La 27ª jornada de Segunda Velázquez y el entrenador que necesita el Zaragoza
En la jornada 17, qué lejos quedaban ya entonces aquellas cinco primeras de triunfos consecutivos, felicidad y euforia colectiva, Julio Velázquez recogió un equipo en muy mal estado. Todo había empezado con el 0-2 del Alcorcón en La Romareda el día que Poussin empezó a enseñar la patita, siguió con la gran metedura de pata del portero francés en El Molinón, cuando esta temporada cambió para siempre y finalizó, después de perder con el Eibar y empatar en Burgos y Oviedo, con una semana terrible: derrotas encadenadas en Elche, ante el Atzeneta de Tercera RFEF en la Copa del Rey y en casa frente al Huesca. Esa fue la puntilla para Fran Escribá.
En ese punto, a la SAD no le quedó más remedio que pegar el volantazo tradicional del fútbol en este tipo de escenarios de crisis: el cambio de entrenador. El Real Zaragoza siguió sin responder en el debut de Velázquez (1-0 en Albaese cete en un partido nefasto y continuidad de lo anterior) hasta que el técnico encontró la fórmula para detener en seco aquella pronunciada caída, que amenazaba con cosas peores de manera bastante real. Lo logró con el cambio de sistema. La base de tres centrales y dos carrileros sirvió al equipo para mejorar, sentirse cómodo y enlazar una larga racha de ocho encuentros sin perder, con pocas victorias (tres) y más empates (cinco). Viniendo de donde venía, de un escenario ciertamente peligroso, Velázquez había logrado su propósito, incluso jugando con un portero invisible varias semanas.
Ha sido en la tercera fase, después de una primera dedicada al detenimiento de la caída y una posterior para el asentamiento del modelo, cuando el entrenador no ha sabido todavía encontrar
plus para dar un salto hacia arriba, lo que le ha llevado a seguir en el mismo sitio de siempre, en tierra de nadie, entre momentos de esperanza y vuelta inmediata a la desesperanza.
El ritmo de puntuación de Velázquez es ya peor que el de Escribá. El valenciano sacó más jugo a peores cifras. Con Velázquez el equipo marca algo más (de un gol por jornada a 1,09) y encaja algo menos (de uno por jornada a 0,81). No está ahí su problema. El plan aplicado por el actual técnico basa su estrategia en no encajar y en tratar de optimizar lo que genere arriba, muy poco en demasiados encuentros. Es un modelo conservador, al que recurrió por causas de fuerza mayor debido a la inconsistencia que mostraba el equipo. Es tan conservador que el propio entrenador lo asume durante los encuentros: se ve obligado a cambiarlo sobre la marcha cada vez que necesita remontar. A veces, con exageración. Esa propuesta había funcionado muy bien en La Romareda, donde el equipo se soltaba más y había optimizado su rendimiento hasta el chasco ante el Cartagena. E iba sirviendo para rascar empates como visitante, sumando de uno aunque eso supusiera perder dos para siempre cuando la necesidad de puntos del Zaragoza es elevadísima si sueña con el playoff.
En las dos últimas jornadas, los buenos resultados han desaparecido. Quedan 15 por delante, 45 puntos en juego. Para engancharse, Velázquez necesitará sumar a una velocidad alta (cerca del 65% de los puntos), para lo que no le valdrá con esperar a ver qué ocurre. Se mide en nada y de manera consecutiva a los dos rivales más propicios de la categoría, el Villarreal B y el Amorebieta, junto al Andorra. Es la última oportunidad. El Real Zaragoza necesita ahora un entrenador más ambicioso para ver si la cera arde o si no hay más que la que ya arde.