Galicia sigue igual
Una hora antes del cierre de las urnas gallegas estaba disfrutando en el Auditorio de Zaragoza con el recital de piano de Isabel Dobarro, Gallega ella, interpretó una pieza de otra compositora, asimismo nacida en Galicia, Carmen Rodríguez. Al introducir su partitura, Dobarro bromeó diciendo que en Galicia «todo depende». En ese momento, parte del público pensó seguramente, por asociación, en los comicios que estaban aún por recontar, haciendo sus cábalas acerca de qué dependería el nuevo gobierno de la Xunta, si del mantenimiento del PP, si del ascenso del BNG, si de la capacidad de resistencia del PSOE, aspirando inconscientemente a ampliar esos pronósticos al conjunto de la política nacional.
Algo que, como ayer volvió a quedar claro, no es posible, ni siquiera aconsejable, porque en ninguna otra comunidad un mismo partido ha gobernado tanto ni tan holgadamente, derrotando una y otra vez a sus rivales y ocupando durante décadas todos los resortes del poder regional.
Galicia sólo ha dependido de sí misma, de sus propias claves y respuestas. Pero siendo éstas lo bastante complejas como para que ni siquiera reduciendo el ámbito político al de sus propias provincias resulte sencillo adivinar un resultado electoral.
El de ayer, en parte previsible, pero como igualmente hubiera sido factible un cambio de gobierno, refuerza al PP, castiga al PSOE e impulsa a un BNG que emprende un camino ilusionante, sin escorarse hacia la orilla del independentismo pero sin descartar por completo esa vía de futuro.
Oxígeno momentáneo para un Feijóo que, de haber perdido la Xunta, se habría enfrentado a nuevos rumores de relevo por parte de la ambiciosa Ayuso. Disgusto para Pedro Sánchez, cuya estrategia de sumar en el Congreso con los nacionalistas le está restando votos en las autonomías a costa de esos mismos nacionalismos. Mazazo para Vox, irrelevante en ese pedazo de España, y serio contratiempo para una Yolanda Díaz cuyos paisanos no la han tenido en cuenta.
Cuatro años más de populares en Galicia, donde la política, bajo la lluvia fina del PP, seguirá igual de resbaladiza, comparado con la España seca.
Bajo la lluvia fina del PP, la política es más resbaladiza que en la España seca