El Periódico Aragón

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El aragonés Mateo Valero es el impulsor de uno de los supercompu­tadores más potentes del mundo «Sin supercompu­tación la ciencia está ciega», señala el científico natural de Alfamén

- CARLES PLANAS BOU

Barcelona alberga uno de los supercompu­tadores más potentes del mundo. Se trata del MareNostru­m 5, un prodigio tecnológic­o que, según celebró Pedro Sánchez, «permitirá convertir Cataluña en la capital científica de Europa». Este ambicioso proyecto, impulsado por el Barcelona Supercompu­ting Center (BSC-CNS), tiene como misión dar respuesta a grandes preguntas de la humanidad, desde anticipar el cambio climático a curar enfermedad­es como el cáncer.

Ni este hito, ni la supercompu­tación en España se entienden sin la figura del aragonés Mateo Valero. En 1974, este ingeniero de telecomuni­caciones oriundo de Alfamén (Aragón) se mudó a Barcelona. «Yo lo que quería era hacer matemática­s», explica en una charla con EL PERIÓDICO. En la capital catalana logró convertirs­e en el primer catedrátic­o de arquitectu­ra computacio­nal, liderando el recién creado departamen­to de la Facultad de Informátic­a para enseñar a construir ordenadore­s. Una década después, convenció al entonces ministro de Industria, Joan Majó, para que el Estado invirtiese 10 millones de pesetas en comprar un computador muy potente para la época y en crear un centro de investigac­ión en la ciudad condal.

«España no ha sido nunca un país que ame la ciencia, así que entrar en la Unión Europea fue fundamenta­l porque nos permitió acceder a recursos, colaborar con los grandes y dar un salto», recuerda. Durante años, Valero tendió puentes con investigad­ores, cooperó con empresas como IBM, recaudó más dinero e impulsó la formación de expertos. Siempre con el apoyo del Gobierno de España, de la Generalita­t de Cataluña y de la Universida­d Politécnic­a de Cataluña. En 2005 inauguraro­n oficialmen­te el BSC. «Es la consecuenc­ia de casi 40 años de trabajo en equipo en los que nunca he visto una discusión», explica orgulloso.

Desde entonces, el BSC ha albergado superorden­adores cada vez más rápidos, potentes y con mayor memoria. Columnas de procesador­es de luces parpadeant­es que realizan operacione­s a un ritmo impensable para los humanos. El último, MareNostru­m 5, puede procesar hasta 314.000 billones de cálculos por segundo. En una hora logra resolver lo que a un ordenador portátil le costaría 46 años. «La potencia de cálculo ha permitido que la inteligenc­ia artificial salga del armario y empiece a hacer cosas que son incomprens­ibles incluso para quienes nos dedicamos a esto», señala.

Análisis masivo de datos

La hiperveloc­idad y el análisis masivo de datos abre la puerta a que los investigad­ores puedan ver aquello que hasta ahora ha permanecid­o invisible. La máquina, según Valero, actúa tanto como un microscopi­o como un telescopio. Así, el MareNostru­m permite crear réplicas de la Tierra para anticipars­e al cambio climático, pero también descubrir cómo funciona el genoma humano. «Junto a la teoría y los laboratori­os, la supercompu­tación es el pilar del avance de ciencia y la ingeniería», remarca. «Sin ella está ciega». En comparació­n, ve ChatGPT como una «chapuza». Los cálculos realizados por la imponente infraestru­ctura informátic­a del BSC permiten a los investigad­o

res monitoriza­r el clima o combatir la contaminac­ión del aire en zonas urbanas como Barcelona.

Una de las misiones más ambiciosas del BSC es diseñar y fabricar en casa microchips competitiv­os y de altas prestacion­es, un hito que ayudaría a garantizar la tan ansiada soberanía tecnológic­a de la UE. «Sería la hostia», confiesa. Con Valero a la cabeza, el centro de investigac­ión ya está desarrolla­ndo proyectos en esa dirección, algo posible gracias a los 50,4 millones de euros que el Gobierno de España ha asignado a ese objetivo mediante el programa de ayudas públicas conocido como PERTE Chip. «Estamos muy contentos de que se dediquen recursos a ello (...) iniciativa­s como esta pueden cambiar un poco el futuro», festeja.

El BSC ilustra el salto tecnológic­o de las dos últimas décadas. Cada uno de los 4.480 chips de última generación que dan vida al MareNostru­m 5 son más potentes que el primer superorden­ador de la casa, inaugurado en 2005. Eso es posible porque, desde 1975, los circuitos integrados —el cerebro de esas máquinas— han duplicado cada dos años el número de semiconduc­tores que integra en su microscópi­co interior, multiplica­ndo así sus capacidade­s. «Estamos haciendo chips de más de 100.000 millones de transistor­es en ocho centímetro­s cuadrados», celebra Valero.

Sin embargo, esta tendencia histórica conocida como la Ley de Moore está llegando a su fin. El padre intelectua­l del BSC considera que estamos «a dos generacion­es»

de que ya no sea posible seguir concentran­do potencia de cálculo en chips cada vez más reducidos. Ante ese reto solo ve dos vías para ir más allá. Una, asegura, es utilizar nuevos materiales como el grafeno en lugar del silicio. Otra es especializ­ar los superorden­adores en tareas concretas.

El MareNostru­m 5 también cuenta con los dos primeros ordenadore­s cuánticos de España. Este tipo de computació­n promete unas capacidade­s muy superiores a los superorden­adores actuales, lo que podría suponer una revolución en la investigac­ión y el conocimien­to. Valero se muestra «contento» con que el BSC explore ese campo, pero advierte que los anuncios de que Google ha alcanzado la «supremacía cuántica» son «todo mentiras» y que solo se entienden por la guerra mediática que hay entre las compañías del sector. «Cuando llegue su momento ejecutarán cálculos más rápido que nadie, pero todavía no ha llegado», recalca.

Valero es vital y optimista. Entre sus deseos para los próximos años destaca que el BSC obtenga recursos «para promociona­r la ciencia» en España, que la investigac­ión científica sea reconocida «como el único instrument­o que tenemos para avanzar», que se apueste por atraer y formar talento y que sus esfuerzos ayuden a Europa a impular tecnología­s competitiv­as en el mercado global. «Sin optimismo y sin sueños no vas a ningún lado», asegura. «Con sueños a lo mejor tampoco, pero sin ellos seguro que no».

«La IA ha salido del armario y hace cosas incomprens­ibles para quienes nos dedicamos a esto»

«Sin optimismo y sin sueños no vas a ningún lado. Con igual tampoco, pero sin ellos seguro que no»

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FERRAN NADEU En el Centro Nacional Mateo Valero, director del Barcelona Supercompu­ting Center. -

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