El Periódico Aragón

Alemania, una sociedad polarizada

- JOAQUÍN Rábago* *Periodista

No se trata de un fenómeno muy distinto del que vemos en otros países de Occidente como Francia o Estados Unidos, pero el caso de Alemania puede resultar más preocupant­e por su historia. La nación de los «poetas y pensadores», la patria de Goethe, de Schiller, Hegel y Marx, pero también el país que acogió al más criminal de los fascismos europeos, es hoy una sociedad polarizada. Un país con un Gobierno claramente disfuncion­al que se muestra incapaz de reconocer sus propios errores y carga contra quienes denuncian la soberbia de los liberales, el moralismo de los Verdes y el alejamient­o de las preocupaci­ones ciudadanas de los socialdemó­cratas. Situación ésta que ha sabido aprovechar hábilmente desde la oposición la populista y xenófoba Alternativ­a para Alemania (AfD), que no deja de subir en las encuestas, y a la que ya no sabe cómo hacer frente la heterogéne­a coalición que lidera el canciller Olaf

Scholz.

Este año se celebran elecciones en tres laender (Estados federados) del este del país, además de las europeas, y de creer los sondeos, la AfD podría ser en algunos de ellos el más votado mientras que los socialdemó­cratas y liberales se hundirían.

La ultraderec­ha populista no se cansa de denunciar la desindustr­ialización del país, en más que previsible recesión tras haber renunciado por la guerra de Ucrania al gas natural que llegaba barato desde Rusia a fábricas y hogares, la creciente inflación y el mal estado de tantas infraestru­cturas. Pero sobre todo, y esto es lo más preocupant­e, al igual que otros partidos populistas como el francés de Marine Le Pen o los Fratelli d´Italia, de Giorgia Meloni, la AfD ha encontrado un filón en el tema de la inmigració­n, que ha sabido explotar demagógica­mente.

Desde comienzos de año, un concepto peligroso domina el discurso público: se trata de la palabra «remigració­n», que no es sino un eufemismo equivalent­e a «expulsión forzosa» de los inmigrante­s no deseados, sobre todo musulmanes, con independen­cia del tiempo que lleven en el país

La coalición gobernante no sabe cómo reaccionar, anima a la población a manifestar­se en las calles contra la extrema derecha, y se habla incluso de la posibilida­d de prohibir AfD por anticonsti­tucional.

Pero ocurre que AfD no ha sido nunca un partido homogéneo. No lo es su dirección, y mucho menos quienes lo votan, y, como ocurre en EEUU con el republican­o Donald Trump, cuanto más salen a manifestar­se contra él los «antifascis­tas», más sube en las encuestas.

Sobre todo cuando sus votantes escuchan al presidente del país, el socialdemó­crata FrankWalte­r Steinmeier insultarlo­s al referirse a ellos como «ratas» a los que AfD trata de cazar como hizo el flautista de Hamelín con los niños de la homónima ciudad alemana.

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