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Pregonero de la Semana Santa de Zaragoza
La Semana Santa es un momento especial para la ciudad de Zaragoza. ¿Qué significa para usted esta festividad?
– –Son días importantísimos. En primer lugar, porque se concentra un gran número de visitantes. Es la segunda fiesta más importante para la ciudad porque es la más numerosa después de la del Pilar. Atrae mucho público. Y luego, para los creyentes, es un periodo fundamental. Tiene esa doble vertiente: la turística, que es muy importante por todo lo que conlleva económicamente para Zaragoza, y la religiosa para los creyentes. Son unos días fundamentales en los que rememoramos la pasión y la resurrección de nuestro señor.
– Usted ha nacido aquí, en la capital aragonesa. ¿Qué le supone ser el pregonero de su ciudad natal?
– Un honor inmenso y completamente inesperado. Fue un regalo. Le aseguro que cuando me lo propusieron se me agrandó el corazón y se me encogió el estómago. Ser el pregonero de una fiesta tan importante conlleva una gran responsabilidad.
– ¿Fueron los nervios su primera sensación al recibir la noticia?
–Nervios siempre da, sí, y también se siente algo de miedo porque tienes que hacerlo bien. Luego, también, que fue toda una sorpresa. El puesto de pregonero suele llevar una connotación teológica o religiosa importante, y por eso me sorprendió cuando me dieron esta noticia. Yo les dije que mi perfil era el de historiador, no de teólogo. Pero este año lo organiza la Hermandad de San Joaquín y la Virgen de los Dolores, que hace poco celebró el 500 aniversario de su nacimiento. Es por eso por lo que me escogieron, porque querían hacerlo desde un punto de vista histórico.
–Sin adelantar el contenido del pregón, ¿cuál quiere que sea el principal mensaje a transmitir con su discurso?
–No quiero desvelar nada, pero puedo decir que será un pregón con un perfil histórico, aunque no solo. El texto tiene que estar marcado por la fe de los creyentes, pero me voy a mover en el campo de la historia porque es el tema que controlo y eso me tranquiliza. Bueno, y también le puedo decir que va a ir dirigido principalmente a los cofrades. Es un homenaje a todos ellos.
– Además de a los cofrades, ¿cree que el mensaje de fe puede llegar al resto de la ciudadanía y a las nuevas generaciones?
– Creo que sí. La gente no se vincula a las cofradías de forma individual, sino que lo hace de manera colectiva. Es la familia completa la que se adscribe a la misma, no solo uno o dos miembros: los hermanos, los padres, los abuelos... Eso es lo que le da vida de generación en generación, se transmite el sentimiento. Y tenemos que recordar que Zaragoza es una «ciudad Ma
ría». El culto mariano tiene un peso importante aquí, y la virgen María es muy importante en los días de la pasión. Fuimos la primera ciudad en el mundo en la que hubo un oratorio dedicado a la virgen, por lo que no estamos hablando de una ciudad cualquiera.
– Vayamos hacia atrás. ¿Usted pertenece o ha pertenecido a alguna cofradía?
– Estudié en Maristas y todos los niños de allí pasábamos por la cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén. Allí toqué la carraca, que es el instrumento tradicional para los pequeños en esa cofradía. Pero últimamente ya nada, no pertenezco a ninguna. Cuando me casé pasaba siempre la Semana Santa en el pueblo de mi mujer. Allí también participaba mucho en ella. En realidad, yo siempre he vivido estos días de una forma bastante intensa.
– Pero hay algo más...
– Sí. Casi de forma inconsciente he estado muchos años vinculado al estudio de las cofradías desde la Edad Media. Lo he investigado prácticamente durante toda mi vida. De hecho, trabajo en Casa de Ganaderos, una institución que nació en el siglo XIII de la Cofradía de San Simón y San Judas.
– Tras haber investigado tanto sobre las mismas, ¿cómo de importantes considera que son las cofradías en la Semana Santa de Zaragoza?
– Las cofradías son el alma y el corazón de la Semana Santa en Zaragoza porque visualizan la fe de las personas durante esos días. En realidad, son esenciales siempre, no solo durante estas fechas. En Aragón hacen una labor intensa durante todo el año.
– ¿Y qué tiene la Semana Santa de Zaragoza que la diferencia de la de otras ciudades?
– Vuelvo a lo que comentaba antes: ya solo esa tradición de las cofradías que arranca en la Edad Media la convierte en algo especial. Y luego, por supuesto, la procesión del Santo Entierro. Las calles de la ciudad se convierten en un escenario en el que vamos viendo pasar todos los hechos relevantes del viacrucis, de la pasión. Considero que en pocos sitios ocurre eso. Otra cosa simbólica es el sonido del tambor, algo que singulariza la Semana Santa de todo Aragón.
– ¿Cambiaría algo de la forma en la que se han celebrado estas fechas hasta ahora?
– No, yo creo que la Semana Santa se va adaptando poco a poco a los tiempos, y conforme evoluciona la sociedad y la población lo hace también ella. Por ejemplo, en el siglo XVI había procesiones de disciplinantes, algo que hoy sería impensable. Ahora tenemos la construcción de unos pasos que es espectacular. Se reflejan distintos hechos de la pasión que hace 200 o 300 años no habría tenido sentido simbolizar. Es una de sus características, que se transforma y adapta a los tiempos.
«Las cofradías son el alma y el corazón de la Semana Santa en Zaragoza porque visualizan la fe de las personas durante esos días»
– ¿Destacaría un recuerdo personal de alguna Semana Santa?
– Hay dos momentos que, a nivel personal, considero muy bonitos. Uno es la procesión en la que el Ecce Homo cruza el puente de Piedra de noche. No suele ir mucha gente, y la imagen con la Basílica del Pilar detrás es... En pocos sitios hay una fotografía más particular que esa. En general, todas aquellas que callejean por el Casco Antiguo me gustan. El espectador rememora procesiones de hace 100 o 200 años, y muchas pasan por calles que no han cambiado prácticamente nada en los últimos años. Son momentos muy bonitos.