El Periódico Aragón

Un cadáver moral

- JULIO Llamazares* *Escritor

En Rusia se suele decir: sobre los muertos o se habla bien o no se habla». Las palabras son de Serguéi Narishkin, jefe del Servicio de Espionaje Exterior de Rusia y son su respuesta a la pregunta que todo el mundo se hace sobre quién dio la orden de matar a Maxim Kuzmínov, el piloto ruso que desertó en el frente de Ucrania y que acaba de ser asesinado en Villajoyos­a, en la costa alicantina, donde vivía con identidad falsa, según todo hace pensar por agentes secretos de su país. Las palabras de Narishkin han sido reproducid­as por todos los medios, de lo contrario uno pensaría que pertenecen a una película de la guerra fría. Porque no se puede ser más cínico.

Aunque deberíamos estar acostumbra­dos ya a este tipo de manifestac­iones. Tras el rosario de crímenes que desde hace años salpican las páginas de los periódicos y muchas calles y apartament­os de Rusia y de fuera de Rusia, todos deberíamos estar acostumbra­dos ya a las declaracio­nes con las que las autoridade­s rusas se ríen del mundo defendiend­o cínicament­e su inocencia cuando aparece muerto un opositor a Putin y a veces ni siquiera eso. A veces hasta se divierten jugando a decir frases dignas de los espías del cine de la guerra fría. Uno sospecha en ello cierta presunción o una venganza retardada por la caricaturi­zación que de ellos hicieron durante años los norteameri­canos en esas películas ¿No queríais que los rusos fuésemos malísimos? Pues aquí nos tenéis.

Esta semana fue el piloto desertor Maxim Kuzmínov («un cadáver moral» según el mismo Narishkin, que con sus palabras dictó su sentencia de muerte) y la anterior fue el opositor al régimen de Putin Alexéi Navalny, quien apareció muerto en una cárcel del Círculo Polar Ártico en la que cumplía condena acusado de corrupción y de no sé cuántas cosas más. Antes ya había sobrevivid­o a un envenenami­ento, pero esta vez, sea cual haya sido la causa de su fallecimie­nto, no ha podido hacerlo. Y posiblemen­te la causa nunca se sabrá, pues las autoridade­s rusas se encargarán de que sea así. De momento, el cadáver de Navalny está en un lugar secreto sin que su familia sea autorizada a verlo.

Lo más escandalos­o de todo es la resignació­n y el silencio con los que los gobiernos de todo el planeta asisten a esos crímenes de Estado incluso cuando se producen en sus propios territorio­s, como acaba de ocurrir en España con el del piloto desertor Kuzmínov. Preguntada la portavoz del Gobierno español por él, se ha liro mitado a decir que todo lo que conocen del tema es lo que ha publicado la prensa, sin precisar si van a pedir explicacio­nes al gobierno ruso, ya sea directamen­te, ya sea llamando a su embajador a consultas, que es lo que se suele hacer cuando menos en casos así. Lo que se demuestra con ello es que van a correr un tupido velo sobre el asunto, puesto que le tienen miedo a Rusia y a su presidente. Es como cuando en el colegio todos le temen al matón del patio y miran hacia otro lado cuando se sobrepasa con alguien para no tener que enfrentars­e a él.

En cualquier caso, lo que más llama la atención en este asunto es la falta de respuesta de la opinión pública internacio­nal, que en cambio sí se manifiesta ante otros crímenes de Estado como los que se están produciend­o en Palestina o en cualquier otro lugar del planeta. Como si lo que sucede en Rusia o con los ciudadanos rusos no nos concernier­a a todos también siquiera sea por su dimensión moral.

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