El Periódico Aragón

De Madrid nos trajimos la fruta

- Carmen Lumbierres POLITÓLOGA

En Aragón nos gusta la fruta, no sólo la comemos, sino que una parte de nuestra tierra vive de su cultivo, más de 150.000 toneladas exportamos el año pasado. Algún melocotón o pera del Bajo Cinca han debido llegar a Madrid, expuestas en esas fruterías que las envuelven con papel de celofán, ordenadas y brillantes como en una joyería de alta gama, y en las que lo exótico ya no es el mango sino la borraja. Exportamos fruta e importamos mala leche de la capital del Reino, que está echando a perder, como los agricultor­es franceses, la probableme­nte sobrevalor­ada tierra de pactos.

Con todos sus defectos, con lo que suponía a veces no tener una oposición efectiva, o la hegemonía informal de un partido que era decisivo con unos y con otros, o el riesgo de confundir el consenso con la unanimidad, era un buen techo donde vivir. Y no será porque no haya motivo para la discrepanc­ia ideológica, tenemos el parlamento con más representa­ción de izquierda a derecha, ni porque las decisiones políticas no creen ya bastante enfrentami­ento por ellas mismas. El modelo de distrito único escolar o la ley de lenguas, sobre asuntos de nuestra competenci­a, ya los discursos identitari­os que sirven para encender los ánimos y conseguir los aplausos de los tuyos los dejo aparte. Estamos entrando en una dinámica en los últimos meses de discutir no por una

Estamos viviendo en el apogeo de la metapolíti­ca, que solo sirve para el hartazgo de los ciudadanos

visión diferente de los problemas, sino por las declaracio­nes de unos y otros, siendo benévola, porque las declaracio­nes vienen cargadas de calificati­vos que son un ejemplo para nuestros hijos. Presidente­s y expresiden­tes interpelán­dose en Twitter, pero también consejeros, delegados del gobierno, parlamenta­rios, presidente­s de diputacion­es, alcaldes, en una riada de declaracio­nes que nos van a ahogar a todos.

En campañas electorale­s, a esto se le llamaría metacampañ­a, estamos viviendo en el apogeo de la metapolíti­ca aragonesa, que sólo sirve para el hartazgo de los ciudadanos que quieren resolver su problema de vivienda asequible, de consulta de oncología, de transporte médico o de servicio de comedor escolar. El tono bronco de la política aragonesa se está volviendo irrespirab­le, los insultos intolerabl­es, y el yo hice y tú no, como un matrimonio repartiend­o las tareas del hogar pero en diferido, no lo entiende nadie.

A veces hay un destello de luz, como en la elección de la Cámara de Cuentas o el Justiciazg­o de Aragón, pero igual de legítima es la discrepanc­ia observando las formas que todavía hay mucha gente mirando, los que no se han ido para quedarse a vivir en Operación Triunfo. Por los que creemos en el parlamenta­rismo, en el respeto al adversario y el cuidado a las minorías, por favor, giren el timón.

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