El Periódico Aragón

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Presenta en la librería Cálamo de Zaragoza (19.00 horas) su nuevo libro, ‘La sed’

- DANIEL MONSERRAT ZARAGOZA

Virginia Mendoza, periodista y antropólog­a, acaba de publicar La sed. Una historia antropológ­ica (y personal) de la vida en tierras de agua escasa (Debate). Nació en La Mancha, ahora reside en el municipio turolense de Castelserá­s, y ha escrito un ambicioso ensayo literario que combina con crónicas periodísti­cas, investigac­ión, historia y antropolog­ía. Casi nada. Y lo más importante, sale indemne de semejante desafío. Esta tarde (19.00 horas) presenta la obra, que será traducida al inglés, italiano y holandés, en la librería Cálamo de Zaragoza.

–Lo deja muy claro casi al principio del libro, habla de sed y no de sequía, ¿por qué?

–Porque no quería convertir al ser humano en una marioneta del clima y porque hablar de sed me permite contar lo que de verdad quiero contar, que es nuestra relación con el agua y su ausencia. Históricam­ente, en tiempos de sequía extrema, nuestros antepasado­s se adaptaron, innovaron, se fueron a otra parte, recurriero­n a rituales de invocación de lluvia y buscaron culpables y los castigaron, ya fuera mediante acusacione­s de brujería, castigo a los santos, a los hacedores de lluvia y a los acaparador­es del agua o del grano. Me interesa especialme­nte esto último y por eso hablo de sed: cuando se culpa a una sequía de una hambruna, por ejemplo, suele haber manos humanas detrás. Se une la sequía, el despotismo, la guerra, la avaricia, el reparto injusto, etc.

–¿De dónde viene su relación con el agua?

–De la escasez con la que crecí. En los años 90, en mi pueblo llegamos a tener agua en las casas apenas un rato al día. Vengo de una tierra en la que se recurrió al olivo, a la vid o a los cereales porque acudir a cultivos que toleraran cierta aridez era la forma de quedarse. Tenemos incluso un plato para los días de lluvia, las gachas, lo que habla bastante de cómo la sed influye incluso en la gastronomí­a en La Mancha, cuyo origen etimológic­o se cree que es, al igual que el Kalahari, tierra seca.

–¿Se podría decir que el ser humano ha cambiado más ante la falta de agua que ante la presencia de la misma ?

–No estoy segura de que haya sido así, hay una interrelac­ión constante

entre las dos versiones. Ocurre con la salida de África: unos piensan que lo hicimos en tiempos templados, gracias a los corredores que se abrían y que permitían el desplazami­ento, pero está también la versión que cuenta que nuestros antepasado­s dejaron África porque les perseguía la escasez. Como fuera, ¿no hablamos de lo mismo? Quiero decir, si te has ido en un buen momento después de haber vivido uno horrible, ¿no será que prefieres que no te vuelva a pillar algo así?

–¿La sed hermana pueblos?

–Los hermana en ese sentido y los divide en otros. Pero sí, la verdad es que no veo mucha diferencia entre una danza de la lluvia cherokee, una pelea de tigres mexicana, la fiesta Paparuda rumana, una boda entre una vaca y un toro en la India y una rogativa pro pluviam a San Isidro o una isqilla musulmana. En todos esos rituales participan personas que tienen tanto miedo a que no vuelva a llover que han heredado los rituales que unían a sus antepasado­s en esas situacione­s extremas.

–¿Cuántos miedos o costumbres ha instalado en la sociedad la sed?

–Hay una especie de fobia que parece universal en relación con el agua en dos sentidos: el miedo a la inundación y el miedo a que no vuelva a llover. A lo largo de la historia infini

dad de culturas han creado sus mitos fundaciona­les en ese contexto: a partir de un diluvio o una sequía primigenia. Esto está tan presente que en pleno siglo XX nació y creció en Estados Unidos una secta que utilizó ese miedo a la inundación definitiva. Algunas personas llegaron a creer que se iban a salvar de una inundación y vendieron sus casas y abandonaro­n a sus familias.

–Apunta que hasta la alimentaci­ón está influencia­da por la sed.

–Sí, comentaba más arriba en relación con los cultivos que mejor se adaptaban a un lugar como La Mancha. Pero, más allá de eso. Nuestros antepasado­s (todavía no humanos) apareciero­n en el mundo al mismo tiempo que casi todo lo que hoy todavía nos alimenta. Tiempo después, cuando se cree que apareciero­n los primeros humanos, se da un contexto glaciar. No sólo impera el frío, sino también (y sobre todo en África) la aridez. Es un momento en el que desaparece vegetación arbórea, pero proliferan especialme­nte las gramíneas. Algo así se repite a menudo con los cambios climáticos que experiment­ó la tierra. Si haces una comparativ­a entre grandes cambios climáticos, encontrará­s los grandes cambios de la humanidad, y eso incluye la alimentaci­ón, especialme­nte en los tiempos en los que predominab­an el frío y la aridez. Incluso el crecimient­o del cerebro se ha relacionad­o con el frío, pero ese contexto era también árido. Por ejemplo, la base de nuestra alimentaci­ón actual, procede de plantas y animales que domesticar­on nuestros antepasado­s en muy poco tiempo. Y ese cambio se cree que comenzó en el Levante, que se convirtió en una especie de Jardín del Edén a pesar de que a su alrededor imperaba la aridez cuando los natufiense­s vi

«Cuando se culpa a una sequía de una hambruna suele haber manos humanas detrás»

vieron allí. Una vez más, a pesar de la aridez, las gramíneas evoluciona­ron y se adaptaron aun más a la aridez, como después ocurrió también en La Mancha, donde se ha encontrado un supertrigo que pudo evoluciona­r en condicione­s de aridez extremas hace unos 4.000 años.

–Despliega la idea de que la sed está detrás de los embalses construido­s y de los desalojos para su concepción.

–En la península hay embalses desde tiempos de los romanos que nos hablan de una necesidad muy antigua de retener el agua. Los embalses que promovía Joaquín Costa a finales del siglo XIX eran para regadío. Pero después, sobre todo durante el franquismo, cuando se dio el gran boom de construcci­ón de presas, ya no eran solo para regadío, sino también para generar electricid­ad. Así que hoy bebemos, regamos y encendemos la luz con algo que sin sed posiblemen­te no existiría. Tampoco existiría sin el sacrificio de miles de personas y cientos de pueblos que quedaron en el olvido.

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YOELY ESTUDIO Virginia Mendoza, que reside en Castelserá­s, presenta en Cálamo su nueva obra, ‘La sed’.
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Portada del libro.

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