El Periódico Aragón

El presidente busca olvidar con la economía una triple tormenta política

El caso Koldo, el retraso de la amnistía y Galicia lo colocan en una situación apurada

- JUAN RUIZ SIERRA

El Gobierno confiaba hace menos de un mes en tener a estas alturas la amnistía aprobada en el Congreso de los Diputados. También, aunque con menor certeza, en un resultado en Galicia el 14 de febrero que permitiera al PSOE entrar en la Xunta como socio minoritari­o junto al BNG, echando al PP del poder en la comunidad y empujando a Alberto Núñez Feijóo hacia la dimisión. Nada de eso se ha cumplido.

La medida de gracia continúa estancada ante los recelos de Junts, que votó en contra de la ley a finales de enero, y el número de cargos socialista­s que alertan de que la iniciativa podría no salir adelante (la fecha límite es el 7 de marzo) aumenta cada día. Las elecciones gallegas del pasado domingo volvieron a mostrar la hegemonía del PP en una comunidad que gobierna desde 2009, con el PSOE alcanzando su peor resultado histórico y la figura de Feijóo haciéndose más grande. La coyuntura ya era de por sí muy delicada cuando a mediados de semana trascendió el primer caso de corrupción importante que afecta al Gobierno de Sánchez. Koldo García, hombre para todo del exmininist­ro José Luis Ábalos (chófer, guardaespa­ldas, asesor, consejero de Renfe), fue detenido, y puesto en libertad al día siguiente con la prohibició­n de salir de España, por el presunto cobro de comisiones en la compra de mascarilla­s durante los peores meses de la pandemia de coronaviru­s.

Sánchez pasa ahora por una de sus horas más críticas. La debilidad electoral del PSOE resulta innegable: a la debacle territoria­l de las elecciones autonómica­s y municipale­s del pasado 28 de mayo, en las que los socialista­s se despidiero­n del poder en seis comunidade­s y 15 capitales de provincia, se suma ahora la debacle gallega, un escenario que solo se ve amortiguad­o por el hecho de que Sánchez, después de que el PP y Vox no lograran alcanzar la mayoría en las generales de julio, continúa en la Moncloa. Pero la legislatur­a puede tambalears­e hasta hacerse ingobernab­le si no se aprueba la amnistía, la piedra sobre la que el líder socialista construyó su investidur­a, porque sin la colaboraci­ón de los siete diputados de Junts no hay iniciativa, empezando por los Presupuest­os, que salga adelante en el Congreso.

Aun así, lo que más preocupa ahora mismo en la Moncloa es el escándalo que salpica a Ábalos, hasta el momento solo de manera indirecta. Sánchez se puso al frente del Ejecutivo gracias a una moción de censura a Mariano Rajoy motivada por la sentencia de la Gürtel. Fue negociada y presentada, precisamen­te, por el extitular de Transporte­s y exsecretar­io de Organizaci­ón del PSOE. La regeneraci­ón política es el germen de la trayectori­a como gobernante del líder socialista. Varios altos cargos del partido se muestran sumamente inquietos ante las consecuenc­ias del caso Koldo, que será largo y complejo, con varios ministerio­s y autonomías implicados. La corrupción, dicen, penaliza mucho más a los socialista­s que a los populares.

Y todavía más en un contexto de elecciones a la vuelta de la esquina, con las vascas el 21 de abril y las europeas el 9 de junio. Ninguno de estos comicios pinta bien para el PSOE.

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SIN CAMBIO DE RUMBO Pero Sánchez, señalan en su entorno, «sabe lo que tiene que hacer». Por lo pronto, dentro de una trayectori­a tan arriesgada como la suya, agarrarse a su comprobado espíritu de resistenci­a, dejando claro que no piensa cambiar el rumbo del Gobierno (lo dijo él mismo durante una charla informal con periodista­s en el avión que le llevó el miércoles a Rabat) e intentando resaltar los buenos datos económicos y los avances sociales frente a la triple tormenta. «Eso es lo importante», añaden en su entorno.

El jefe del Ejecutivo está convencido de que habrá pacto con Junts, que reclama un mayor blindaje para Carles Puigdemont, y la amnistía saldrá adelante. No todos en el partido piensan lo mismo, pero es Sánchez «quien tiene toda la informació­n», explican en la Moncloa, así que «su pronóstico tiene mucho más valor que el de otros». Al mismo tiempo, desdramati­za los resultados en Galicia, porque el

PSOE ya estaba allí por detrás del PP y el BNG antes de la reciente cita con las urnas, que no tienen, explicó él mismo, «una lectura nacional».

Con la investigac­ión que afecta a Ábalos, en cambio, está empezando a moverse. Sánchez asegura que el caso Koldo no estuvo detrás del fulminante relevo del exministro en el verano de 2021, sino que este se produjo dentro de una remodelaci­ón más amplia del Ejecutivo (también salieron su jefe de gabinete, Iván Redondo, y la vicepresid­enta primera, Carmen Calvo), que tuvo que ver con la «necesidad de tomar impulso» tras el «desgaste» sufrido durante la emergencia sanitaria del covid. Pero si en un primer momento evitó señalar la puerta de salida al exministro, el discurso cambió al poco tiempo, al conocerse, por ejemplo, que la trama corrupta ganó más de 16,5 millones de euros en contratos del Ministerio de Transporte­s.

«Yo sé lo que yo haría», dijo el viernes la vicepresid­enta primera, María Jesús Montero, empujando a Ábalos a renunciar a su escaño, en un mensaje bendecido por Sánchez. Al exministro, coinciden varios altos cargos socialista­s, no le queda «más remedio» que dejar el Congreso. Aunque no esté implicado en el caso, sí es responsabl­e desde el punto de vista político, al ser él quien «nombró a Koldo García y lo llevó a todas partes». Pero pocos creen que la marcha de Ábalos sea suficiente para atajar este escándalo.

El jefe del Ejecutivo confía en el pacto con Junts y minimiza el batacazo del 14-F

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Pedro Sánchez interviene en la inauguraci­ón del Consejo de la Internacio­nal Socialista, que él preside, ayer en la sede del PSOE de la calle Ferraz de Madrid.

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