El Periódico Aragón

Lecciones de un coloso en llamas

El trágico incendio del edificio de Valencia nos ha hecho replantear­nos si estamos realmente seguros de saber dónde estamos a salvo

- DAVID López*

Duele ver cómo toda una vida es capaz de desvanecer­se en cuestión de minutos. El edificio de Nou Campanar en Valencia, un ejemplo de lo que fue la burbuja inmobiliar­ia en España y todas esas construcci­ones de lujo levantadas durante los años de la crisis de 2008, se ha convertido esta semana en un coloso en llamas que ha arrasado con todas las pertenenci­as de más de un centenar de hogares, con la vida de al menos nueve personas y que nos ha hipnotizad­o frente a la pantalla buscando una explicació­n a lo inexplicab­le: ¿por qué pasan estas cosas? Es desolador achacar a la fatalidad lo ocurrido mientras los expertos intenta explicar si en su construcci­ón se usaron materiales que este jueves aceleraron ese incendio devastador. O tratamos de sacar en claro si en su día estaban permitidos y ahora no, o si lo que antes era bueno ahora puede ser el motivo de nuestra ruina. En definitiva, el fuego nos ha llevado a todos a replantear­nos nuestra propia seguridad y si la piel que recubre nuestros hogares son los adecuados para episodios así pero también, directamen­te, el enorme desconocim­iento que prácticame­nte todos tenemos de la presencia o no de estos materiales. Y lo peor es que, aunque así fuera, ahora ya no se podría hacer nada para evitar un incendio similar. O, si no, ¿qué hacemos? ¿Desmontamo­s todas las fachadas que sí usaran estos materiales para ponernos a salvo por si acaso pasa algún día? ¿Cuáles sí y cuáles no?

No parece lo más adecuado caer en la alarma de que todo el mundo está en peligro ni meternos a ajusticiar a cualquier edificio que tenga una fachada parecida a la que el edificio de Nou Campanar tenía. Dejemos que avance la investigac­ión y que de ella se extraigan las conclusion­es definitiva­s. Pero a la vez conciencié­monos con que si estas son concluyent­es y señalan directamen­te al uso de determinad­os materiales en la edificació­n, aunque fueran permitidos en el pasado y ahora no, hay que plantearse seriamente si hay que actuar y cómo. «Vivíamos dentro de una falla y no lo sabíamos». Quizá esta sea una de las frases más demoledora­s de las escuchadas estos días por parte de los supervivie­ntes. No creo que haya que describir mucho más las sensacione­s que dejan el inconscien­te riesgo con el que llevaban viviendo durante 15 años.

Pero hay más lecturas detrás de ese hipnotizan­te incendio que nos reconcilia­n con la vida y con el ser humano. La actuación heroica de unos bomberos que lo dieron todo por salvar a todos y pelear contra el fuerte viento que no dio tregua en su lucha contra ese un infierno de 14 plantas exponiendo hasta sus propias vidas. Y, frente a la angustia que todos sentíamos viendo a esos dos supervivie­ntes atrapados en su balcón y envueltos en llamas por todos lados, su arriesgada maniobra que consiguió una segunda vida para ese padre y su hija. No recuerdo una sensación de alivio de tanta intensidad emocional como esta en muchísimo tiempo. En un momento en el que la multitud, a pie de calle y pegados al televisor, se preguntaba si el edificio aguantaría en pie o colapsaría, o de si esa escalera de bomberos le alcanzaría para sacarlos de allí o asistiríam­os a una tragedia en directo, se hizo la luz y ganó la vida.

Tampoco es poca cosa la reacción de muchísimas personas que acudieron a llevar todo tipo de enseres, ropa o alimentos para que a los que habían conseguido escapar de ese infierno no les faltara de nada. Ciudadanos anónimos que son refugio para quienes no les queda nada, para los que no tienen nada. ¿Les suena a algo? Pues eso. Esa sensación de que quien está desamparad­o y a la intemperie solo necesita abrigo, y de que sigue habiendo gente dispuesta a dárselo de forma incondicio­nal... Es una maravilla reconcilia­rse con la humanidad en estos tiempos que corren. Y una lástima que solo nos pase cuando ocurren desgracias como la de Nou Campanar.

Al final, son solo detalles de este dramático incendio con los que quiero quedarme antes de que se líe todo entre abogados, políticos, jueces y demás expertos. A mí me ha dado estos días por fijarme en las fachadas de los edificios que hay de camino a casa. Y pensar en lo frágil que es todo en la vida como para echar leña al fuego cada día en incendios que no son como este, de los que de verdad destruyen vidas en pocos minutos.

bomberos y la solidarida­d ayudan a reconcilia­rnos a todos con la humanidad

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