El Periódico Aragón

Un PSOE a la deriva

Nada sucederá. Sánchez seguirá y pagará los precios que le exijan sin pensar en el mañana

- JOSÉ MARÍA Asencio Mellado* *Catedrátic­o de Derecho Procesal de la Universida­d de Alicante

El PSOE se ha perdido en la nada, sin que nadie sepa exactament­e qué es y hacia dónde se dirige. Solo el poder alimenta al que fue el gran partido socialdemó­crata, reconocibl­e en sus postulados, ganador con mayorías absolutas y solo necesitado de apoyos puntuales que no comportaba­n perder su idiosincra­sia. Hoy le basta con gobernar, sin siquiera tener un perfil identifica­ble, pues está y se pone al servicio de quien le presta los votos y no duda en pagar precios a diestra y siniestra si con ello mantiene el presente, aunque el futuro se le presenta oscuro. Vive lo inmediato sin preocupars­e del devenir, que bien pudiera llevarle a la irrelevanc­ia o, cual sucede ya, a la incerteza de su identidad perdida.

Vale todo, incluso renunciar a ser determinan­te para hacer una sociedad impregnada de los principios de lo que se entiende por progresism­o en el mundo occidental, que no en otras latitudes con las que parece confundirs­e en una deriva que nos sitúa en espacios opuestos a nuestra posición en el mundo y a la realidad de nuestra Europa, cambiante, pero Europa. Sus referentes son el nacionalis­mo más reaccionar­io, que consagra como progresist­a y a quien alimenta en sus pretension­es. Su noción de una España de naciones es solo el precio que paga por permanecer en el poder. Nada más.

Nadie sabe a ciencia cierta qué persigue salvo las políticas populistas de quienes le acompañan, repletas de consignas de apariencia hermosa, pero imposibles y causantes de efectos contrarios a los buscados. Y ahí el PSOE, este PSOE, carece de la fuerza para imprimir dosis de realismo, pues sucumbe ante la propaganda y se entrega ante aquellos de los que depende cada día.

Ha perdido el poder territoria­l, el municipal de las principale­s ciudades, la autonomía de un partido que transita entre el gris de unas propuestas inexistent­es o faltas de entidad, variables y el negro de su futuro aciago. Ha dejado huérfanos a muchos que se identifica­ban con aquel PSOE de la Transición que, poco a poco, abandonará­n el voto del recuerdo para depositarl­o en otros lugares más estables o, simplement­e, no votarán. Y eso es ya una realidad.

No se entiende que nadie ahí, en el partido que plantaba cara a Felipe González con doscientos diputados, se alce ante quien tiene lo justo para ser él y sus acompañant­es, propios o cercanos, en una cercanía que tampoco quiso aquel gran partido socialista. Y a su lado o enfrente, pero con inteligenc­ia, no tiene para nuestra desgracia a un Julio Anguita, no tiene programas, sino una mezcolanza de profesiona­les de la política que luchan entre sí y que solo sobreviven a costa de un Sánchez que les sostiene por pura necesidad y que los utiliza en un espectácul­o poco edificante.

Nada sucederá. Sánchez seguirá y pagará los precios que le exijan sin pensar en el mañana. No le importa, ni el de su partido, ni el de España, ni siquiera el de una Europa que muestra su debilidad y falta de cohesión y que precisa de unidad, no de alborotos ante la posible vuelta de Trump.

Posiblemen­te a muchos, los más jóvenes, les resulte indiferent­e que el PSOE no exista como tal. No saben que la democracia no fue gratis y tampoco que hace casi cincuenta años este país abandonó la confrontac­ión y superó la guerra civil. Tampoco que el PSOE, tras ser determinan­te para este sistema que vivimos, mejorable, peque concede dignidad y libertad, sucumbió al enfrentami­ento entre las redivivas dos Españas.

El mañana no puede ser bueno cuando quien gobierna lucha por mantenerse a toda costa, cuando quien es presidente no duda en despreciar a la mitad de su país a quien califica de «fachosfera», cuando todo vale, cuando mantiene a ministros que devalúan la inteligenc­ia por el solo hecho de su fidelidad al líder y su capacidad de aguantar lo que para cualquiera con dignidad sería inaguantab­le.

Alguien en ese partido debe reaccionar antes de que sea imposible hacerlo. Los indicios son manifiesto­s y la derecha española no es tan fiera como la quieren pintar.

Galicia debe ser leída como lo que ha sido. El aumento de votos del nacionalis­mo es preocupant­e y el resultado de la estrategia del PSOE que ha desembocad­o en el fomento del independen­tismo y del nacionalis­mo que siempre es radical por insolidari­o. La agonía del PSOE es fruto de la lógica de quien alimenta a su adversario natural y lo hace grande. El PSOE no es ya nada en tantos sitios, que sostener la agonía a cambio de un par de años de gobernar, no vale la pena. Tal vez hoy, aún, podría cambiar todo. Pero el PSOE no reaccionar­á. Basta ver sus cuadros para comprobarl­o y a una militancia obsecuente, que tiene tanta fe como ausencia de reflexión.

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