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Mientras algunos electores son siempre fieles a unas siglas, otros cambian el sentido de su voto en función de lo que se elija: al alcalde, al presidente autonómico o al del Gobierno
Una de las señales de que una sociedad es democráticamente madura es su capacidad para diferenciar qué vota en cada ocasión. No es lo mismo elegir al alcalde de una localidad que al presidente de una comunidad y mucho menos al jefe del Ejecutivo. Los resultados del pasado domingo en Galicia han demostrado esa madurez de su población. A excepción del imperturbable PP, que siempre ronda las mismas cifras (en esta ocasión, 40 escaños, siendo 42 el mejor resultado de sus predecesores Fraga y Feijóo), el resultado del resto de formaciones nada tiene que ver con los que obtuvieron hace menos de siete meses en las elecciones generales. ¿Qué variaciones se han producido?
PP
En las últimas elecciones autonómicas –2016, 2020 y 2024– el PP siempre ha estado por encima del 47% de los votos, una cifra mágica que le permite tener una mayoría absoluta holgada en la Xunta. Sin embargo, esos buenos resultados en las autonómicas no se sostienen en el resto de comicios. Sin ir más lejos, el pasado 23J estuvieron casi cuatro puntos porcentuales por debajo y en las genelista rales de 2019 más de 15. La diferencia con hace siete meses se agranda si se tiene en cuenta los votos que recibieron los populares a nivel municipal, un 38,45% del total. Una cifra bastante alejada del 47,36 conseguido en los comicios de este domingo. Además, el PP logró arrasar en ciudades con alcaldes del BNG. El ejemplo paradigmático es Pontevedra, donde los nacionalistas gallegos, con apoyo del PSOE, llevan controlando el consistorio desde hace años y que el domingo en las urnas se inclinó por los populares, con un 45% de los votos. Algo similar ocurrió en Santiago, donde el PP también logró el 45,6% de los sufragios en una localidad gobernada por el Bloque gallego (que recibió el 36,98% de los votos en estos comicios en clave autonómica).
BNG Y PSOE
El principal ejemplo del voto dual que existe en Galicia y que se ha agrandado en estos comicios lo han protagonizado el Bloque Nacionalista Gallego y el PSOE. El partido nacionalista de Ana Pontón se hizo con la segunda posición, logrando el 31,6% de los votos, cuando en el julio pasado solo consiguió el 9,4% de las papeletas. Esta diferencia de votos ya se produjo entre las generales de 2019, cuando obtuvieron un 8,13% de los votos gallegos, y
las autonómicas de un año después, en las que sacaron el 23,8%.
Por contra, el Partido Socialista de Galicia ha sufrido el efecto contrario. Los datos demuestran que es la principal opción en la izquierda en las elecciones generales (el 23J lograron un 29,8%), mientras que en las autonómicas ha tocado su suelo con un 14%. No obstante, los socialistas siguen ganando la batalla a nivel municipal. En mayo de 2023, el PSOE obtuvo el 29,2% de los votos y el BNG el 17,25%. Buena prueba de esta dualidad es Vigo: el sociaAbel Caballero arrasó en el ayuntamiento con más del 60% de los apoyos y ahora sus ciudadanos han apostado como primera fuerza por el BNG.
SUMAR Y PODEMOS
Otro de los descalabros de la noche electoral, aunque resultó menos inesperado, fue el de Sumar y, más secundario, el de Podemos. Ambas formaciones, en coalición, lograron el 10,9% de los votos gallegos en las elecciones generales de hace siete meses. Ahora, ni sumando el resultado de ambos por separado alcanzan el 2,2% de los votos. Los ciudadanos gallegos les han dejado fuera de la política autonómica, pese a que en 2016 En Marea –las siglas que agruparon a este espacio– rozó el 20% en las autonómicas.
VOX
Desde su surgimiento, Vox es una formación residual en Galicia. No obstante, se da una diferencia importante en las cifras que obtiene en las generales y en las autonómicas. Mientras que en la cita del domingo no superó el 2,2%, en los comicios estatales llegó a tener un 7,8% en 2019 y un 4,87% en el julio pasado. Es decir, cuenta con el doble de votantes cuando la cita es de carácter estatal.