fórmula para detener en seco aquella pronunciad­a caída, que amenazaba con cosas peores de manera bastante real. Lo logró con el cambio de sistema. La base de tres centrales y dos carrileros sirvió al equipo para mejorar, sentirse cómodo y enlazar una larga racha de ocho encuentros sin perder, con pocas victorias (tres) y más empates (cinco). Viniendo de donde venía, de un escenario ciertament­e peligroso, Velázquez había logrado su propósito, incluso jugando con un portero invisible varias semanas.

Ha sido en la tercera fase, después de una primera dedicada al detenimien­to de la caída y una posterior para el asentamien­to del modelo, cuando el entrenador no ha sabido todavía encontrar

plus para dar un salto hacia arriba, lo que le ha llevado a seguir en el mismo sitio de siempre, en tierra de nadie, entre momentos de esperanza y vuelta inmediata a la desesperan­za.

El ritmo de puntuación de Velázquez es ya peor que el de Escribá. El valenciano sacó más jugo a peores cifras. Con Velázquez el equipo marca algo más (de un gol por jornada a 1,09) y encaja algo menos (de uno por jornada a 0,81). No está ahí su problema. El plan aplicado por el actual técnico basa su estrategia en no encajar y en tratar de optimizar lo que genere arriba, muy poco en demasiados encuentros. Es un modelo conservado­r, al que recurrió por causas de fuerza mayor debido a la inconsiste­ncia que mostraba el equipo. Es tan conservado­r que el propio entrenador lo asume durante los encuentros: se ve obligado a cambiarlo sobre la marcha cada vez que necesita remontar. A veces, con exageració­n. Esa propuesta había funcionado muy bien en La Romareda, donde el equipo se soltaba más y había optimizado su rendimient­o hasta el chasco ante el Cartagena. E iba sirviendo para rascar empates como visitante, sumando de uno aunque eso supusiera perder dos para siempre cuando la necesidad de puntos del Zaragoza es elevadísim­a si sueña con el playoff.

En las dos últimas jornadas, los buenos resultados han desapareci­do. Quedan 15 por delante, 45 puntos en juego. Para enganchars­e, Velázquez necesitará sumar a una velocidad alta (cerca del 65% de los puntos), para lo que no le valdrá con esperar a ver qué ocurre. Se mide en nada y de manera consecutiv­a a los dos rivales más propicios de la categoría, el Villarreal B y el Amorebieta, junto al Andorra. Es la última oportunida­d. El Real Zaragoza necesita ahora un entrenador más ambicioso para ver si la cera arde o si no hay más que la que ya arde.

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