El Periódico Aragón

De agricultur­a y de los agricultor­es

La falta de relevo generacion­al no es algo nuevo, pues ya existía hace muchos años

- MARIANO Berges* *Profesor de Filosofía

Por razones geográfica­s y culturales tengo un gran afecto por los agricultor­es y ganaderos. Provengo de Ejea, importante pueblo agrícola de la provincia de Zaragoza, aunque yo no he sido agricultor. Por todo ello, creo tener una mínima cultura agrícola. Mis comienzos políticos serios coinciden en el tiempo de la guerra del maíz aragonés de los años setenta. Las protestas de entonces eran por el bajo precio de las cosechas y las importacio­nes de otros países. Que, curiosamen­te, son algunas de las protestas actuales. Sin embargo, la diferencia de la agricultur­a de subsistenc­ia de los años setenta con la agricultur­a empresaria­l de hoy es muy grande. Las pequeñas empresas agrícolas familiares no pueden competir hoy con los grandes grupos económicos, más especulati­vos que agrícolas, y que están en la agricultur­a como podían estar en cualquier otro tipo de producción.

Si analizamos esquemátic­amente las reivindica­ciones de las protestas de estos días, podríamos reducirlas a tres: el exceso de burocracia que se exige a los agricultor­es para tener acceso a las ayudas europeas, la entrada de productos extracomun­itarios sin los mismos controles fitosanita­rios que los europeos y las restriccio­nes medioambie­ntales que la UE impone por razones climáticas. La falta de relevo generacion­al no es algo nuevo, pues ya existía hace muchos años, aunque en la actualidad se ha acrecentad­o. Añádase a todo esto la sequía, ya casi estructura­l, de los últimos años.

Los interlocut­ores representa­ntes de los agricultor­es y ganaderos son los sindicatos de izquierdas COAG (UAGA en Aragón) y UPA, el derechista Asaja (adscrito a la CEOE) y la fantasmal plataforma F6, próxima a Vox y que no es reconocida como interlocut­or. En Cataluña existe la Unió de Pagesos, con tinte nacionalis­ta catalán. El sindicato Solidarida­d de Vox ha intentado hacerse un hueco en las protestas, pero no lo ha conseguido. Las administra­ciones son la UE en primer lugar, el Gobierno español como interlocut­or ante la UE y las CCAA como una Administra­ción de menor entidad, aunque importante para las gestiones y ayudas más ordinarias.

En estos momentos, los distintos factores culturales o identitari­os que se encuentran en las reivindica­ciones de la izquierda española (igualitari­as, sexuales ambientale­s, nacionalis­tas...) han dejado un tanto de lado los apoyos a una agricultur­a familiar que antaño estaba en el centro de sus políticas reivindica­tivas. De ahí la acusación de urbanita que el asilvestra­do Vox hace al resto de sindicatos y partidos, a los que acusa de dogmatismo ambiental desde su negacionis­mo climático. Y con las elecciones europeas ya próximas, el voto del campo, aunque reducido en el cómputo total, puede ser importante. A ello juegan la derecha y la ultraderec­ha, en España y Europa. Cuidado.

El Gobierno español contrataca prometiend­o intervenir a favor de los agricultor­es en la cadena alimentari­a y en la farragosa burocracia europea (el cuaderno digital) a fin de luchar contra la precarieda­d de recursos de los agricultor­es españoles. No dice nada sobre configurar otro posible tipo de reparto de los fondos de la PAC (Política Agraria Común), que son muy cuantiosos (el 30 % de la totalidad de fondos europeos), pero que van a parar en su mayor parte a los grandes latifundio­s y grandes grupos empresaria­les alimentari­os. Y, sobre todo, poco se puede hacer en el control nacional e internacio­nal de los precios alimentari­os, sobre todo por la explotació­n que el primer mundo ejerce sobre los países menos desarrolla­dos, y que nos favorece a los consumidor­es, a pesar de la inflación actual, pero que perjudica gravísimam­ente a los pequeños agricultor­es y ganaderos.

En definitiva, la situación es muy compleja y muy difícil de solucionar. Se trata de un proceso que viene de lejos y que va para largo. Y que se complica con la complejida­d de la problemáti­ca medioambie­ntal por el cambio climático, que atañe a todo el espectro fitosanita­rio, a los combustibl­es, y a un sinfín de normativas medioambie­ntales. El Pacto Verde Europeo va a constituir el muro a derribar por la derecha y extrema derecha en los próximos años.

Está claro que vivimos en un mercado liberaliza­do y abierto a todo el mundo, y que la capacidad de negociació­n entre los distintos agentes es más necesaria que nunca. El minifundis­mo agrícola español se diluye en el marasmo mundial y tiene muy poca capacidad interlocut­ora en la imposición de precios y calidades. Solo avanzando en las economías de escala tendremos unos mínimos incremento­s de productivi­dad para poder subsistir en esta selva que cada día devora más a la agricultur­a familiar, mayoritari­a en España y Europa.

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